Image: Baruch Minke

Image: Baruch Minke

El Cultural

Baruch Minke

“Faltan fármacos contra el dolor”

22 octubre, 2010 02:00

Baruch Minke. Foto: Shirley Weiss.

El Príncipe de Asturias de Investigación de este año ha reconocido los trabajos sobre el dolor de David Julius, de la Universidad de California, Linda Watkins, del Colegio Médico de Virginia, y Baruch Minke, de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Con éste último ha hablado El Cultural.

El Premio Príncipe de Asturias ha sido recibido por el investigador Baruch Minke (Tel Aviv, 1940) con una enorme esperanza. Esperanza en que él y su equipo vean cumplidos sus "ambiciosos" planes de reconocimiento en las instituciones internacionales. "Es la primera vez -señala un entusiasta Minke- que una fundación sumamente prestigiosa y respetable reconoce públicamente la importancia de la investigación del dolor en general y de la función crucial de los canales TRP en este mecanismo en particular".

El investigador israelí inició sus estudios sobre estos receptores hace más de veinte años. Tardó unos quince en averiguar que se trataba de un nuevo tipo de proteína de canal, y tres en convencer a la comunidad científica de que la proteína TRP es esencial para comprender algunos mecanismos biomédicos fundamentales. "El dolor, especialmente el dolor crónico, es un problema biomédico con un impacto social importantísimo. Afecta a la calidad de vida de una parte considerable de la población".

-¿Cuáles son los factores clave del dolor? ¿Pueden dividirse en categorías?
-Le diría que el dolor es un sentimiento sensorial que todos reconocemos y que protege nuestro cuerpo del daño tisular. Es un fenómeno complejo, de varias clases, entre las que figuran la presión, el calor y el frío nocivos y el dolor inflamatorio. El origen de dolores como el que sentimos al quemarnos reside en los canales TRP (o receptores de potencial transitorio, que son canales formados por receptores cuyo potencial eléctrico experimenta variaciones transitorias). Se encuentran en el extremo de neuronas específicas que parten de la médula espinal y que llegan hasta la piel (o la superficie de las cavidades corporales internas) como terminaciones nerviosas libres o fibras nerviosas específicas (nociceptores) especializadas en las transmisión de los estímulos dolorosos. Tras las quemaduras leves y la irritación, y cuando hay dolor crónico (neuropatía), el estímulo de una presión o fricción suave provoca dolor. Esta sensibilidad cotidiana de la piel no se debe a la sensibilización de las terminaciones nerviosas libres, sino más bien a una amplificación anormal de la sensación de dolor en la médula espinal y en el cerebro.

Hipnosis y distracción
-¿Puede el cerebro intervenir en la regulación del dolor?
-Una característica sorprendente del sistema del dolor es que las señales nociceptivas (dolorosas) que llegan desde la periferia (la piel) pueden modularse e incluso eliminarse por completo mediante señales de control generadas en el cerebro. Por ejemplo, en situaciones de emergencia, hipnosis o incluso distracción, estímulos que normalmente serían dolorosos pueden pasar desapercibidos. El ejemplo más exagerado es la acción de las moléculas con actividad en el sistema nervioso central (SNC) que permiten que haya cirugía sin dolor (agentes anestésicos generales). Pero después de 150 años de uso clínico, puedo apuntarle que se sabe poco sobre los mecanismos neurales subyacentes.

-¿Cómo fue el proceso de búsqueda e identificación de los canales TRP?
-Fue con motivo de mis estudios sobre la visión en las moscas de la fruta. Identifiqué inicialmente el canal iónico al que llamé TRP. Los análisis biofísicos y bioquímicos de los canales TRP del ojo de la mosca y mi descubrimiento de la ruta bioquímica que enlaza los canales TRP con los estímulos externos condujeron al descubrimiento de la familia de los canales TRP en mamíferos. Estos hallazgos e ideas sentaron las bases para posteriores estudios del funcionamiento de los canales TRP en los sistemas sensoriales de los mamíferos, lo que incluye el desencadenamiento del dolor. En concreto, estos canales han resultado formar parte de una importante ruta de señalización compartida por numerosos sistemas sensoriales entre los que se encuentra el de la nocicepción (sensación de dolor), donde se ha demostrado que son esenciales en la hipersensibilidad al dolor por daño tisular y en el dolor crónico. Ésa ha sido la primera vez que este tipo de dolor se ha analizado a escala molecular.

