A los 26 años, y en la pista más grande del planeta, Pablo Carreño desenvolvió un regalo de los que cuestan una vida entera de esfuerzo y sacrificio. El español jugará sus primeras semifinales de Grand Slam en el Abierto de los Estados Unidos tras derrotar 6-4, 6-4 y 6-2 a Diego Schwartzman y metió los dos pies en el top-10, donde aparecerá por primera vez la semana que viene si los resultados de sus perseguidores le acompañan. Eso, sin embargo, importa poco a día de hoy: el próximo viernes, Carreño intentará clasificarse para la final del último grande de la temporada Kevin Anderson, vencedor 7-6, 6-7, 6-3 y 7-6 de Sam Querrey. Sí, ha llegado el momento: el día más importante de su carrera ya está aquí. [Narración y estadísticas]
“Llegar a las semifinales es algo que veía un poco lejos”, se arrancó Carreño tras la victoria, que también le deja en una posición muy buena (sexto) para llegar a la Copa de Maestros, la cita que reúne a los ocho mejores del curso en el O2 Arena de Londres. “Encaré el torneo con entusiasmo e ilusión, pero no pensaba que podría llegar hasta aquí. Es cierto que he tenido un inicio de cuadro más asequible que me ha ayudado a coger ritmo y confianza”, prosiguió el español, que en sus cuatro primeros encuentros se midió a rivales de la fase previa. “Estoy muy contento, muy emocionado. Es algo muy importante. Pensaba que los cuartos de final de Roland Garros eran difíciles de volver a repetir. He tenido que mejorarlo todo para llegar hasta aquí, mi juego, mi mentalidad… Ahora tengo una oportunidad única de seguir avanzando”, cerró Carreño, ya convertido en el cuarto español de la última década (Rafael Nadal, David Ferrer y Fernando Verdasco) semifinalista de un Grand Slam.
Schwartzman, que acabó medio cojo su partido de octavos contra el francés Pouille (con una sobrecarga en el aductor de la pierna derecha que le impidió entrenarse con normalidad el lunes), entró frío al cruce con Carreño y eso le costó un break de inicio (0-2) que no pudo recuperar, pese a conseguir asentarse con el paso del tiempo. Cuando el argentino quiso dase cuenta, cuando se fabricó sus opciones más interesantes (4-3 y 0-40 en el segundo parcial, 1-3 y 0-40 en el tercero intentando reaccionar), el español se había amurallado sobre su juego seguro desde el fondo de la pista, y eso que llegó a perder los nervios en mitad del encuentro, tal era la tensión, tan buena la oportunidad de los dos oponentes para llegar a semifinales.
“¿Qué me está diciendo?”, le dijo Carreño a Carlos Ramos, el juez de silla de su partido que le sancionó por recibir instrucciones de Samuel López (su entrenador) desde la grada. “¿Cómo me va decir nada desde allí si yo estoy en el otro lado? ¡Pero si no se escucha una mierda lo que dice!”, ¿Quieres igualar el partido o qué pasa?”, le gritó el número 19 al árbitro portugués, aunque la discusión acabó teniendo el mismo efecto que un garbanzo en una piscina olímpica.
A Carreño, que anuló casi todas las opciones de rotura que su contrario se fabricó para intentar volver al partido (8 de 10), no le tembló la mano para ganar siendo agresivo (30 ganadores por 30 errores no forzados) y controló los peloteos con firmeza desde atrás, la misma zona de la pista en la que se plantó Schwartzman para discutirle el triunfo sin éxito ninguno: el español supo mantener su ventaja en el primer set, ganó el segundo en el instante clave (con su oponente sacando para poner el 5-5) y cerró el partido en tercero siguiendo la línea del arranque (2-0), imperturbable ante las emociones que se le vinieron encima según se fue acercando la hora de cerrar su clasificación para la penúltima ronda.
Así, con serenidad y sin sudores, escribió Carreño el día más bonito de su carrera, que sin embargo no podrá celebrar. Plantarse en las semifinales del Abierto de los Estados Unidos sin perder un set es increíble, pero para llegar a la final necesita dar todavía un poquito más.
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