Image: Museos pop-up

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Arte

Museos pop-up

Colecciones en museos

10 abril, 2015 02:00

Obra de Paul McCarthy, de la colección Cal Cego en la exposición Vídeo-Régimen en el Museo Lázaro Galdiano

Cada vez más afloran las exposiciones de colecciones, tanto públicas como privadas, en muchos de los centros de arte y museos españoles. Actualmente, se contabilizan más de treinta muestras en todo el país que convierte a estos espacios en museos pop-up, museos efímeros con colecciones ajenas. Pero, ¿qué esconde esta tendencia? ¿Qué sentido tiene? ¿Cómo dinamiza la actual situación artística? ¿Beneficia o perjudica al museo? Lo analizamos.

Las franquicias del Pompidou y el Museo Ruso en Málaga han sido descritas por algunos medios internacionales como "museos pop-up". Es un poco exagerado porque, aunque son efímeras, su plazo no es el más corto, pero la expresión sí podría aplicarse a otros afloramientos de colecciones, privadas y públicas, que están absolutamente a la orden del día. Es algo muy perceptible en Madrid, donde tenemos nada menos que cuatro espacios cuya programación está orientada, en parte o en su totalidad, hacia la visibilidad del coleccionismo particular, todas ahora con alguna exposición en esa línea: en la Fundación Lázaro Galdiano, Vídeo-Régimen, organizada por la feria Loop; en CentroCentro, sendas selecciones de las colecciones de Iberdrola y de la Fundación Barrié de la Maza; en Centro de Arte Alcobendas, arte latinoamericano en las colecciones 9915, la asociación con la que ha firmado un convenio; y en la Fundación Banco Santander (ésta privada), obras de la Colección Goetz.

Pero además, siguen en cartel dos muestras de temática religiosa integradas por piezas en gran parte de propiedad eclesiástica: El triunfo de la imagen en la Academia de San Fernando y A su imagen en el Teatro Fernán Gómez. Son también privadas las obras de Paul Delvaux que exhibe el Museo Thyssen, pues pertenecen al coleccionista Pierre Ghêne, que las tiene depositadas en el Musée d'Ixelles, en Bruselas; las que arman El hombre que mira en la Fundación Canal proceden de la Fondation Giacometti, en París, y las de Darío Villalba en el CEART de Fuenlabrada forman parte de la colección Espíritu-Materia (Wierner H. Kramarsky). Y en cuanto a las colecciones públicas, el mayor reclamo actual del Museo del Prado y el Museo Reina Sofía es la "deslocalización" del Kunstmuseum de Basilea, mientras CaixaForum hospeda a los Animales y faraones que habitan en el Louvre, y la Fundación Mapfre se deja cautivar por El canto del cisne que entona el Musée d'Orsay.

Los grandes depósitos en lote son síntoma de una enfermedad que es ya epidemia: la debilidad de los proyectos de colecciones públicas y exposiciones

No es algo que ocurra únicamente en Madrid. Hagamos un breve muestreo, no exhaustivo, de los museos pop-up emergidos en 2014 y 2015, limitándonos a las colecciones particulares. En LABoral Centro de Arte, Gijón, se han visto vídeos de la Colección de Jean-Conrad e Isabelle Lemaître. En la Ciudadela de Pamplona, parte de la colección de fotografía de Julio Álvarez Sotos, y en la sala San Benito de Valladolid, los retratos fotográficos propiedad de Lola Garrido. En Barcelona, Art & Language incompleto. Colección Philippe Méaille en el MACBA. En Madrid, entre otras, Colección Blanca Sánchez Berciano en el Círculo de Bellas Artes, pintura victoriana de la Colección Pérez Simón en el Thyssen o Colección Navacerrada de arte portugués en el Centro de Arte Alcobendas. En el Museo de Santa Cruz de Toledo, la colección Himalaya (Julián Castilla).

En Valencia, Colección de Manolo Yera en el Centro del Carmen, y en Alicante tres: El arte del coleccionista en La Lonja (y otros espacios adscritos al Consorcio de Museos), obras en papel de la Colección Tomás Ruiz en el MUA y pintura flamenca de la Colección Gerstenmeir en el MUBAG. En Sevilla, 4X5. Coleccionistas, creadoras y narrativas audiovisuales en el ICAS, Colección Francisco Godia (que cierra su espacio y está negociando con el MNAC, donde se expone ahora una selección) en el Museo de Bellas Artes de Sevilla y Colección Abelló en el Espacio Santa Clara. En el Museo de CajaGranada, la colección de arte ruso de Dolores Tomás. Y en Cádiz, Colección Meana en el Castillo de Santa Catalina. En Canarias, la Colección Los Bragales se ha trasladado parcialmente desde el TEA, donde tiene depositadas 300 piezas (y 55 en el MAS de Santander), al Centro de Arte Juan Ismael de Fuerteventura y al Centro de Arte La Regenta en Las Palmas. Otro conjunto de obras de esta colección se acaba de inaugurar en el Casino de la Exposición de Sevilla...

