Arte

Coleccionistas. Nueva generación

Hablamos con siete coleccionistas que apuestan fuerte por galerías y artistas de nuevo cuño

13 abril, 2012 02:00

Son una parte fundamental del sistema del arte, los que permiten al artista seguir creando, al sistema de galerías seguir funcionando y los que aseguran nuestro patrimonio artístico para el futuro. Una labor a menudo poco valorada que, cada vez más, pide la palabra. Justo acaba de nacer 9915, la primera Asociación de Coleccionistas Privados de Arte Contemporáneo de España, presidida por Jaime Sordo, con el fin de reclamar ese valor social y normalizar el coleccionismo privado. A ese compromiso se ha sumado ya una nueva generación que apuesta por artistas y galerías, también jóvenes. Analizamos algunos perfiles e intereses.

Rafael Rodas

"Si te digo la verdad, no sé cuántas piezas tengo pero seguro que más de cien...", explica Rafael Rodas (Sevilla, 1972) con la humildad de quien se sabe poseedor de una colección aún incipiente (empezó en 2007 tras un revelador viaje a la Toscana): "Pienso que mi colección aún no posee el rigor y el carácter de otras más maduras. Una colección debe de estar en constante evolución, es un proyecto personal que se va transformando". Rodas empezó comprando en las galerías que tenía cerca, las de su ciudad, Rafael Ortiz, La Caja China, Birimbao... Pero pronto conectó bien con otras que han sido su referente desde entonces, Casado Santapau y Fúcares en Madrid o Leyendecker en Santa Cruz de Tenerife. Sólo va a ferias nacionales (ARCO, JustMadrid, Swab) pero asegura que "tiene la suerte de conocer al 80 por ciento de los artistas de mi colección. Para mí es muy importante esta relación. En la mayoría de los casos, su personalidad es fiel reflejo de lo que producen". Así, destacan de entre sus fondos una fotografía de 1981 de Alberto García-Alix, varias pinturas y acuarelas de Abraham Lacalle, una de Carlos Alcolea, carteles firmados por Martin Kippenberger , Ignacio Tovar, Miki Leal o Juan del Junco. Lo último en llegar ha sido una fotografía de Swetlana Heger (Casado Santapau) y le encantaría tener algún dibujo de Gordillo de los primeros años 70.

Muy interesado en los artistas emergentes, a los que ha apoyado activamente, reconoce que se siente más cómodo entre ellos y "sus precios suelen estar más en concordancia con nuestros bolsillos". Aboga por el acercamiento al arte desde la educación y, por supuesto, por la mejora de la fiscalidad para el sector. Su máxima ahora mismo: "Crecer desde el respeto, el disfrute diario y la militancia en este difícil y maravilloso mundo que es el arte contemporáneo".

Estefanía Meana

La colección de Estefanía Meana (Bilbao, 1971) ha encontrado en la diferencia su razón de ser. Hija de uno de los coleccionistas más veteranos de nuestro país, Fernando Meana, pronto se dio cuenta de que si quería coleccionar no podía “competir en el mismo espacio” que sus padres. “Parto de una colección muy completa así que yo tenía que hacer otra cosa”, explica. El conjunto que atesoran sus padres (con Juan Muñoz, Cristina Iglesias, Barceló, pero también Fran West o Zoe Leonard) es el espejo donde se mira, consciente de que sus piezas un día complementarán a las otras.

De momento, son una decena de vídeos, porque ahí es donde esta joven financiera ha encontrado el filón. “No tengo una idea preconcebida. Compro porque me encanta el arte, aunque no es fácil encontrar piezas de vídeo, no hay tantas como de otros soportes y no todas te gustan”. Pero es que además el vídeo tiene algo de obra íntima y escondida y esto es algo que a Estefanía le va como anillo al dedo: “Las piezas tienen que hablar de uno y reflejar tu personalidad. Yo soy tímida en ciertos aspectos y no me gusta que me reconozcan en exposiciones o galerías. Además, si alguien viene a mi casa y no digo nada, no sabe lo que tengo, el vídeo es algo que hay que enseñar”. También el tamaño de su colección habla de ella: reconoce que es racional. No se deja llevar por el impulso inicial y sus piezas responden a decisiones reposadas. Acaba de comprar vídeos de dos artistas japoneses, Hiraki Sawa y Ryoji Ikeda. Y tiene ya piezas de Willie Doherty, Carlos Garaicoa, Bestué/Vives o Chen Chieh-Jen.

Consciente de la responsabilidad de coleccionar, le preocupa el futuro de las colecciones privadas y la poca interacción que hay con los museos. “Si la nueva asociación viene a responder este tipo de problemas, bienvenida sea”.

ferranElOtro

ferranElOtro (Barcelona, 1980) comenzó a coleccionar arte por una cuestión intuitiva, por complicidad emocional, el mismo motor que le llevó en su día a coleccionar libros y a dedicarse a su diseño gráfico en la editorial que fundó, en 2008 y junto a Irene Minovas, Save As... Publications. Entre una colección y otra hay afinidades latentes, relaciones afectivas y correspondecias generacionales, las mismas que tiene con el contexto artístico de su ciudad natal, la segunda línea que le define como coleccionista. “He crecido a la par que artistas, comisarios y galerías. Todos tienen -directa o indirectamente- un papel importante en la construcción de la colección. Criterios afines que te descubren nuevos artistas o te ofrecen otros puntos de vista. Aprendes con ellos, en paralelo”, explica.

