Sopa de murciélago, una de las comidas que se exponen en el museo.

Sopa de murciélago, una de las comidas que se exponen en el museo. Disgusting Food Museum

Actualidad gastronómica

El museo de la comida más "asquerosa" del mundo donde puedes probar escarabajos gigantes y oler fruta apestosa

Al menos 50 personas han necesitado bolsas para vomitar mientras visitaban la exposición. 

21 agosto, 2024 12:30

Cerebros de mono, vino fermentado a base de crías muertas de ratón, huevos hervidos en orina de niños o zumo de ojo de oveja son algunos de los múltiples alimentos desagradables que pueden encontrarse en el Museo de la Comida Asquerosa (Disgusting Food Museum) de Berlín, hermano pequeño del museo original, ubicado en Malmö (Suecia). 

El recorrido se inicia con el regalo de una bolsa de papel para vomitar, de la que han hecho uso ya al menos 50 personas desde la apertura en 2021, comentó a EFE Steffen Beyer, un responsable de la muestra. En la colección de comidas desagradables están representadas muchas culturas de todo el mundo, que consideran estos alimentos medicinales, espirituales y en algunos casos afrodisíacos.

En las vitrinas están expuestos órganos cocidos o fritos y en algunos casos réplicas de distintas partes de animales, como el pene o los testículos del toro que son populares en China. En la entrada del museo puede leerse el siguiente mensaje: "El asco es contextual. El asco es cultural. Nos gustan los alimentos con los que hemos crecido, pero las ideas sobre el asco pueden cambiar con el tiempo".

El recorrido continúa hacia un espacio limpio y luminoso que da la impresión de ser un laboratorio y a la vez una prestigiosa galería de arte. Dentro de la vitrina central se ubica el conocido como Cazu Marzu, un queso Pecorino de Cerdeña con un hueco en el centro, lleno de gusanos vivos.

Beyer agregó que lo que las personas buscan con la visita al museo es un "efecto impactante", pero que ellos consideran que se trata más bien de aprender algo sobre el asco individual y, de alguna manera, sobre cómo funciona en otras culturas, "cómo sientes asco o cuándo (algo) te da asco", dijo.

Zumo de ojo de oveja.

Zumo de ojo de oveja. Disgusting Food Museum

La experiencia, además, requiere de los principales sentidos de sus visitantes. Así, a lo largo de la exposición se proyectan videos que permiten visualizar distintos procesos de preparación, por ejemplo, cómo en Vietnam es sacado el corazón de una serpiente cobra para servirlo en una copa con vodka y la sangre que derrama en el proceso.

También es posible oler distintos frascos con trozos de queso o pescado dentro de ellos, uno de los cuales almacena una pieza de uno de los tiburones más pestilentes del mundo. Por último, la muestra ofrece una serie de insectos fritos, cremas para untar y bebidas como esperma de caballo u orina de vaca, para estimular el gusto de sus visitantes.

Un tarro de 'Gomutra', orina de vaca de la India.

Un tarro de 'Gomutra', orina de vaca de la India. Disgusting Food Museum

Los investigadores del museo señalan que la función evolutiva del asco es ayudarnos a evitar enfermedades y comida en mal estado. Además, han identificado siete categorías de asco que están relacionadas con la comida, seguida de la enfermedad o la contaminación de un producto, el cuerpo y sus fluidos, la mutilación o deformidad, los comportamientos que asociamos con los animales, los comportamientos sexuales inapropiados y las infracciones morales.

Pero, por muy universal que sea la sensación de asco, el estímulo que lo provoca es individual y de carácter relativo. "Las ideas sobre el asco cambian con el tiempo. Hace 200 años, la langosta era tan indeseable que solo se servía a prisioneros y esclavos. Hoy en día la langosta es un lujo delicioso",  argumenta un texto que acompaña la exposición.

El museo parte, además, de la idea de que el planeta actualmente no puede sostener la producción de carne y por ello el ser humano debe considerar fuentes alternativas de proteínas, como los insectos y la carne cultivada en el laboratorio. En este sentido, plantea la pregunta de si un cambio en nuestra percepción del asco podría ayudarnos a adoptar los alimentos ecológicamente sostenibles del futuro