Para el aspirante, fue un final duro y triste. Tras mandar al limbo un remate que cualquier otro día habría metido con los ojos cerrados, Pablo Carreño gritó de dolor, agachó la cabeza y dijo adiós a Roland Garros. Durante el partido más importante de su vida, que le enfrentaba a Rafael Nadal por el pase a las semifinales del segundo grande del año, el gijonés se lesionó el abdominal izquierdo (sacando con 2-5 y 30-30), intentó aguantar un poco (se marchó con el fisioterapeuta al vestuario y volvió vendado) y acabó tomando la decisión de retirarse (2-6, 0-2 y abandono) con un nudo en la garganta, dejando el camino libre para que el mallorquín busque el próximo viernes su décima final en el torneo contra Dominic Thiem, vencedor 7-6, 6-3 y 6-0 de Novak Djokovic. [Narración y estadísticas]
“El desgaste es mínimo”, recordó tras el pase a semifinales Carlos Moyà, uno de los entrenadores del campeón de 14 grandes. “En un torneo tan largo como este viene bien, pero si logras superar un partido con dificultades tampoco viene mal”, prosiguió el ex número uno mundial, que ha visto cómo el mallorquín consumía tan solo 7h53m para alcanzar la penúltima ronda, sin ceder ni un solo set por el camino. “Al final, lo importante es llegar. Y creemos que llegar así es la manera ideal de hacerlo”, cerró el campeón de un grande.
“No sé si necesito un partido así o no”, respondió Nadal cuando le preguntaron si aterrizar en las semifinales tras cinco encuentros fáciles podía volverse en su contra. “Es diferente lo que pasó en el Abierto de Australia. El clic uno lo necesita cuando viene jugando con dudas. Entonces llevaba meses sin jugar, una temporada sin conseguir grandes resultados”, insistió el balear, que se clasificó para semifinales cediendo tres juegos menos que en 2008 (22 por 25). “Un encuentro así te puede dar un cambio importante en tu juego, pero ahora vengo con una línea muy buena, son casi seis meses seguidos jugando bien”, prosiguió el español. “Soy consciente de que he jugado bien todo el torneo: hasta el momento no me puedo quejar de nada”.
Antes de la retirada de Carreño, un partido bien feo, horrible. Con un desagradable vendaval desatado sobre la pista, los dos oponentes sufrieron para jugar con normalidad y se desangraron en errores no forzados (con 11 acabó Nadal, con 20 Carreño) que ensuciaron lo que debería haber sido un interesante cruce entre dos de los mejores tenistas del año. Sin alardes, el balear intentó tirar con margen, adaptarse al viento, aceptar que muchos de sus tiros acabarían marchándose fuera.
Como tantas otras veces, y aparcando la brillantez, Nadal consiguió domar al aire, hasta que Carreño se hizo daño en el abdominal (sufriendo horrores para sacar) y la victoria le cayó en las manos. Un segundo servicio abierto en el final de la primera manga (con 2-5 y 30-30) provocó lo inevitable tras la lesión: que el gijonés decidiera sacar bandera blanca. Si ganar a Nadal estando sano es complicado, intentarlo con una limitación tan grande es prácticamente imposible.
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