El Cultural

Voces nuevas frente al mar

Tras las huellas de Gerardo Diego y José Hierro

30 julio, 2010 00:00

Biblioteca de Menéndez Pelayo, lugar de visita obligatoria

Más allá de las sombras imponentes de Menéndez Pelayo y de Pereda, de Gerardo Diego y José Hierro, de la UIMP, la Universidad de Cantabria y el Ateneo, Santander cobija hoy un poderoso grupo de nuevos narradores y poetas y una intensa vida cultural.

Asomada al mar y la montaña, atravesada por el Camino de Santiago y adornada por la belleza del Palacio de la Magdalena, Comillas y Santillana de Mar, “la historia cultural de Cantabria es única en España por la pluralidad de elementos que componen su identidad”. Contundente, el catedrático Germán Gullón (Santander, 1945) recuerda también a los más célebres creadores de la tierra, desde Pereda, “que dejó un bello retrato de las gentes y de los paisajes cántabros”, a José Hierro, cántabro de adopción en cuya poesía “late la verdad de la España de su tiempo”, pasando por Concha Espina y Gerardo Diego. O Marcelino Menéndez Pelayo, “el ejemplo por excelencia de la mejor filología española, y su Biblioteca, un lugar de visita obligatoria”.

La tentación de quedarse o de marchar Tierra de acogida, Cantabria hizo suyos a Hierro, Delibes (su abuelo, el francés Frédéric Delibes, se instaló en España para tender la vía férrea Alar del Rey-Santander) e incluso a Galdós, pero también ha sufrido más de un abandono necesario, como bien supieron Consuelo Bergés, José María de Cossío, Manuel Pombo, o, más recientemente, Jesús Pardo o Alejandro Gándara. Álvaro Pombo (Santander, 1939) reconoce que hoy su relación con su tierruca es más activa que en los últimos 50 años, aunque allí “ todos me recuerdan como un niño rubio, Alvarito, acompañado de una Fräulein alemana, Fraulein María Hirschle. Recuerdo que cantábamos en el consulado alemán Deutschland, Deutschland über alles cuando cayó Berlín y yo tenía 6 años”. Sin nostalgia, él mismo siente que “hay un fuerte movimiento centrífugo literario que hace que muchos de los poetas y ensayistas cántabros tengan tendencia a querer salir fuera: querer irse de Santander es una pasión santanderina. Y casa bien con la contraria pasión: la de querer quedarse a mirar eternamente el cambiante color de la Bahía”.

Muy cerca, dominando precisamente la Bahía, se alza el Palacio de la Magdalena, sede de la UIMP, si bien su impacto es menor que el de la Universidad de Cantabria puesto que su actividad se reduce a los meses de verano. El Ateneo, o los cinco locales que la Librería Estudio tiene en la región han sido otros focos de cultura, pero hoy es la Universidad de Cantabria, en palabras de Gullón, “el orgullo actual de la Autonomía, pues su reconocido nivel de excelencia va permeando las infraestructuras de Cantabria, por la manera en que fomenta la investigación y por el papel central que ocupa en elevar el nivel cultural”.

Nadadora y poeta
Sus premios literarios han favorecido la aparición de una nueva cantera apuntalada por el Aula de Letras de la Universidad; dirigida por Ana Rodríguez de la Robla, “intenta suscitar el diálogo y la reflexión” para “promover emociones y vocaciones”. ¿Cómo son? “Al parecer -dice De la Robla-, la cetrina luz del norte les inclina más hacia la poesía que a la prosa. Son muy distintos entre sí en estética, lecturas y edades. No se agrupan por generaciones sino por amistad”. Entre ellos, Pombo destaca a Juan Antonio Gonzalez Fuentes, Mario Crespo (“poeta y erudito que me ha proporcionado valiosa documentación para mis libros”), al jovencísimo Pablo Sánchez-Calvo y a Marián Bárcena, “joven nadadora y poeta”, mientras que De la Robla apuesta por Alberto Santamaría, Fernando Abascal y Regino Mateo y por narradores como Rebeca Le Rumeur, Gonzalo Calcedo y Alberto Iglesias.