Iriarte Jatetxea - Berrobin.

Iriarte Jatetxea - Berrobin.

Actualidad gastronómica

El nuevo Sol Repsol de un pueblecito de Guipuzcoa: con el cochinillo criado en el caserío familiar como plato estrella

Iriarte Jatexea cumple medio siglo brillando en la Guía Repsol por su destacado trabajo en la cocina poniendo en valor el recetario vasco. 

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En el corazón de Gipuzkoa, entre Tolosa y Berastegi, hay un pequeño pueblo que se ha ganado un lugar en el mapa gastronómico: Berrobi. Y la razón principal tiene nombre y apellido: Iriarte Jatetxea. Lo que comenzó en 1999 como un proyecto valiente de un joven cocinero llamado Félix Belaunzaran es hoy un templo del buen comer, donde la tradición vasca se une con maestría al producto de proximidad.

La recompensa a esta dedicación ha llegado en forma de un Sol Repsol, consolidando a Iriarte Jatetxea como una referencia imprescindible en el panorama culinario. Un reconocimiento que celebra más de 25 años de esfuerzo, pasión y un cochinillo que rivaliza con los grandes nombres de Segovia.

Un caserío convertido en destino gastronómico

Apenas tenía 26 años cuando Félix Belaunzaran decidió transformar la planta baja del caserío familiar en un restaurante. Lo que entonces fue una apuesta arriesgada hoy es un éxito rotundo. Junto a su mujer, Mertxe Inza, y un equipo de nueve personas, Félix ha conseguido que Iriarte Jatetxea sea sinónimo de calidad y hospitalidad.

Aquí la cocina es de producto, de temporada y de mimo absoluto por la materia prima. No hay artificios ni juegos de manos: la clave está en respetar el sabor auténtico de cada ingrediente. Un plato de verduras con papada ibérica y yema de huevo sojada puede ser tan sublime como un cochinillo asado a la perfección.

El cochinillo que desafía a Segovia

Hablar de Iriarte Jatetxea es hablar de su cochinillo asado. Criado a apenas un kilómetro del restaurante en la granja familiar Usarre, cada pieza es seleccionada con un cuidado extremo. Solo se asan cochinillos de no más de cuatro kilos, lo que garantiza una carne tierna y jugosa.

El proceso es un arte: horno tradicional, temperatura exacta, paciencia infinita y la experiencia de Félix para lograr esa piel crujiente que chasquea al partirla con la cuchara. Un bocado que se deshace en la boca, acompañado con una crema de patata sedosa y una sencilla ensalada que equilibra el conjunto.

No es casualidad que cada vez más comensales hagan peregrinaje hasta Berrobi para probarlo. Lo que comenzó como una sugerencia de su amigo Roberto Ruiz (Frontón de Tolosa) es hoy el emblema de la casa.

El cochinillo es la estrella, sí, pero la carta de Iriarte Jatetxea es un compendio de tradición bien entendida. Cada temporada marca la oferta del restaurante, con platos como los callos y morros –servidos juntos pero no revueltos–, o una tarta de queso Idiazabal con un toque de azul que deja huella en el paladar.

La sala de Iriarte Jatetxea y uno de los rodaballos que sueltan sobre la parrilla.

La sala de Iriarte Jatetxea y uno de los rodaballos que sueltan sobre la parrilla.

El reconocimiento de la Guía Repsol llega en el momento perfecto: cuando el restaurante suma un cuarto de siglo. Un premio merecido que ahora ilumina Berrobi, para un equipo que ha sabido convertir un pequeño caserío en un destino gastronómico de referencia. La filosofía es clara: respeto por el producto, recetas bien ejecutadas y un servicio cálido que convierte cada visita en una experiencia memorable.