
Un yogur griego elaborado de forma casera. Pixabay
El famoso yogur en España que evita el cáncer de colon si se toma a diario: reduce hasta un 20% el riesgo
El consumo de este alimento también se asocia con una reducción de marcadores inflamatorios, así como una mejor respuesta a la insulina.
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Durante décadas, el yogur ha sido considerado mucho más que un alimento; ha sido una herramienta discreta, aunque poderosa, en la promoción de la salud digestiva. Sin embargo, un reciente estudio liderado por investigadores de la Escuela de Salud Pública de Harvard, publicado en Gut Microbes, ha dado un paso más allá al explorar su posible papel en la prevención del cáncer colorrectal.
Analizando datos de más de 150.000 profesionales sanitarios seguidos durante más de treinta años, los científicos identificaron una asociación significativa entre el consumo habitual de yogur y una menor incidencia de tumores en el colon proximal, una de las formas más agresivas de esta enfermedad.
Las estadísticas son prometedoras: consumir al menos dos porciones de yogur a la semana se asoció con una reducción del 20% en el riesgo de desarrollar este tipo de cáncer. El hallazgo no es trivial si se considera que el cáncer colorrectal es el segundo tipo de cáncer más mortal del mundo, con cifras que han ido en aumento entre adultos jóvenes. En este contexto, la posibilidad de que un alimento tan accesible como el yogur contribuya a disminuir el riesgo supone un cambio potencial en la estrategia preventiva.
Los investigadores apuntaron que la clave podría estar en la microbiota intestinal, esa vasta comunidad de billones de bacterias que habita en nuestro sistema digestivo y cuyo equilibrio se ha revelado fundamental no solo para la digestión, sino también para funciones inmunológicas, neurológicas e incluso emocionales. En las muestras de tejido tumoral, los científicos detectaron la presencia de Bifidobacterium, una bacteria beneficiosa que aparece con mayor frecuencia en personas que consumen yogur con regularidad.
La relación entre esta y la salud humana ha sido objeto de múltiples investigaciones. Estudios previos, como los publicados en la prestigiosa revista científica Nature Reviews Microbiology, ya habían señalado que estas bacterias tienen la capacidad de modular la inflamación, reforzar la barrera intestinal y mejorar la respuesta inmune frente a patógenos. De hecho, el equilibrio de esta especie bacteriana se ha vinculado también con una menor incidencia de enfermedades autoinmunes y trastornos metabólicos.
En este nuevo estudio de Harvard, los científicos teorizaron que la presencia de Bifidobacterium podría crear un entorno intestinal hostil para el desarrollo de células tumorales, particularmente en la región proximal del colon, donde el microbioma desempeña un papel más activo en la degradación de nutrientes complejos.
No valen todos los yogures
El tipo de yogur también importa, y mucho. No todos los productos etiquetados como "yogur" ofrecen los mismos beneficios. Los expertos recomiendan optar por yogures naturales que contengan cultivos vivos y activos —principalmente Lactobacillus y Bifidobacterium— y que estén libres de azúcares añadidos o edulcorantes artificiales. Los yogures industriales con sabores artificiales y altos niveles de azúcar no solo reducen los beneficios probióticos, sino que podrían contribuir al efecto contrario: la disbiosis, un desequilibrio de la flora intestinal que se ha relacionado con diversas enfermedades crónicas.
Yogures como el griego natural sin azúcar, el skyr islandés o el kéfir fermentado de forma tradicional, se presentan como opciones especialmente valiosas por su mayor concentración de bacterias beneficiosas y proteínas. De hecho, una revisión publicada en 2023 en The American Journal of Clinical Nutrition subrayó que el consumo habitual de productos fermentados como el yogur se asocia con una reducción de marcadores inflamatorios, mejora del metabolismo lipídico y una mejor respuesta a la insulina. Estos efectos se suman al impacto directo en la salud intestinal.
El artículo incluso sugería que incorporar yogur en una dieta de tipo mediterráneo podía potenciar los efectos cardioprotectores del patrón alimentario. Así, lejos de ser un simple postre, el yogur se revela como un elemento sinérgico dentro de una dieta equilibrada, con efectos sistémicos en el organismo. Pero más allá de la ciencia, hay algo profundamente simbólico en la forma en que el yogur se relaciona con nuestras raíces culturales y gastronómicas.

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Presente en civilizaciones tan antiguas como la griega, la india o la persa, ha sido consumido desde hace más de 4.000 años no solo por su sabor y textura, sino por sus propiedades conservantes y terapéuticas. El renacimiento moderno del interés por los alimentos fermentados no hace sino recuperar una sabiduría ancestral, ahora respaldada por herramientas moleculares y análisis genómicos que permiten entender qué sucede exactamente en nuestro interior al consumir estos productos.
Protege la salud ósea
El impacto del yogur en la salud ósea también merece mención. Dado su alto contenido en calcio y vitamina D, nutrientes esenciales para la densidad ósea, numerosos estudios, como el publicado en revistas como Osteoporosis International, han demostrado que el consumo regular de yogur puede ayudar a prevenir la pérdida de masa ósea en personas mayores. Esto lo convierte en un aliado no solo contra el cáncer, sino también contra la osteoporosis, especialmente entre mujeres posmenopáusicas, quienes son más vulnerables a esta patología debido a los cambios hormonales.
Otro aspecto emergente es la relación entre la salud intestinal y la salud mental, un vínculo conocido como el "eje intestino-cerebro". Algunas investigaciones como las dirigidas por el neurogastroenterólogo John Cryan han demostrado que la microbiota intestinal puede influir en el estado de ánimo, la ansiedad e incluso la toma de decisiones. El yogur, al contribuir al equilibrio microbiano, podría desempeñar un papel preventivo en trastornos como la depresión leve y el síndrome del intestino irritable, condiciones que cada vez se comprenden más como fenómenos interrelacionados.
No es casualidad que instituciones de salud pública estén empezando a considerar este alimento como un "alimento funcional", es decir, un producto cuya utilidad va más allá del valor nutricional básico. En países como Japón, donde la longevidad y la baja incidencia de enfermedades crónicas son la norma, el yogur forma parte habitual de la dieta.
En este sentido, la reciente revelación sobre María Branyas, la mujer más longeva de España, cuya microbiota intestinal era "excepcional", ha reavivado el debate sobre cómo la alimentación modula la calidad de vida y la longevidad. La hipótesis de que alimentos fermentados como el yogur puedan ser un factor contribuyente empieza a cobrar cada vez más fuerza.