Línea, línea y línea. La forma de cerrar el partido fue suficiente para comprender por qué Jelena Ostapenko tiene hechuras de jugadora grande. A los 19 años, la letona se convirtió en la semifinalista más joven de Roland Garros en una década (Ana Ivanovic, en 2007) tras remontar 4-6, 6-2 y 6-2 a Caroline Wozniacki, que seguramente se sintió como un osito de peluche en manos de un elefante. Ostapenko, que buscará la final el próximo jueves ante la suiza Bacsinszky (6-4 y 6-4 a Kristina Mladenovic), se llevó por delante a la ex número uno del mundo con un vendaval ofensivo de 38 golpes ganadores y levantó una mano para presentarte: soy muy joven, pero aquí estoy, he venido a ganar y quiero conseguirlo haciendo que todo pase por mi raqueta.
“Lograr este resultado con 19 años es increíble”, celebró en las escaleras de los vestuarios Anabel Medina, la entrenadora de la letona, mientras recibía las felicitaciones de Martina Navratilova, campeona de 18 grandes. “Me está sorprendiendo mucho la capacidad que tiene para afrontar los momentos importantes. Eran sus primeros cuartos de Grand Slam y ha cerrado el partido como una campeona”, prosiguió la española, que antes del encuentro cogió la pizarra para trazar un plan contra la danesa, de las mejores defensoras del circuito. “El planteamiento pasaba porque Jelena jugase muy agresiva, que le cerrase la pista a Wozniacki. Lo más importante era atacar, pero sin prisa. A veces se precipita un poco, así que tenía que preparar bien el punto y elegir adecuadamente los cambios de dirección. No ha podido hacerlo mejor”.
Al principio, Wozniacki encontró refugio en el viento, que ayuda a las jugadoras que juegan con margen y penaliza a las que viven del riesgo. Con el temporal desatado, Ostapenko vio cómo el aire se llevaba sus tiros y no pudo evitar quejarse, moviendo las manos para expresar lo que le molestaban las condiciones. Cuando los remolinos frenaron, la letona se calmó y empezó a pegar estacazos. Wozniacki padeció entonces lo que les espera a muchas otras cuando se midan a la letona en el futuro: hay pocas jugadoras que le peguen con esa violencia a la pelota desde los lados de la pista, quizás Serena Williams y pocas más.
Ostapenko, que en octavos ya había remontado a Samantha Stosur de la misma forma que a Wozniacki (arrollando después de perder el primer set), es el ejemplo perfecto de una transformación sorprendente: fuera de la pista es capaz de bailar un tango con una suavidad que hipnotiza, dentro es una bestia como las que ha visto pocas el circuito.
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