El libro está dejando de ser ese objeto hermético, ese cuerpo ajeno y estanco que se le da al lector ya parido, listo para dejarse desear, tocar, descubrir. De un bocado limpio, sin analizar sus procesos de creación y edición. Y, por supuesto, sin intervenir en ellos. Se le admira después del resultado; libro y pieza de museo. Es un poco como el amor: la tradición dice que se disfruta más sin entenderlo.
En cualquier caso, depende de dónde se ponga el foco de la importancia: si en la obra en sí misma o en su trascendencia. ¿Cuándo adquiere sentido la creación literaria? ¿Cuando se alumbra o cuando conecta con la comunidad lectora? ¿Qué hace a un libro suficiente, que responda a la identidad y los deseos de su autor o que se adapte a las preferencias de sus lectores para saciarlos? “El libro sólo existe cuando llega a la gente: es para la gente”, explica Roberto Pérez, director de libros.com. Su editorial publica obras mediante crowdfunding valiéndose del apoyo de mecenas -que financian los libros antes de que existan, sólo por el hecho de creer en la idea que proponen o en el autor que los firma-.
“Nuestra intención es dar siempre voz a los lectores, involucrarles, informarles del proceso”. Sus métodos para esta democratización editorial son diversos: promueven que cada libro apoyado lleve una firma personalizada del autor hacia el mecenas o consultan con sus futuros lectores cómo les gustaría que fuera una portada. Hablan con ellos mediante encuestas e interacción por redes sociales, le ponen el termómetro a sus sugerencias y les van haciendo partícipes del nacimiento del libro. “En el proceso de edición tradicional, el lector no ve nada más que el libro en la librería. Nosotros hemos querido revolucionar ese curso y hacer que el lector sea un agente más en su creación”.
El mecenas elige el contenido
Su última -y más rompedora- iniciativa la han puesto en marcha con Etílico, el incipiente libro de Carlos Mayoral -el célebre La Voz de Larra en Twitter- que aborda el alcohol y la literatura como tabla de salvación en escritores como Poe, Hemingway, Fitzgerald, Plath y Bukowski. “En sólo cuatro días, Etílico consiguió los 150 apoyos necesarios para su publicación. Fue tan rápido que decidimos doblar la apuesta y decir a los lectores que, si conseguían que la obra llegara a 300 apoyos, podrían votar y elegir un nuevo autor para el último capítulo”, cuenta Roberto. “El que más les gustara entre Baudelaire, Roberto Bolaño y Dylan Thomas. Ahora el lector elige sobre quién quiere que escriba el autor”. Dicho y hecho: ya son 306 mecenas y el escritor incluido será Baudelaire por deseo popular -a través de una encuesta de más de mil votantes-.
“El encanto de libros.com es que el mecenas no es sólo un lector”, explica Carlos Mayoral. “Es decir, si yo publicase un libro por los cauces normales y alguien se lo encuentra en la Fnac, lo puede coger, usar, tirar, emitir una opinión… pero no pasa de ahí, de una valoración a posteriori. Sin embargo, cuando formas parte del proyecto desde el principio, te identificas más y haces tuyo el éxito y el fracaso del libro. Esta idea del nuevo capítulo elegido por lectores suponía llevar eso al extremo”.
Mayoral expone que, incluso antes de comenzar la labor de escritura, ha recibido recomendaciones de su comunidad sobre cómo tratar Etílico: “Hay algunos que me han dicho, por ejemplo, ‘Oye, en el capítulo de Plath, dale mucha importancia al poema Lady Lazarus, por favor’, o ‘Con Bukowski, tal…’”. Tanto editor como autor están de acuerdo en que las editoriales tradicionales han sido “muy inmovilistas” y “han dejado de lado este cuidado para reducirlo todo a un negocio mercantilista, tan pendiente de la rentabilidad que se dejan cosas en el camino”.
Educar al lector
Ya no se queda en el backstage ninguno de los vasos comunicantes: “Nos gusta incluir en la campaña -y en el libro- a todos los profesionales que participan en el proceso creativo: al ilustrador, al maquetador, al corrector, a la imprenta… lo normal es que sólo se mencione al escritor y a la editorial”, reflexiona Roberto. “Contar todo esto tiene una labor de educación muy importante, porque la gente tiene que saber por qué un libro cuesta 20 euros, por ejemplo. Hay quien dice ‘Joder, qué caro…’, pero claro, es que igual tiene una impresión especial o el lomo va cosido”.
