“¡Se está cayendo el cielo!”.
El martes a media mañana, mientras una tremenda tormenta descargaba agua sobre Roma y obligaba a retrasar el inicio de la jornada casi tres horas, el restaurante de jugadores del torneo se llenaba de tenistas acompañados por sus equipos, abarrotando el espacio y convirtiendo en imposible la sencilla tarea de encontrar una silla vacía. En una de las mesas más cercanas al fondo de la sala, Rafael Nadal y los suyos (Francis Roig, uno de sus entrenadores; Tomeu Salvà, amigo y técnico en la academia de Manacor; y Rafael Maymò, fisioterapeuta y mano derecha) mataban el tiempo jugando al parchís, mientras María Francisca Perelló, la novia del balear, observaba las partida con interés. Forzado a entrenarse por la tarde en otro club como consecuencia de la lluvia, el mallorquín debutará este miércoles en el quinto Masters 1000 de la temporada ante Damir Dzumhur (6-3 y 6-1 a Fernando Verdasco) con un objetivo bien claro: limpiar las malas sensaciones de su último partido y volver a la línea arrolladora de Montecarlo y Barcelona.
“Este es un deporte en el que no hay mucho tiempo para pensar en lo que sucedió”, dijo Nadal, que pese a tener siete títulos en Roma no gana el torneo desde 2013. “Cada semana pierden todos los jugadores excepto uno. Perder es parte de nuestra vida, así que no hay ningún problema con eso”, prosiguió el número dos mundial, al que una octava corona en el Foro Itálico le devolvería la primera posición de la clasificación, en manos de Roger Federer desde el lunes tras la derrota del español en los cuartos de Madrid. “No voy a ganar cada semana que juego, lo sé”, insistió el balear. “Estoy muy feliz por cómo he regresado después de la lesión: ganando dos torneos, haciendo luego unos cuartos de final y teniendo aquí otra oportunidad de jugar bien”.
“Siempre es mejor llegar ganando”, le siguió Roig, el entrenador que acompaña al campeón de 16 grandes en Roma esta semana. “La derrota le dejó un poco tocado un par de días, pero él sabe de sobra que este período es muy importante en su calendario, que no debe darle más vueltas”, añadió el técnico catalán. “Al final… contra Thiem salió bien a la pista, pero luego no tuvo el control del partido. Nadal tiene el control en el 99% de los encuentros que juega y esto le puso un poco tenso. En Madrid es más difícil encontrar soluciones porque todo pasa más rápido. Y Rafa sabía cómo tenía que jugar, pero no fue capaz de ejecutarlo”.
El domingo, y acompañado por Carlos Moyà (ya de vuelta en Mallorca tras pasar dos días en Roma), Roig y Salvà, Nadal se entrenó por primera vez en el Foro Itálico y el resultado no le dejó satisfecho. Con la cabeza todavía en la derrota de Madrid, dolorosa por la forma más que por cualquier otra cosa, el balear estuvo lejos de completar una práctica de calidad, que es como llaman los jugadores a un entrenamiento de nivel. El lunes, cuando el mallorquín regresó al vestuario después de casi dos horas de preparación que terminaron en un inusual peloteo con Maria Sharapova, el número dos supo que estaba cerca de olvidarse de superar el mal trago que vivió en la Caja Mágica.
Con el tiempo corriendo en su contra, el debut ya encima, Nadal está obligado a hacer lo que siempre le ha distinguido: reponerse después de un golpe, por muy duro que sea. El título de Roma y el inicio de su preparación para Roland Garros (desde el próximo 27 de mayo) son incentivos más que suficientes para ponerlo todo de su parte.
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