Habla de comisarios como Manuel Segade o Glòria Picazo, de sus galerías de cabecera: Estrany-De la Mota y Toni Tàpies, así como Projecte SD por su vinculación con el libro de artista; también de Crèvecœur y Jocelyn Wolff de París y Wilfried Lentz de Róterdam. Entre los artistas de su colección están Francesc Ruiz, Daniel Jacoby, Martí Anson, Mariona Moncunill, Julia Montilla, Ruben Grilo, Carme Nogueira, Bestué/Vives, Jeleton, Alex Reynolds o Luz Broto. Justo con ella, se ha lanzado a la producción de obra: “Más que piezas pre-existentes, dada la naturaleza del trabajo de algunos artistas es más interesante una producción específica para la colección”, dice. El primer proyecto de estas características fue la pieza de Luz Broto Nota furtiva a ‘Mapa Mundi 2010' de Ignasi Aballí. Se define como un “coleccionista intermedio” en cuanto al formato de piezas y presupuesto. Sus últimas adquisiciones, obras de los artistas André Guedes y Alastair Levy, las hizo en ARCO, en dos galerías de Opening. Convencido está de que “la única forma de incentivar el coleccionismo privado es normalizarlo y no hacer de esta actividad algo 'extraordinario' o 'fuera de lo común'”.

Jorge Pallarés

Su colección es una de las más incipientes, -doce piezas compradas en los últimos tres años-, y a la vez, una de las más singulares y con mayor proyección. En la pequeña cantera de artistas de Jorge Pallarés (Madrid, 1979) y su mujer, Victoria, conviven sin problemas Hugh Scott-Douglas, de 1988 y su última adquisición, con Channa Horwitz, de 81 años, cuyo trabajo ha sido recuperado recientemente. “Todos nuestros artistas son jóvenes en el mercado. Para nosotros lo emergente casa más con la idea de investigación. Coleccionar no se puede separar del acto de búsqueda, que es realmente lo que te enriquece”, dice. A ello dedica este inspector del Banco de España presupuesto y tiempo, todo el que puede. Es habitual en ARCO, Art Basel y Liste, y cada año incorpora varias ferias internacionales para visitar. La próxima será Frieze en Nueva York el próximo mayo, que coincide en fechas con la exposición Ecstatic Alphabets/Heaps of Language, en el MoMA, una colectiva con muchos de los artistas que le gustan, como Tauba Auerbach, “una ilusión que tengo. Lo próximo que me gustaría comprar”, confiesa.

Su círculo de artistas y galerías es internacional y en él incluye a España, sin reservas y tomando partido: “Tengo clara la responsabilidad de representar, a mi nivel, la imagen del sistema artístico español en el extranjero”, dice. Se identifica con varias galerías y explica por qué: “MaisterraValbuena por su sólido programa y la visión del papel de una galería de arte joven fuera; Benveniste por la pasión con la que defienden su modelo y su calidad profesional y personal; NoguerasBlanchard y Projecte SD por su posicionamiento internacional, Marta Cervera y Parra & Romero por sus exposiciones”. También alude a las afinidades artísticas con Duve, de Berlín, los programas de Shane Campbell de Chicago y Lisa Cooley de Nueva York, al valiente modelo de Limoncello de Londres. Destaca la profesionalidad de Pedro Cera, de Lisboa, con quien ha hecho, incluso, de comisario, el pasado enero, con Behind the Light y artistas como Lisa Oppenheim, Jeronimo Elespe o Paloma Polo, entre otros. Algunos, la minoría, forman parte de su colección. Por todos ha preguntado para comprar.

Antonio Lobo

Es incisivo y crítico. Algo escéptico e, incluso, “un pelín anarquista en el caminar”, reconoce. Queda patente en algunas de sus ideas del mundo del arte: “El coleccionista es una figura estereotipada por la idea que al mercado le interesa vender” o “el planteamiento de las ferias de arte ahora, con la red, es obsoleto”. Algo de ese espíritu combativo tiene el nombre de su colección, ETRA, arte al revés, su grito de guerra. Antonio Lobo (Sevilla, 1967), Auditor de la Administración pública es, también, uno de los coleccionistas que más apuesta por el arte emergente. “Es, sencillamente, comprar futuro -dice-. Descubrir el trabajo de un artista y acompañarle en su camino es, además, una experiencia única, un vínculo de perpetuidad”.

