“El tormento de Nibali”, titulaba 'La Gazzetta dello Sport' en su edición del miércoles. Era el día siguiente del hundimiento del ‘Squalo’ en el Fai della Paganella, aquel puerto empinado donde se dejó dos minutos que, sumados a los dos de la cronoescalada de Alpe di Siusi y a otras pérdidas repartidas por un Giro d’Italia en el que jamás había mostrado su mejor cara, totalizaban los casi cinco minutos de desventaja que acusaba en la general respecto del sorprendente líder Steven Kruijswijk (LottoNL-Jumbo). Valverde, por su parte, estará tercero en el podio.
“Dejadme en paz. No quiero dar ninguna entrevista. ¿Por qué queréis herirme el orgullo más aún? Ya estoy destrozado”. Se lo dijo a la misma 'Gazzetta' la noche del martes. Era un momento de absoluto hundimiento, de dudas, de rumores de retirada porque marchar cuarto era demasiado poco para uno al que sólo vale ganar. “Hay algo que no funciona”, reconocía su entrenador, Paolo Slongo, que hablaba de “25 vatios menos” en el motor de su pupilo. Incluso le hicieron tests para certificar que no había ningún enemigo invisible mermando su cuerpo.
Tres días después, Nibali despegó subiendo el Agnello y voló en su descenso para eliminar a Kruijswijk. Más tarde, el mismo día, sometió al líder virtual Esteban Chaves (Orica-GreenEdge) en el ascenso final a Risoul. Hoy, en el capítulo final de este inmenso drama llamado Giro d’Italia, ejerció su superioridad para despojar al colombiano de una ‘maglia rosa’ que se antojaba prestada.
En cierto modo, fue la imposición de la lógica. Vincenzo Nibali era el campeón de mayor relieve entre los ciclistas presentes en este Giro d’Italia, el único con dos o más grandes vueltas en su palmarés, con un equipo a su altura, con todos los intangibles a su favor por aquello de ser el ídolo local (la moto delante de él en la subida y el llano para ofrecerle rebufo y detrás en las bajadas para permitirle trazar) y de la experiencia que le permitía dominar psicológicamente una carrera que se corrió a su son incluso cuando era inferior a los demás.
Chaves cayó hoy con dignidad. Su Orica-GreenEdge supo capitalizar sus escasas fuerzas y, ayudado por las tácticas ajenas, pudo llevar la carrera controlada hasta el penúltimo puerto, el Colle della Lombarda, inutilizado así los iniciales Vars y Bonette. Fue ahí que Astana impuso su marcha, con el enorme Michele Scarponi cocinando a los favoritos en espera de que su líder los triturara.
“Esperé a estar a 1900 metros de altitud porque notaba que iba más fácil que los demás”, explicó Nibali. Quiso que la falta de oxígeno le ayudara a ratificar su superioridad. Ya estático y en meta, los primeros en felicitarle fueron los padres del propio Chaves, quien en meta se dijo satisfecho. “Si hace tres años me hubieran dicho que iba a subir al podio del Giro, no me lo hubiera creído”, dijo pensando en aquella caída en febrero de 2013 que le destrozó el brazo derecho y puso su prometedora carrera deportiva en solfa.
El otro gran triunfador del día fue Alejandro Valverde (Movistar Team). El murciano acudió al Giro con las máximas aspiraciones y posibilidades, no obstante el hecho de no haber competido nunca antes en la ‘corsa rosa’. La realidad es que sólo mostró dos momentos de debilidad en las tres semanas de carrera: en el Giau, durante la etapa dolomítica del pasado sábado, y ayer en el Agnello. Eran dos de los tres puertos más altos del recorrido y en ellos se dejó el tiempo que le ha separado del triunfo absoluto.
Valverde acusó en estas circunstancias la altura, la falta de oxígeno en sus piernas en esos instantes de escalada por encima de los 2000 metros. Hoy, con la lección aprendida, Movistar condujo la subida al Col de la Bonette (2715 metros en su cima) para evitar movimientos que incomodaran a su líder, que antes del Giro se concentró en Tenerife pero durmió a la vera del mar en lugar de en el Teide, donde su cuerpo se hubiera adaptado a convivir con la altitud. Nibali o Kruijswjik sí lo hicieron.
No obstante, el balance de Valverde sólo puede ser sobresaliente. Capturó una bella victoria de etapa en Andalo, tras la cual declaró que su objetivo para lo que restaba de Giro era subir al podio de Turín. Dicho y hecho: hoy se encaramó al cajón con una actuación potente y sólida en la que se demostró el segundo mejor entre los favoritos, sólo superado por Nibali, y distanció lo suficiente al derrotado Kruijswijk, que compitió con una costilla rota. A falta del trámite de mañana, el ‘Bala’ añade a su legendario palmarés el hito de haber subido al podio de las tres grandes vueltas.
Otro español que destacó en el día de hoy fue Mikel Nieve. El navarro es uno de los marineros de Sky que se encontró sin patrón por la retirada de Mikel Landa. Fue quien mejor se rehízo, anotando una bella victoria en Cividale del Friuli y siendo protagonista en las escapadas de las jornadas más duras de la carrera. Su constante presencia en las fugas le ha valido para arrebatar hoy a Damiano Cunego (Nippo-Fantini) la victoria en la clasificación de la Montaña. El triunfo en la etapa de hoy correspondió a otro gregario que perdió a su líder, el estonio Rein Täaramae (Katusha), quien capitalizó la libertad que desafortunadamente le concedió la caída ayer del ‘sputnik’ Ilnur Zakarin.
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