-¿Qué opinión le merecen los programas de cuidados paliativos en las enfermedades terminales?
-En estas situaciones soy un firme defensor de los programas paliativos. Una gran parte de los pacientes de cáncer mueren con dolores o están enormemente sedados durante sus meses finales. Pero los oncólogos estudian la carcinogénesis y no el dolor. Una vez que el dolor ha alertado al individuo sobre la presencia de una lesión o enfermedad, ya no tiene ningún propósito útil. Desde ese punto de vista, solamente causa sufrimiento. La investigación básica (académica) del dolor sobresale entre las necesidades humanas actuales. Es un ámbito único en el que una pequeña inversión terminará reportando el beneficio de la erradicación del sufrimiento inútil.

-¿Faltan medios entonces para la investigación del dolor?
-Se lo afirmo rotundamente. El dolor es una causa directa de discapacidad para muchos pacientes ortopédicos, pero los ortopedas estudian la estabilidad medular y no el dolor; lo mismo se puede decir de la reumatología, la dermatología, el cáncer gastrointestinal y otras disciplinas. Hay encuestas a gran escala que afirman que cerca del 20% de los adultos europeos padece algún tipo de dolor crónico como, por ejemplo, artritis, dolor de espalda, dolor de cabeza o migraña. Gran parte de los pacientes son incapaces de conseguir un alivio satisfactorio y, aun así, los tipos más importantes de fármacos para reducir el dolor que se usan en medicina actualmente, los no esteroideos y los opiáceos (morfinas), son remanentes de la medicina popular más que frutos de la investigación científica.

Inhibición de proteínas
-¿Y el resto de los fármacos?
-La mayor parte proviene de otras disciplinas, antidepresivos y anticonvulsivos. Se calcula que el gasto real para el tratamiento del dolor y las indemnizaciones equivale a varias veces el coste de todos los cánceres. La financiación para su investigación es minúscula tanto en Europa como en Estados Unidos. Así lo confirma, por ejemplo, el ambicioso Séptimo Programa Marco de la Unión Europea (7PM), que no incluía ninguna convocatoria en el campo de la investigación del dolor. Varias empresas farmacéuticas han cerrado recientemente sus departamentos de Investigación y Desarrollo sobre el dolor porque el tiempo necesario para desarrollar productos rentables se considera demasiado largo dada la naturaleza multidisciplinar del problema y del nivel todavía elemental de los conocimientos biológicos. Aunque todavía no comprendemos la complejidad de la sensación de dolor, podemos evitarlo inhibiendo las proteínas que desencadenan el proceso, como los canales TRP. Incluso un apoyo relativamente modesto a esa investigación podría dar sus frutos.

-Hablando de apoyos, ¿qué piensa de la situación que atraviesa la ciencia española?
-Mire, no me gusta pensar en la ciencia en términos nacionalistas. Su belleza reside en que es una disciplina internacional. Hay científicos excelentes en casi todos los países, entre ellos España. Es verdad que la investigación en ciencias naturales es muy cara hoy en día y que los países ricos como EE UU tienen ventaja. Sin duda, la asignación de más medios haría mejorar mucho la ciencia en España y en países pequeños como Israel.

Del chile a las células gliales
-¿Qué opina del trabajo de David Julius y Linda Watkins?
-Bueno, David Julius ha iniciado un estudio enormemente original e innovador basado en el extraordinario efecto que tiene la capsaicina (el ingrediente picante del chile) sobre los nociceptores. Empleando la capsaicina para analizar la "biblioteca" de ADN de los ganglios de la raíz dorsal, ha identificado el TRPV1 como el receptor de la capsaicina. Este hallazgo, unido a las propiedades que ya conocemos de los canales TRP, ha revolucionado la nocicepción y ha permitido comprender la alodinia y la hiperalgesia, y abrir el camino a la investigación sobre nuevas dianas moleculares para los fármacos que alivian el dolor. En cuanto a Linda Watkins, ha descubierto que el dolor patológico se genera y se mantiene gracias a las células gliales. Estas células desregulan el procesamiento normal del dolor al ser activadas por las neuronas de la médula espinal y provocan dolor inflamatorio y neuropático como consecuencia de una lesión. Su investigación nos señala, por tanto, una razón novedosa sobre por qué ha sido imposible controlar el dolor clínico de forma efectiva. Finalmente, decirle que la participación de las células gliales en el procesamiento del dolor es importante también porque representa un puente funcional entre el sistema nervioso y el sistema inmune.