Lo peor del puerto no está en la subida, sino en el latigazo de la última rampa, antes de empezar a tumba abierta la bajada. Si tienes un gramo de fuerza, no lo sueltes para llegar arriba el primero y agotado, guárdalo para arrancar en la cima y tirar abajo como si no hubiera un mañana. Curva, contracurva, carretera estrecha y abismo. Un descenso a lo loco, apurando la frenada. Jugándotela. Porque te la estás jugando. Hay mucho en juego, muchos intereses, que si el contrato, tu salario, los patrocinadores, la tele. “Si están dispuestos a matarse por unos segundos, cómo no van a matar por un maillot amarillo”. Es la lógica del nihilista, que construye su vida como una enmienda a la totalidad. O todo o nada, o éxito o fracaso. O eres un líder o eres un gregario.
La novela se titula Muerte contrarreloj (Destino) y la firma Jorge Zepeda Paterson, ganador del Premio Planeta 2014 con Milena o el fémur más bello del mundo. Después de tres novelas desvelando la podredumbre de la clase política y la corrupción, se ha pasado a matar en el Tour de Francia. “Si están dispuestos a matarse por unos segundos, cómo no van a matar por un maillot amarillo”. Les repito la frase que suelta el escritor en esta entrevista, porque es la cuestión que articula el libro: la lucha de clases.
Zepeda llegó de nuevas a las dos ruedas. Se empotró como reportero en varias vueltas, entrevistó a mecánicos, directores, ciclistas y periodistas especializados, apuntaba las clases magistrales de urgencia para entender qué era todo eso, de dónde salía esa épica y esas dosis de sacrificio. Él, que podría pasar por un ciclista retirado sin grasa sobre sus huesos, descubrió el maltrato al cuerpo, las exigencias emocionales y la entrega sin resistencia. En lo que se fijó el periodista y novelista fue en las gestas de los trabajadores, los invisibles. Esos que se entregan y vacían para que uno se lleve la fama. Tan dóciles, tan serviles. Tan sombras por un salario. Tantos Prudencios para sólo un Miguel.
Pensar mata
Porque Indurain sólo hay uno, pero solo no puede. Y Zepeda carga la trama en esa posibilidad imposible: y si el gregario se convirtiera en líder, iluminado por un toque de rebeldía. Un insumiso del pelotón. Imposible o casi. Recuero aquella anécdota de Mínguez y Horrillo, en la que el actual seleccionador nacional (!) le espetó al corredor, entonces juntos en Seguros Vitalicio: “Tienes buenas cualidades, pero nunca serás un buen ciclista. Tú piensas demasiado. La cabeza está hecha para usar el casco”. Piensa demasiado. Porque quien piensa, se resiste. Se rebela, se niega. Quien piensa puede darle la vuelta a los hechos consumados y Pedro Horrillo era el único ciclista de su generación con estudios superiores, en Filosofía. Pensar, pensaba. Demasiado. Por eso fue una estrella lejos del fatuo Mínguez.
“Así fue como con más seguridad como escritor me pasé a un lugar nuevo para mí, después de mis tres novelas anteriores. El ciclismo siempre me llamó la atención por la épica y el sacrificio y la estructura de una carrera por etapas me dio pie para montar una estructura clásica del género del crimen: uno de nosotros es el criminal y uno de nosotros puede ser la víctima. El Tour es como el Orient Express y el pelotón como un tren del que no se puede escapar. Una alegoría cerrada perfecta”, dice Zepeda, que ha preferido centrarse en el sabotaje por la victoria y pasar de puntillas por el dopaje, el drama mayor de este deporte.
Trabajar libera
Se centró en el gregario, en su historia, en su sometimiento. Sólo conocemos al maillot amarillo. Sólo nos interesa el éxito; la fuerza del trabajo, todos los que están abajo para que uno esté arriba, no tanto. “El oficio de ellos es perder”, dice el escritor. Y eso… eso quién quiere leerlo si estamos hablando de épica, carreteras adoquinadas, puertos imposibles y seis horas de carrera. El espectáculo no habla de los que pierden. Al espectáculo sólo le interesa el maillot amarillo. Porque mejor identificarse con el vencedor, no con el explotado.
Esto dice el personaje de Zepeda, como una voz interior del Tour: “Este año, como todos los anteriores, mi tarea esencialmente consistía en no ganar: estaba aquí para hacer triunfar a Steve. Soy un gregario; eso sí, el mejor del pelotón. Durante veintiún días tendría que protegerlo de los rivales, del viento cruzado, del hambre y la sed, de accidentes y tropiezos, y sobre todo de la alta montaña, donde sus enemigos podrían hacerlo trizas. Soy el trineo que permite a Steve llegar al último kilómetro antes de la cumbre con el mínimo esfuerzo posible, aunque para ello deba romperme y terminar la carrera en los últimos lugares”.
Traición o muerte
La exigencia máxima para el triunfo de otro, el mayor esfuerzo que no es en honor propio. Esto impactó en Zepeda y planteó los límites de la lealtad: ¿Qué es una traición? No hay mejor drama en el interior del pelotón que quien empieza a preguntarse. Porque la pregunta saca del redil. Marc, el gregario, se pregunta si no jugó la partida equivocada, si él no podría ser tan líder como Steve, si no podría experimentar el éxito en sus propias carnes y no en ajenas. El ego está en tensión durante 21 etapas. Lo que Muerte contrarreloj plantea es la posibilidad inagotable de la insurrección. De la soberanía.
“¿Qué es una traición?”. El escritor piensa. “Son preguntas que uno se hace en la vida laboral y en la vida de pareja: hasta dónde uno se traiciona para entregar la lealtad. La lealtad con terceros es una falsa lealtad, porque esa lealtad te obliga a renunciar a tu propia dignidad. Y al final, no te reconoces. Cuando Marc se rebela contra su lealtad, por fin es leal a sí mismo”, cuenta el autor. A la iluminación le acompaña su pareja, Fiona, que le induce a pensar sobre la toxicidad de una vida sometida.
Es el discurso del relato dominante: cada cual se conforma con la suerte que tiene. Y esto cala. Tienes lo que te mereces, lo que te ha tocado, lo que no puedes dejar de ser. Y eres un gregario. El peor esclavo es el que ni siquiera sabe que lo es. Un clásico del marxismo. Nunca nadie dijo que morder la manzana prohibida y salir de ese sueño llamado paraíso fuera fácil. Ese es el drama, atreverse a hacerlo. ¿A qué precio?