“A mi edad sería muy arriesgado perseguir el número uno. Esto es algo que no va a cambiar en el futuro”.
Antes de enfrentarse este sábado a David Goffin en las semifinales de la Copa de Maestros, Roger Federer pudo decirlo más alto, pero no más claro. El suizo, que superó la fase de grupos invicto (3-0), acabará el año a 140 puntos de la cima que ocupa Rafael Nadal (10.505 por los 10.645 del español) si consigue ganar su séptimo título en el torneo que reúne a los ocho mejores de la temporada. Ese escenario va unido a otro todavía más interesante: Federer podría arrebatarle el trono de la clasificación a su máximo rival en el arranque de 2018 si juega algún torneo previo antes del Abierto de Australia, algo que no ocurrirá en ningún caso.
Como en 2017, el suizo comenzará el curso representando a su país en la Copa Hopman junto a Belinda Bencic. La prestigiosa cita por equipos, que se celebra en Perth a la vez que los torneos de Brisbane, Doha y Pune, tiene el respaldo de la historia (se juega desde 1989), pero no otorga puntos oficiales para el ranking, por lo que Federer no le quitará el número uno a Nadal antes del primer Grand Slam del año y luego lo tiene complicado al defender 4.000 puntos hasta el mes de abril (campeón en el Abierto de Australia y en los Masters 1000 de Indian Wells y Miami).
¿Por qué no forzar entonces y cambiar la Hopman por un evento que le permita intentar el asalto de la primera posición de la tabla?
“Al principio era como un niño en una tienda de golosinas”, explicó el número dos, que se ha clasificado para las semifinales de la Copa de Maestros en 14 de sus 15 participaciones. “Cuando el tiempo pasa es diferente. Juegas por motivos diferentes. Juegas con las siguientes generaciones, pero ahora eres el veterano y ellos son los jóvenes. Lleva un tiempo acostumbrarse”, prosiguió el campeón de 19 grandes, que si pasa a la final se encontrará con el ganador del otro cruce entre Grigor Dimitrov y Jack Sock. “Quizás, la satisfacción es que cuando gano en los mejores torneos del mundo, como en este, sé que lo normal no es estar aquí. Por eso, lo valoro más que antes”.
A los 36 años, Federer ha descartado hacer locuras para volver a lo más alto de la clasificación porque su objetivo es aspirar a ganar títulos importantes, y para eso necesita una gestión del esfuerzo medida al detalle, exactamente como la de este año. Si algo tiene claro el suizo, si algo ha demostrado durante 2017 jugando los torneos que ha querido y tomándose varios descansos largos, es que no puede disputar los mismos encuentros que cuando era más joven (56 esta temporada, por los 97 de 2006 o los 85 de 2005) para llegar listo a la pelea por los trofeos importantes, los que a estas alturas pueden agigantar su leyenda.
El número uno, que ha retenido durante 302 semanas, no es uno de esos, aunque luego pueda llegar a sus manos sin buscarlo a conciencia.
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