Image: De Cartier-Bresson, de la “fotofagia”...

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Arte

De Cartier-Bresson, de la “fotofagia”...

25 septiembre, 2003 02:00

Matisse, Venecia (Italia), 1944

Henri Cartier-Bresson. una retrospectiva. Caixaforum. Marqués de Comillas 6-8. Barcelona. Hasta el 4 de eneroAl gusto de Cartier-Bresson. Caixaforum. Marqués de Comillas 6-8. Barcelona. Hasta el 4 de enero

Cartier-Bresson forma parte de aquella generación de reporteros que empezó a utilizar cámaras compactas, lo que permitía una proximidad al acontecimiento. Entonces, nociones como autenticidad, frescor, espontaneidad, caza de la imagen, el viaje, etc, adquieren una particular relevancia. Pero Cartier-Bresson es mucho más. Las suyas no son simples instantáneas del espectáculo de la vida; son un mundo rehecho por una mirada que busca una armonía formal. Cartier-Bresson posee una formación tradicional de artista: él empezó a pintar y a dibujar en el taller o la academia de un conocido artista donde educó su sensibilidad y su ojo. Y más: en sus fotografías -la mayoría de las veces-hay sentimiento, esto es, una anécdota, una nota pintoresca, una figura aquí y allá, algo, en definitiva, que humaniza. Y con todo, sus fotografías resisten el paso del tiempo. A pesar de que a veces las composiciones sean evidentes, sus fotografías siempre poseen algo que se nos escapa, imposible de definir.

La exposición es una panorámica que se quiere exhaustiva sobre el fotógrafo, incorporando capítulos muy interesantes como su faceta de dibujante o aspectos biográficos. Pero en estas 300 fotografías hay algo que no funciona. Personalmente las veo como un carrusel absurdo de imágenes. Claro que algunas de ellas son iconos del siglo XX y que la obra de Cartier-Bresson está fuera de discusión. Pero la exposición en sí es simplemente acumulativa.

El mismo Cartier-Bresson explicaba que el trabajo de los reporteros de las revistas ilustradas estaba mediatizado por los diseñadores, que seleccionaban las fotografías y componían una secuencia o historia con muy pocas palabras. éstas por sí mismas tenían o pueden tener una autonomía, pero el fotógrafo las hacía pensando en un reportaje, esto es, un contexto. En palabras de Cartier-Bresson: "En ocasiones una única foto cuya forma tenga el suficiente rigor y riqueza puede bastar, pero eso se da muy raramente; los elementos del tema que hacen saltar la chispa son a menudo dispersos (..) de ahí la utilidad del reportaje; la página (de la revista) reunirá esos elementos complementarios repartidos en varias fotos". Y aquí, en esta exposición, no he sabido ver esta unidad, secuencia o contexto. Son fotos aisladas, agrupadas en secciones muy genéricas, sin esa chispa de la que habla Cartier-Bresson.

En todo caso, esta actitud es significativa del uso de la fotografía y de la "fotofagia" de una sociedad que no sabe dirigirse a las imágenes.

... y de sus gustos
Al gusto de Cartier-Bresson es el complemento de la gran panorámica dedicada al fotógrafo, que consiste en una selección de fotografías de la historia del fotoperiodismo realizada por el mismo autor. Yo no sé, a la luz de esta muestra, si para Cartier-Bresson la fotografía ha sido algo realmente central en su vida. No como profesión, sino como experiencia emocional e íntima. La exposición consiste en un mosaico en la que se van mezclando periodos y fotógrafos de una manera indiscriminada, de forma similar a lo que es su retrospectiva. A esta exhibición con el título tan sugestivo del gusto de Cartier-Bresson, le pediría algo más. ¿Nadie se ha preguntado por qué Cartier-Bresson dejó la fotografía activa para consagrarse al dibujo, una práctica que en su trayectoria es calificada como marginal y no posee la proyección de su faceta como fotógrafo? Intuyo que el problema no está tanto en las fotografías en sí, que son magníficas, sino en el modo en que éstas se consumen y se difunden. Es el contexto que acaso ciega las mismas fotografías. Me imagino a Cartier-Bresson como aquel maestro fatigado y saturado de fotos que nunca ha creído en su obra, como si su paso por la fotografía hubiera sido circunstancial. A él, sin embargo, le debemos unas de las mejores imágenes del siglo XX.