Al final de la noche, Garbiñe Muguruza salió del estadio Margaret Court y cruzó la puerta del vestuario después de haber vivido un extraño estreno en el Abierto de Australia. La española, que llegó al encuentro con dos retiradas en sus primeros torneos de la temporada (Brisbane y Sídney), venció a Jessika Ponchet (6-4 y 6-3) en un partido difícil leer y misterioso de principio a fin, a ratos imposible de digerir. El triunfo, en cualquier caso, clasificó a la número tres del mundo para disputar el próximo jueves la segunda ronda del torneo contra Su-Wei Hsieh (0-6, 6-0 y 8-6 a la china Zhu) en una interesante prueba de su estado físico, una incógnita al aterrizar días atrás en Melbourne que no resolvió del todo en su punto de arranque en el primer grande del curso. [Narración y estadísticas]
“Me he sentido mejor que en el último partido, aunque no al 100%”, reconoció Muguruza tras la victoria sobre sus problemas en el aductor de la pierna derecha. “Es complicado recuperarte cuando tienes que jugar. Aprovecharé mañana el día de descanso para intentar hacerlo”, añadió la campeona de dos grandes. “Además, ella me ha sorprendido. El problema es que tampoco he podido encontrar mucha información sobre Ponchet. Me he quedado impresionada porque ha sido imprevisible. Es un estilo de juego interesante que se ve muy poco”.
“Ha sido un inicio de torneo complicado”, explicó Anabel Medina, la capitana española de Copa Federación, que presenció el cruce en la pista. “Garbiñe venía con molestias y encima se ha encontrado con una jugadora totalmente sorprendente. Siempre es complicado enfrentarte a una tenista que no sabes cómo juega, pero en el caso de Ponchet más aún porque es una rival muy talentosa”, prosiguió la valenciana sobre la 256 mundial, invitada por la organización del torneo. “Tiene mucho mérito debutar con victoria en un partido tan extraño”.
Muguruza, que apareció con un vendaje en el muslo de la pierna derecha tras el colapso de calambres que sufrió en Brisbane y las molestias en el aductor de Sídney, se movió sin temor a hacerse daño, corriendo a por pelotas exigentes y apoyándose con relativa normalidad. Esa libertad en los desplazamientos fue el mejor síntoma posible para la española, que en las jornadas previas a su debut se había entrenando con suavidad para redoblar las precauciones del aductor de la pierna derecha.
Sobre el cemento, la desconocida Ponchet puso en muchos aprietos a Muguruza con un juego enigmático y difícil de leer. La francesa, de golpes técnicamente inusuales y poco vistosos (una empuñadura peculiar y el revés a una mano), demostró una capacidad innata para cambiar los ritmos y descifrar la pista, gracias a un posicionamiento extraordinario. Con una bola alta por aquí y un tiro directo por allá, Ponchet mezcló ataques afilados como dagas con pelotas muertas. La francesa, poseedora de un descomunal talento, se llevó durante el cruce muchos de los aplausos de una grada impresionada por los trucos de la aspirante.
Sorprendentemente, Garbiñe respondió bien ante el desconcierto de encontrarse peleando un partido sin estructura que comenzó con break (1-0), que se le complicó luego (2-2) y que inclinó hacia su lado rompiendo el saque de Ponchet un poco más tarde (5-3) para hacerse con la primera manga. La francesa, que siguió haciendo malabares en el segundo parcial, terminó inclinada por la española, pero cayó con honores: Muguruza avanzó en el primer grande del año sin alardes; Ponchet se marchó dejando una huella importante en su estreno en un torneo del Grand Slam.
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