De la Torre Agbar al cielo
El edificio de Nouvel cambia el skyline de Barcelona con sus 142 metros de altura
29 septiembre, 2005 02:00Cúpula de la Torre Agbar que Jean Nouvel ha construido en Barcelona
Barcelona cuenta con otro hito arquitectónico, fruto de una audaz política urbana y de una conciencia unánime de ciudad. Algo que muchas otras ciudades anhelan y no consiguen. Y las odiosas comparaciones surgen inmediatamente: Madrid tiene en ejecución cuatro torres que no serán ni símbolos, ni referencias en la ciudad, ni participarán en el debate cultural sobre la ciudad, ni en el arquitectónico. Es así de simple y triste. Serán torres, altas y cuatro. La Torre Agbar, supone un enorme esfuerzo empresarial, más de 130 millones de euros, pero el balance inmobiliario, simbólico, estratégico, urbano y cultural es muy positivo. La optimización de este esfuerzo ha tenido repercusiones incluso bursátiles, políticas y sociales. En Barcelona saben sacarle provecho a las grandes operaciones arquitectónicas. El encargo privado cayó en manos de Jean Nouvel y Fermín Vázquez con b720 Arquitectos. Ambos han sabido gestionar y dirigir a más de 1.000 profesionales y operarios para, en un tiempo muy razonable -algo más de cinco años-, erigir una torre de 142 metros de altura y 50.000 metros cuadrados construidos.La estructura consta de dos cilindros ovales no concéntricos, siendo el interior el núcleo de circulaciones de personas e instalaciones, agrupando los elementos servidores para así despejar de estructuras el resto de las 31 plantas para oficinas. La figura se envuelve con una primera piel de hormigón, pixelada con huecos cuadrados ordenados como si de un tetris se tratara, y revestidos por una chapa de aluminio lacado y coloreado que pierde intensidad y se descompone a medida que se alcanza la cota de coronación. La última piel es de lamas de cristal traslúcido y transparente que se abren para permitir una aireación natural. Una valiente combinación que dota de un carácter unitario a la torre permitiendo asociar un módulo de hueco a un despacho concreto. El degradado de color funciona bien a larga y media distancia, chirriando a corta. No admite la torre una visión más en detalle, desde lo particular. Pero la estrategia proyectual es clara y bien resuelta. Se alcanzan los objetivos de proyecto, tales como un degradado del color, así como la capacidad de la forma de provocar, y convocar, aunque cada uno asocia la forma de la Torre Agbar a distintas imágenes, algunas referencias muy distantes a aquéllas con las que simbólicamente Nouvel enlaza su creación, evocando a las montañas de Monserrat, a Gaudí, o a un géiser: "Esta torre podría ser un eco lejano de antiguas obsesiones catalanas traídas por el viento que sopla de Monserrat". Pero la torre gusta, y ya es aceptada por la ciudad como símbolo. Su estratégica posición en la ciudad, aislada de edificaciones de pareja escala la dotan de una enorme monumentalidad y su presencia es constante. Inversamente, las perspectivas desde la torre son espectaculares, volviendo a demostrar la validez de la edificación en altura como solución sostenible al voraz consumo de suelo. Un bello ejemplo arquitectónico de un eficaz negocio inmobiliario que repercute positivamente en la ciudad y la ciudadanía.