Fue un golpe con dos consecuencias directas, escalonadas y brutales. Una derecha ganadora de la desconocida Karolina Muchova puso en jaque a Garbiñe Muguruza. Ese drive paralelo de la checa, 208 del mundo, le permitió empatar su partido de segunda ronda del Abierto de los Estados Unidos contra la española (3-6 y 6-4) y hundió a la campeona de dos grandes. En una reacción fabulosa, Muchova se llevó la tercera manga, levantó los brazos (3-6, 6-4 y 6-4 en 2h27m) y se citó con Ashleigh Barty (7-5 y 6-3) por una plaza en los octavos de final. En la celebración de la ganadora, el punzante dolor de la derrotada: Muguruza se marchó rota, con la cabeza agachada y las lágrimas a punto de salir ante una crisis abierta de par de par. Su peor temporada desde que es alguien en el circuito sigue volviéndose más negra.
“Ella ha empezado a meter las bolas dentro y esa es una gran diferencia”, explicó Muguruza a cuatro periodistas cerca de las dos de la mañana en el jardín de jugadores del torneo. “Seguramente también he ayudado yo a que jugase bien y luego ha aumentado muchísimo el nivel”, añadió la española, con la cara oculta por una gorra de béisbol negra. “Mi objetivo ahora es reunirme con mi equipo y volver a planear la gira asiática. Es un momento triste porque era el último Grand Slam y una siempre quiere hacerlo mejor”.
En la nueva pista Louis Armstrong, estrenada este año, las dos oponentes acabaron jugando bien entrada la madrugada ante algo menos de 100 personas. Los que se quedaron allí vieron una historia mil veces repetida en la carrera de la española. Tras arrasar a Muchova en una primera manga fabulosa, Muguruza se descompuso como un azucarillo en agua. De la nada, la checa entró al partido y se quedó hasta el final, creciendo más y más según fueron pasando los minutos hasta que terminó firmando una victoria que sacudió con fuerza a la española, desdibujada cuando el encuentro se llenó de curvas.
Sin experiencia en partidos ante las mejores, Muchova compitió como si llevase toda la vida enfrentándose a contrarias como Muguruza, con inteligencia y sin presión. Con una valentía a prueba de bombas (41 ganadores), la checa logró destrozar las débiles defensas de la número 12, que llegó a dominar 2-0 y saque la manga decisiva, que no fue capaz de mantener la ventaja y que como siempre en situaciones de presión perdió los nervios, y con ellos la claridad para buscar soluciones.
El triste final de Muguruza en el último grande del curso pide a voces lo que sus resultados anteriores ya dejaban entrever: a todos los niveles, la española necesita atreverse a hacer cambios para salir del agujero en el que se ha metido.
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