Image: Arte iraní, el espejo y su reflejo

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Arte

Arte iraní, el espejo y su reflejo

Irán bajo la piel

29 abril, 2004 02:00

Bita Reyhani: Terrados de Teherán, 2003

Comisario: Firouz Firouz. CCCB. Montalegre, 5. Barcelona. Hasta el 30 de mayo. Casa Asia. Diagonal, 373. Barcelona. Hasta el 30 de junio

Cesario Rodríguez Aguilera comenta una anécdota que viene al caso a propósito de esta doble exposición. Explicaba que a mediados del siglo XX hizo un viaje a áfrica. Ilusionado por conocer nuevos artistas y experiencias autóctonas convocó a los artistas locales. El resultado fue -según él- decepcionante. En vez de algo original o diferente se encontró con una serie de manifestaciones idénticas a las de cualquier país europeo. Los artistas africanos imitaban el arte occidental.

Esta doble muestra, Bajo la piel, exhibida simultáneamente en la Casa de Asia y el CCCB, se anuncia como una primera aproximación al arte y la cultura contemporánea de Irán. El título, Bajo la piel, precisamente es muy explícito, connota algo que va más allá de la estricta superficie de las cosas. Y sin embargo no he sabido ver -como contaba Cesario Rodríguez de Aguilera-, en las obras de arte e instalaciones que se proponen, este Irán que se anuncia en la exposición. La mayoría de las obras encajarían en cualquier colectiva de arte contemporáneo europeo.

Tal vez el problema esté en mí: a lo mejor estas piezas -realizadas por iraníes de formación occidental- exijan conocer un contexto que desconozco. O tal vez sea un problema que atañe al comisario, Firouz Firouz, ya que unas obras que provienen de otro universo, como es Irán, no pueden exhibirse como se cuelga un Monet, un Zuloaga o un Rusiñol, pongamos por caso. Aunque claro, las exposiciones van acompañadas de un ciclo muy completo de conferencias y actividades. Tal vez el problema esté en la misma noción de arte contemporáneo, en su autismo, en su dificultad de articular un discurso, más allá de lo estrictamente metafórico, subjetivo o personal.

De todo hay. Pero intuyo que se trata especialmente de una cuestión que atañe a los criterios y al mismo concepto de arte contemporáneo. Un aspecto importante: para mí, las instalaciones y las obras expuestas no resisten la comparación con los documentales o ficciones que se exhiben paralelamente. La aportación de la exposición, si uno busca esta introducción a la cultura contemporánea iraní, está precisamente en estos documentales o ficciones que se presentan paralelamente. No quiero decir con ello que las piezas de arte no tengan interés -hay en ellas, puntualmente, imágenes que cortan como cuchillos-. Digo simplemente que no explican, que no contribuyen a esa pretendida introducción a la cultura iraní... En cambio las ficciones o documentales poseen -qué fatalidad- una estructura narrativa que facilita articular un relato y comunicar unos hechos y unas ideas. Pero no es sólo esta dimensión narrativa que comentaba, hay además una particular viveza y frescor, de manera que no se trata exclusivamente de una escritura de prosa, sino también de poesía.

Curiosamente al arte de vanguardia siempre se le ha atribuido un papel revulsivo, de toma de conciencia, de combate político, de resistencia. Sin embargo, cuando se observa desde fuera, como ocurre en este caso, esa convicción parece frágil. Más bien intuyo que esos valores de reflexión política se atrofian, que existe, digámoslo así, un lenguaje internacional de efectos disolventes que diluye todo aquello que de identitario y rabioso podría tener el arte. Dicho sea de paso, la presente selección es muy diferente a la de expresiones árabes que se ha exhibido en la Fundación Tàpies a cargo de Catherine David.

Observar el arte contemporáneo iraní y verse reflejado, como si se tratara de unas manifestaciones occidentales, que hubieran podido realizarse en Madrid o Barcelona, ésta, me parece, es la lección de estas exposiciones. Verse reflejado, como si de un espejo se tratara, y verificar desde el exterior los propios límites, los del arte contemporáneo y los de todas aquellas reflexiones sobre el arte político, éste es el mensaje que observo en estas muestras.

Intuyo que la aportación iraní se encuentra en otro lenguaje, en el cine. En este cine hay una vitalidad que no se encuentra en ninguna otra parte. ¿Por qué será? Me temo que el lector lo sabe.