Image: Entre el humanismo y el arte

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Arte

Entre el humanismo y el arte

6 septiembre, 2000 02:00

Plaza de San Marcos, de Canaletto

Los maestros de la colección Rau, de Fra Angelico a Bonnard. Museo de Luxemburgo. Rue de Vaugirard, 19. París. Hasta el 4 de enero de 2001

No es arriesgado afirmar que el doctor Rau, en su doble actividad como filántropo y coleccionista, busca una suerte de belleza: ¿qué es la utopía sino una suerte de belleza?

Cuando el arte y el coleccionismo se han transformado en un hecho burocrático, una salvajada especulativa o un simple negocio, la historia del doctor Rau enternece el corazón. éste, heredero de una inmensa fortuna, ha consagrado su vida a dos actividades: la ayuda humanitaria y el arte. Médico pediatra, ejerció en áfrica, donde construyó y sostuvo con sus medios financieros un hospital destinado a los niños víctimas de la malnutrición y a la distribución de alimentos. Paralelamente inició su colección a finales de los años sesenta y en la actualidad está compuesta por casi un millar de obras entre escultura, pintura y objetos artísticos. Calificada como una de las mejores de carácter privado del mundo, el doctor Rau ha acabado por legar su totalidad a la UNICEF; los beneficios de su exhibición y presumible venta se destinaran a los niños de áfrica.

Hasta el momento la colección se encontraba en cámaras acorazadas de Zúrich y es la primera vez que se realiza una exhibición pública de la misma, aunque naturalmente se trate de una selección significativa y reducida simplemente al ámbito de la pintura. La exposición se presenta en el Museo de Luxemburgo, una vetusta institución que inicia una nueva etapa con la ambición de transformarse en un centro cultural de referencia en la capital francesa.

Los maestros de la colección Rau, desde Fra Angelico hasta Bonnard abarca cinco siglos, del Renacimiento hasta principios del siglo XX. Existe una voluntad didáctica, como si se tratase de un curso de historia del arte. Claro que hay lagunas, pero la actitud es la misma de un museo nacional: completar escuelas y artistas y ofrecer una perspectiva global de la civilización. Existe, sin embargo, un gran ausente: el arte de vanguardia y el arte del siglo XX en general. Humildemente, el doctor Rau comenta que no lo entiende, que se interesa por él, pero que le sobrepasa. ¿Se trata, pues, de una colección sin sorpresa, ni riesgo? Cierto que se margina el arte estrictamente contemporáneo, pero la capacidad de seducción de la colección del doctor Rau se sitúan en la exquisitez de la selección. Y para el coleccionista, el riesgo y el goce está en descubrir grandes obras olvidadas, en valorar pequeños maestros, en los errores, en las falsificaciones...

Como colección es muy próxima conceptualmente a la Thyssen: ambas poseen una fisonomía tradicional y conservadora. Para el público madrileño, la pregunta es: cuál de estas dos colecciones es más importante? En cuanto a la cantidad es fácil decirlo, la Thyssen es más dilatada, aunque en estos mismos términos de cantidad la colección del doctor Rau se sitúa por delante de Barnes en Filadelfia, Wallace en Londres, Frick en Nueva York y Dulwitch en Inglaterra. Otro asunto es la calidad y en este punto me temo que el espíritu de las colecciones Thyssen y Rau es diferente. La colección Rau es pasional. Y más, es estrictamente personal, ningún asesor dirige sus compras; la colección es simplemente la expresión de su gusto. De dos a tres veces al año el doctor Rau viaja a Londres, Nueva York y París para realizar personalmente sus adquisiciones. Cada pieza, cada compra posee una pequeña anécdota, una pequeña astucia que forma parte de la colección y la propia historia del doctor.

Es ocioso citar los maestros de una exposición que quiere ser una panorámica de la historia del arte: Luini, Guido Reni, Dolci, Canaletto, Tiepolo, Lucas Cranach el Viejo, Willem van Aelst, Gerard Dou, Fragonard, Joshua Reynolds, Redon, Renoir, Degas, Pissarro, Cézanne, Van Dongen, Morandi, etcétera. Están todos o casi todos... Del centenar de obras expuestas, es muy significativa la participación de lo que más allá de los Pirineos se denomina escuela española. Tan sólo se exhiben tres artistas: Zuloaga, que se presenta junto con los impresionistas (?), y dos piezas más, una de El Greco y otra de José de Ribera, ambas de una extraordinaria calidad. Es significativa esta selección porque expresa cómo se valora la pintura española desde el extranjero: la historia de nuestra pintura reducida a tres nombres.

Ahora bien, ¿por qué se colecciona? Hay muchas variedades de coleccionismo: especulación, ansiedad de prestigio, poder... Pero el caso del doctor Rau es muy particular: ayuda humanitaria y arte. Me temo que ambas son la cara de una misma moneda: la utopía. El poeta Juan Eduardo Cirlot decía que el coleccionista perseguía completar un deseo, aunque él mismo no supiera exactamente de qué se trataba. No es arriesgado afirmar que el doctor Rau, en su doble actividad como filántropo y coleccionista, busca una suerte de belleza: ¿qué es la utopía sino una suerte de belleza? Pero una de las cosas que ocasiona más miedo y angustia es precisamente la belleza, porque la belleza es algo extraño e incomprensible, más aun, inasible. ¿Qué es lo que persigue el doctor Rau? ¿Acaso le corroe un sentimiento de culpabilidad? ¿No hay algo de expiatorio en el gesto de nuestro coleccionista? ¿Qué significa acumular casi un millar de objetos artísticos encerrados automáticamente, después de su compra, en cajas fuertes sin poder ser vistas, como es el caso del doctor Rau? El arte como la utopía se asocia a algo profundamente ambiguo y oscuro.

Con todo, hay un mensaje humanista, en la doble actividad del doctor Rau: una voluntad de amor a pesar de la ambigöedad y la contradicción; a pesar que esta palabra, amor, sea susceptible a las más variadas interpretaciones.