Incluso en sueños es difícil pedir más. El sábado por la tarde, Jelena Ostapenko se proclamó campeona de Roland Garros al remontar 4-6, 6-4 y 6-3 a Simona Halep un partido que tenía perdido (4-6 y 0-3) y que gobernó de la mano de un tenis mercurial (54 golpes ganadores) con el que se presentó a ojos del mundo entero de una manera que no se le ocurriría ni al mejor guionista de Hollywood: la letona, que cumplió 20 años el pasado jueves, inauguró su palmarés con un Grand Slam. [Narración y estadísticas]
“No me lo puedo creer, estoy viviendo un sueño”, acertó a decir Ostapenko, la ganadora más joven de un grande desde Maria Sharapova en el Abierto de los Estados Unidos de 2006. “Mi tenis siempre ha sido así de agresivo, cuando puedo buscar un golpe ganador lo intento. Es mi forma de jugar, me gusta pegarle fuerte a la bola”, prosiguió la letona, que gracias a esa determinación se mantuvo viva en el encuentro. “He querido seguir siendo agresiva, creo que ella ha tenido más presión y eso me ha ayudado en los puntos clave, en esos momentos he podido dar la vuelta al partido”, cerró Ostapenko, que con la victoria ascenderá 35 posiciones (del 47 al 12) y se quedará a las puertas del top-10.
“Ha creído muchísimo en ella y en ningún momento ha bajado la cabeza y se ha rendido”, le siguió Anabel Medina, la entrenadora de la letona. “Si con esa forma de jugar baja la cabeza… se le van todas fuera”, añadió la valenciana, a la que se le saltaron las lágrimas en la grada después del último punto del partido. “Me siento orgullosa de lo que hemos hecho estas dos semanas, todavía no me lo creo”.
Del marcado choque de estilos nació una final muy atractiva para los espectadores, que se juntaron en la grada bajo un sol de justicia (28 grados) con la intención de ver nacer a una nueva campeona de Grand Slam. Sin miramientos, Ostapenko salió con la idea de tirar abajo las defensas de Halep con su tenis cortante de siempre, martilleando todos sus golpes hasta más allá del extremo.
La letona, que rompió en blanco el saque de la número tres en el primer juego del partido y cedió el suyo inmediatamente después (volvió colocarse 3-2 y servicio, pero cedió de nuevo la ventaja), no fue capaz de encontrar un balance entre tanto riesgo, y por ahí se le fueron sus oportunidades en el parcial inaugural, amarrado por su contraria.
Halep, que ganó la primera manga con un solo golpe ganador (por los 14 de Ostapenko), supo adaptarse al juego que le propuso la letona y se frotó las manos cuando empezó a ver los resultados que estaba provocando: obligada a moverse de lado a lado, a ver volver una bola extra que posiblemente no esperaba, Ostapenko entró en colapso y no supo elegir qué bola no podía destrozar, como quedó en evidencia. Halep aprovechó las malas decisiones de la 47 mundial y se colocó a un paso de la copa (6-4, 3-0 y tres bolas para 4-0), imaginándose ya con el trofeo en sus brazos.
Con 20 años recién cumplidos, a Ostapenko no le vino grande su primera final de un Grand Slam. Estando fuera del partido, la letona firmó una reacción que ya le habría gustado a más de una: ganó cuatro juegos consecutivos, se llevó la segunda manga y se plantó en la tercera repartiendo de lo lindo. Sin renunciar a su esencia, que es la de hacer que todo pase por su raqueta, Ostapenko coronó el parcial decisivo con una fe en sí misma envidiable para ser una novata.
Al final de la tarde, lo vio París y también el resto del planeta: Ostapenko es una estrella que acaba de nacer.
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