Tendencia en auge

¿Se dan cuenta de las dimensiones de la "tendencia"? Toda esta dinámica avanza, además, por otros caminos. Las colecciones corporativas circulan bastante menos, con excepciones como la de Aena, que está ahora en el Museo do Mar en Vigo y pasó en 2014 por Es Baluard y el Hospital de Santa María la Rica en Alcalá de Henares. Pero algunas de las más importantes están depositadas en museos y centros de arte públicos, lo que constituye otra modalidad de museo pop-up, pues suelen ser objeto de presentaciones periódicas en esas salas. E igual que llegan, pueden irse, en un plazo más o menos breve. Hay casos a los que cabe pronosticar una mayor estabilidad (pero vaya usted a saber), como los comodatos de la Colección Arte Contemporáneo al Patio Herreriano de Valladolid, las pertenecientes a la Fundación MACBA y a la Fundación "la Caixa" a ese museo, la de la Fundación Coca-Cola al Da2 de Salamanca y la más reciente de la Fundación ARCO al CA2M de Móstoles (antes en el CGAC).

Vista de la exposición de la Colección Iberdrola en CentroCentro, Madrid

O, de vuelta a las colecciones personales, la cesión de Carmen Cervera al Museo Thyssen de Málaga (la que hizo al de Madrid está, como sabrán, en el aire) y, si todo sigue adelante, la de José María Lafuente a la sede en Santander del Museo Reina Sofía. Este museo ha dado ahora a conocer un pequeño depósito de la Fundación Gandur, que se suma a los que ha promovido la actual dirección. Y hay muchos más: de Carmen Buqueras en el CAC Málaga, de Juan Redón en Artium y Fotocolectania, de Ordóñez-Falcón en el CGAC y el TEA.

¿Por qué esta aceleración en la "ocupación" provisional de espacios públicos por parte de colecciones privadas? Estoy convencida de que todos o casi todos los que persiguen o aceptan exponer sus obras en los museos tienen una genuina vocación de "compartir" sus tesoros y, además, no tienen miedo a Hacienda. Pero no podemos aceptar acríticamente el modelo, alentado desde las ferias, las empresas de asesoría, la asociación de coleccionistas 9915 y algunas Administraciones públicas con escaso compromiso patrimonial e interesada confianza en un mecenazgo que no es tal. Imagino que todo coleccionista aspira a fundar un museo propio pero la mayoría no puede, o no quiere, afrontar los elevados gastos que eso supondría. Y el "museo efímero" les confiere el anhelado reconocimiento social.

Los museos tienen misiones más importantes que lucir obras adquiridas con mucho o poco mérito por coleccionistas según gustos y criterios
Es importante que los coleccionistas que desean participar abiertamente en la vida cultural cataloguen y difundan sus obras, de manera que artistas, comisarios e historiadores puedan contar con ellas. Y es positivo que los museos puedan solicitar depósitos puntuales de obras que completen su discurso histórico o estético, y que no sea posible adquirir por disponibilidad en el mercado o por falta de presupuesto. Pero los grandes depósitos en lote y las exposiciones celebratorias son síntoma de una enfermedad que es ya epidemia: la debilidad de los proyectos de colecciones públicas y de los programas expositivos (o la carencia de ellos), agravada por la escasez de recursos económicos, que lleva a monumentalizar un coleccionismo que es en realidad "flaco".

La Fundación Arte y Mecenazgo ha contabilizado 200 coleccionistas en España, de los que sólo 18 poseen más de 1.000 piezas, y nueve tienen entre 500 y 1.000. Se está dando excesivo pábulo en nuestros museos a colecciones que son muy importantes para la esfera privada pero, no pocas veces, modestas para el contexto público. Los museos tienen misiones más relevantes que hacer lucir obras adquiridas con mucho o poco mérito por uno o varios coleccionistas según sus gustos y criterios. ¿Qué nos aportan esas colecciones que, a menudo, reúnen obras "de mercado" que han pasado hace pocos años por galerías y ferias? La precariedad económica (y a veces intelectual) de las instituciones, y el ego de los coleccionistas, han dado pie a evidentes excesos. Creo que existen vías preferibles para alentar el coleccionismo, si bien es cierto que algunas de las más eficaces, como las fiscales, no están disponibles en nuestro país.

Lo más preocupante es que la sobreabundancia de muestras y depósitos privados suple la iniciativa pública en cuanto a la creación de patrimonio y a la investigación ligada a las exposiciones más ambiciosas. El coleccionista cobra progragonismo en detrimento del artista o el comisario. Seamos conscientes de que la situación debe ser sólo coyuntural. Y aplaudamos con mucha más fuerza la actividad de los coleccionistas que han impulsado, con más o menos medios, espacios propios en los que no sólo exhiben sus obras sino que promueven la producción, la investigación, la docencia... Como la Fundación Suñol o Fotocolectania en Barcelona; la Fundación RAC en Pontevedra; el espacio OTR en Madrid; la Fundación Montenmedio en Véjer de la Frontera; la Fundación Cerezales; el programa formativo de Cal Cego o, incluso, las colaboraciones con otras empresas de Bergé y Cía. Son iniciativas que, de verdad, suman.