No hay secretos: la confianza se recupera con victorias. Tras perder el pasado viernes en Madrid su primer partido sobre tierra batida en casi un año, Rafael Nadal debutó en el torneo de Roma ganando a Damir Dzumhur (6-1 y 6-0), el primer paso para reengancharse a la línea que traía adquirida de Montecarlo y Barcelona antes de intentar el asalto a una undécima copa de récord en Roland Garros, que comienza el próximo 27 de mayo en París. El jueves, al campeón de 16 grandes le espera Denis Shapovalov (7-6, 6-7 y 6-3 a Robin Haase) por el pase a los cuartos de final en el Foro Itálico. [Narración y estadísticas]
“Una derrota siempre es una derrota”, se arrancó Nadal cuando le preguntaron cómo le había afectado lo sucedido en Madrid. “Cuando pierdes te quedas tocado, como es lógico. También es cierto que venía de muchos partidos seguidos jugando bien en tierra. Una victoria como la de hoy es positiva”, prosiguió el mallorquín, que firmó su arranque más contundente de siempre en el torneo. “He salido a la pista con la convicción de hacer lo que he hecho, y he ganado de forma contundente. ¿Me da confianza la victoria de hoy? Creo estoy con confianza, he jugado bien durante todo este tiempo”, insistió el tenista. “Una derrota tampoco puede borrar lo bueno que venía pasando”.
“Una victoria así ayuda”, coincidió Francis Roig, el entrenador que acompaña al número dos en el Foro Itálico. “Ha hecho un partido muy bueno y se ha encontrado cómodo. Lo mejor es que ha jugado muy fácil, sin mucho esfuerzo y con precisión”.
Mientras esperaba en el vestuario para salir a jugar, ya vestido con ropa de tenista después de cumplir con la rutina de darse una ducha de agua fría, Nadal vio por televisión cómo Dominic Thiem destrozaba su raqueta con furia antes de caer a la primera con Fabio Fognini (4-6, 6-1 y 3-6). En consecuencia, se le despejó su camino en el torneo, amenazado de nuevo por la presencia de austríaco en unos hipotéticos cuartos de final, lo mismo que ocurrió en Montecarlo (ganó el balear 6-0 y 6-2) y en Madrid (venció Thiem 7-5 y 6-3).
Con la imagen del austríaco marchándose eliminado bien presente, Nadal arrancó enérgicamente y no le dejó a su rival ni las migajas. En 18 minutos, el español mandaba 4-0 tras romperle dos veces el saque a Dzumhur, divido entre el enfado y la frustración. Poseído por los demonios, algo muy lógico después de que el balear le ganase un punto devolviendo la pelota de espaldas con un manotazo imposible, el bosnio perdió cualquier esperanza de levantar los brazos para celebrar el triunfo. Es decir, se rindió.
Con la primera manga amarrada por Nadal, el español comenzó la segunda arrebatándole el servicio a su oponente con un resto ganador demoledor (¡qué derechazo!) y Dzumhur perdió las ganas, reventando definitivamente su plan de juego con malísimas ideas, como subir constantemente a la red (su contrario se dio un festín de tiros pasantes) o disparando bolas sin control (le costó terminar con casi 30 errores no forzados), algo que no es lo suyo porque carece de un tiro definitivo para desbordar al rival.
Así, en tan solo una hora, Nadal devoró su estreno en Roma y recuperó un poco de lo que más necesita un tenista dentro de una pista: la confianza.
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