Fueron 47 minutos de descarnada furia en los que Ruben Bemelmans no vio venir por ningún lado los golpes de Roger Federer. Casi sin tiempo para romper a sudar, el belga se marchó derrotado de la pista central de Rotterdam siendo incapaz de entender qué había pasado para caer 1-6 y 2-6 en menos de una hora y dejar al suizo en la segunda ronda, que este jueves jugará ante Philipp Kohlschreiber (12-0 en el cara a cara). A Federer, que está a dos victorias de recuperar el número uno mundial para romper un récord de longevidad impensable, le ampara en su aventura lo mismo de los últimos tiempos: está jugando al tenis mejor que nunca, como si fuese el protagonista principal de una serie de dibujos animados en la que pasan cosas restringidas en la realidad.
“Ha sido fantástico disputar un partido tan rápido”, reconoció Federer al llegar a la sala de prensa, vistiendo una chaqueta negra con sus iniciales bordadas en color blanco a la derecha del pecho. “Uno necesita marcarse objetivos cuando está en la búsqueda del éxito, y yo tengo ahora mismo vibraciones muy positivas”, prosiguió el suizo, que con el triunfo se colocó a 110 puntos de la cima que ocupa Rafael Nadal. “Las niñas seguro que se emocionarían mucho”, continuó el campeón de 20 grandes. “Ni siquiera sé si saben que tengo una buena ocasión de recuperar el número uno en unos días”, añadió. “Todo esto… es para mi equipo y para todas las personas que me han ayudado a recuperar el nivel”.
La rapidísima pista cubierta de Rotterdam abrazó el juego de Federer con los brazos bien abiertos. La propuesta ofensiva del suizo (91% de puntos ganados con su primer saque, cuatro puntos cedidos al servicio, 27 ganadores y siete errores no forzados) encontró en las herméticas condiciones de la central del torneo holandés una ruta abierta hacia la victoria, destripando sin apuros a un Bemelmans deslumbrado por los tiros de Federer, que pese a ganar en menos de 50 minutos pudo producir algunos golpes bellísimos, tan complicados de elaborar (¡de espaldas!) como agradables de admirar por los que ocupaban las butacas.
Al paso de la tormenta provocada por el suizo en Rotterdam, los acelerados aplausos del público reflejaron una contradicción: asombro por un juego tan letal y tristeza porque la función terminase casi antes de haber empezado. Federer, sin embargo, mantiene la esperanza de poder conseguir algo que debería ser suficiente para contentar a la grada. Si nada raro ocurre, y no tiene pinta porque ni Kohlschreiber (segunda ronda) ni el ganador del Robin Haase-Tallon Griekspoor (cuartos de final) están en condiciones de pelearle nada a esta versión eminente del suizo, el mejor jugador de la historia recuperará el número uno del mundo el próximo sábado metido de lleno en los 36 años.
No hay otro motivo que tenga más peso para sacar la cámara, empezar a disparar sin control y guardar todo lo que salga de esa tarde para comprender el día de mañana qué imposibles destrozó un tenista irrepetible.
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