Ése ha sido el motor desde su primera compra, un collage de Esther Mañas, a la última, una fotografía de Javier Arcenillas, o a “la más radical: un esténcil sobre cartón de un callejero, RallitoX”, añade. Entre sus más de 40 obras están Carlos Aires, Guillermo Martín Bermejo, Ignacio Uriarte, Miguel Ángel Tornero, Slava Mogutin, Esther Achaerandio o Javier Fresneda, entre muchos otros. Pronto compartirán espacio, su piso en el barrio de las letras de Madrid, con Alejandra Laviada o Rui Calçada Bastos, algunos de su lista de pendientes. Las galerías con las que comparte interés son, también, las que apoyan el arte emergente de una forma clara: “Formato Cómodo, ADN, Fernando Pradilla, La Fresh, AranaPoveda, José Robles y Fúcares son mi espacio. Sus galeristas son mi mejor apoyo, entienden mi proyecto personal desde esa parte de corazón que tiene el negocio. El arte como inversión ni lo entiendo ni lo comparto. Yo me nutro de un valor siempre en alza, el amor compartido por el arte y el artista del galerista y el coleccionista. Fruto de la sinergia surgen los descuentos, el pago a plazos...”. Ya sueña con un espacio propio para su colección y un nombre: The White Place.

Manuel Urbano y Mónica García

Los Ángeles, 1995. Una de las paradas del viaje de novios de Manuel Urbano (Madrid, 1967) y Mónica García (Madrid, 1969) y escenario también de la primera compra de su colección: una serigrafía de Thomas Pradzynski. Hoy, con 70 obras en su casa madrileña, muchas de ellas colgadas o expuestas, otras almacenadas, son una pareja de coleccionistas muy integrada en el mundo del arte contemporáneo. Su colección dio un giro en 2000, “cuando decidimos centrarnos en la pintura y la fotografía española, Miki Leal, Nico Munuera, Sonia Navarro, Cecilia de Val, Pierre Gonnord, Dionisio González...”, cuenta Urbano. Amigos de galeristas -Nacho Ruiz y Carolina Parra dueños de T20 en Murcia, Raquel Ponce o Juan Curto de Cámara Oscura en Madrid- y artistas de su misma generación, tratan de encaminar sus compras hacia el arte español más emergente. “Nos atrae invertir tiempo y esfuerzo en buscar e investigar nombres aún desconocidos, incluso que no hayan tenido individual en una galería. El último artista que nos ha enamorado, y que hemos comprado, ha sido Maillo, que acaba de celebrar exposición en José Robles (Madrid), un joven que vive el arte y la pintura de manera muy especial”. Y en eso están. Van a ARCO, Estampa y MadridFoto, pero tampoco se pierden las plataformas para artistas jóvenes como Intrasit de la Universidad Complutense, Generaciones de Caja Madrid o los premios del Injuve. Eso sí, en el momento de la compra les gusta establecer cierto contacto con el galerista, “la parte humana es fundamental, también con los artistas, por lo que hemos acabado teniendo muchas amistades en este círculo”, añade Manuel Urbano.

Y para el futuro, además de catalogar sus fondos, espera que la ley de mecenazgo se ponga pronto en marcha, que algo anime al sector porque hoy por hoy, “veo a mi alrededor poco interés por la compra de arte contemporáneo, y eso a pesar de la cantidad de información que hay en internet y de lo sencillo que es hoy informarte de cualquier artista”.

Eduardo Rivera

Lleva 5 años y ya tiene 15 piezas en su colección especializada en fotografía pero, lejos de sentirse atraído por el documento real, Eduardo Rivera (Madrid, 1977) se deja llevar por “imágenes irreales, sugerentes, que te transportan a un mundo imaginario. Las nuevas tecnologías han permitido otro tipo de fotografía, más personal. Esa parte me atrae enormemente”, dice este joven diseñador de moda formado en la Escuela de Saint Martins de Londres y con varias tiendas en Madrid, la última, recién inaugurada en la céntrica Plaza del Ángel. Comprador habitual de ferias y galerías, visita cada año ARCO, Art Basel y Frieze (Londres), además de ferias especializadas como Paris Photo o MadridFoto y entre sus galerías favoritas están Mai36 en Zúrich, Hauser&Wirth en Londres o Nieves Fernández en Madrid. Allí ha realizado su última compra: una fotografía de Jeff Cowen que representa bien su mayor debilidad, el retrato contemporáneo. “Me encantaría uno de Richard Avedon”, dice.

No se deja llevar por la edad de los artistas, aunque admite que tiene amistad con alguno de su generación, y, de hecho, la foto elegida para aparecer en este reportaje es una de Christopher Makos a la que tiene mucho cariño. “Me gusta mucho una fotógrafa norteamericana que descubrí en Art Basel Miami, Alex Prager, y, entre mis piezas favoritas, está una pequeña polaroid de Araki”.

Y para incentivar el coleccionismo, Rivera apuesta por la educación -“No conocemos a nuestros artistas porque en España no son populares”-; por la futura ley de mecenazgo -“Los mecenas son los que han permitido siempre al artista desarrollar sus proyectos más arriesgados”- y por desmitificar la figura del coleccionista -“Aquí todavía se cree que hay que tener un alto nivel adquisitivo para comprar arte, sin pensar que se puede tener una buena obra por menos de lo que cuesta una pantalla de televisión”.