Nos gusta incluir en la campaña -y en el libro- a todos los profesionales que participan en el proceso creativo: lo normal es que sólo se mencione al escritor y a la editorial
Esta dinámica incluye, claro, que el autor salga de la urna de cristal de la introspección creativa y se convierta en colaborador activo de la promoción. Ya no basta el escritor como cabeza pensante y no más, como rey del coito literario que en el punto final del libro se desentiende. “Los tiempos han cambiado. Aquí todos tenemos un proyecto y tenemos que implicarnos. El autor no pude ser el último eslabón de la cadena, sino el primero: para algo es el creador”, sostiene Roberto. Cree que la tónica del escritor aislado de su propia campaña “es, más que nada, una cuestión de costumbre”: “Eso no funciona, no es positivo. Vivimos en un mundo interconectado y es fundamental que el autor, con todo el talento y la capacidad que tiene, se involucre y promocione: no deja de ser él su propia marca”.
Carlos Mayoral ve aquí un paralelismo con la industria musical, en la que “se han cometido infinidad de tropelías protagonizadas por la discográfica de turno, y, al final, esos artistas han conseguido llegar a su público con su propio canal”: “Esa manera de llegar a otros ha provocado que el cariño entre músico y consumidor se filtre en primera persona, de modo que se pueda rentabilizar ese aprecio, esa conexión. Es impresionante, cuando los conoces, ver lo que son capaces de hacer para echarte una mano”. Él mismo -filólogo y colaborador habitual de Jot Down y El Español- cuenta con una agradecida comunidad de 32,3 K en Twitter, de la que, según Roberto Pérez, “procede la gran mayoría de sus mecenas”.
El escritor como producto
La cuenta de Mayoral se centra, sobre todo, en cuestiones lingüísticas y literarias. Escribe asociaciones elocuentes, rescata citas míticas, comparte artículos culturales que le interesan, responde a sus adeptos. “Lo que vimos en el perfil de Carlos es que su comunidad de seguidores, además de ser muy grande, era muy fiel. Nosotros entendemos Twitter como herramienta de conversación, de interacción, de diálogo y debate. Y Carlos tiene muy trabajada esa parte. Quien lo usa de forma unilateral no nos interesa”, opina Roberto.
Ahora mismo no tenemos un texto físico, así que el éxito o el fracaso nunca sería del libro -porque nadie ha tenido aún ocasión de leerlo-, sino mío
El autor ríe cuando le preguntamos si piensa que la era de las redes sociales -vinculada con la venta de libros- ha convertido al escritor en un producto: “Sí, me siento un producto en el buen sentido”, dice, divertido. “Se lo digo siempre a los chicos de la editorial: ‘Tío, ahora mismo no tenemos un libro físico, estamos en esto sin llevar el texto por delante, así que el éxito o el fracaso nunca sería del libro -porque nadie ha tenido aún ocasión de leerlo-, sino mío'. Si fracasa alguien, eres tú como personaje. Esa idea me agobiaba mucho”, confiesa.
Surge una pregunta: en el extremo negativo, ¿hasta qué punto se puede convertir la editorial o el autor en esclavos de los deseos del público y olvidarse de su propia intención, de su identidad personal? “Ese es nuestro reto más importante”, explica Roberto. “Nosotros queremos que se publique lo que quiera la gente, pero es cierto que puede convertirse en un arma de doble filo. Por ejemplo, imagina que una comunidad amplia quiere que se publique un libro sobre medicina alternativa que cura el cáncer. Aquí la editorial tiene responsabilidad y queremos ser cuidadosos con eso. Lo fundamental es un filtro de calidad mínima y que exista un interés temático”.
Nosotros queremos que se publique lo que quiera la gente, pero es cierto que puede convertirse en un arma de doble filo: sabemos que tenemos una responsabilidad como editorial
Para eso, Libros.com está preparando diferentes colecciones que tendrán directores especializados: “Profesionales relevantes que tengan mucho conocimiento sobre el tema. Por ejemplo, Antonio Rubio está llevando la colección de investigación. Eduardo Madina llevará la de Pensamiento… y ya no puedo adelantarte más”, sonríe el editor.
En el caso de Etílico, incluir, a partir de la encuesta, un capítulo con un nuevo autor -dado a elegir entre tres opciones que cuadraban dentro del hilo narrativo- no trastorna ni condiciona la dinámica del libro. Pero, ¿qué pasaría si se implantase el mismo método en una novela? “Bueno, aquí me voy a poner un poco cultureta”, esboza Carlos Mayoral. “Yo creo, como dijo Cortázar cuando escribía Rayuela, que una buena narración no necesita de un orden estricto para tener sentido”. Aquí el gen del escritor insurrecto, transformador, que tan bien casa con el afán de Libros.com. “Nos encanta hacer cosas nuevas que cambien las reglas del sector editorial. Y contar con autores que tengan tantas o más ganas que nosotros de hacer la revolución”.
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