Image: El verano azul de Picasso

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Arte

El verano azul de Picasso

1 junio, 2017 02:00

Vista de la exposición

La Fundación Canal inaugura Picasso y el Mediterráneo, una muestra que aborda la influencia de la cultura mediterránea en la obra del malagueño.

Picasso, dijo "sólo pinto lo que veo". Con estas palabras, se puede describir la exposición que hasta el 15 de agosto se puede visitar en la Fundación Canal en Madrid. Picasso y el Mediterráneo, es una muestra que aborda la influencia del Mediterráneo y de la cultura mediterránea durante toda su carrera artística.

Con una selección de 91 piezas, procedentes en su totalidad de la Fundación Pablo Ruiz Picasso- Museo Casa Natal de Málaga, la muestra supone un homenaje al autor del Guernica y a su única y personal visión. Las obras, que abarcan la casi totalidad vida del pintor (1905-1971), son grabados, cerámicas y libros ilustrados, que muestran su pulsión más mediterránea. Toros, picadores, mujeres desnudas, faunos o centauros, "concentran en las obras las distintas escuelas o temas constantes de Picasso" comenta el comisario de la exposición y Jefe de Promoción Cultural en Fundación Picasso, Mario Virgilio Montañez. Dividido en cuatro áreas temáticas diferenciadas -Tauromaquia: Un ritual mediterráneo, El esplendor de los cuerpos, Celebración mitológica y Expresiones del Mundo Antiguo- el conjunto presenta un Picasso en el que los argumentos muestran una tradición cultural que el pintor nunca abandonaría.

Visitar la exposición es introducirse en estas raíces. Sus paredes, de un intenso azul aguamarina, nos trasladan al azul de ese mar donde nació Picasso. Montañez señala que "los primeros juguetes de Picasso fueron treinta y siete soldaditos y 6 toros y toreros, por lo que, desde la infancia del pintor, el mundo de la tauromaquia estaba muy presente". Once litografías dan comienzo a la exposición y en ellas el toro es el elemento principal. Esta figura evoluciona desde una idea muy básica, hasta ser un animal completo y, por último, de nuevo, se despoja de los distintos elementos hasta un estadio anterior a la abstracción. Y es que Picasso nunca fue abstracto, siempre mantuvo elementos que ligaban la imagen a lo figurativo. De estas litografías, solo se realizaron 18 tiradas y, junto con el MoMA o el Museo Picasso de Barcelona (al que le faltan dos), es muy difícil ver la serie completa.

Para Picasso, los toros eran más que un espectáculo, eran una manera de volver a sus orígenes. El pintor realizó muchas escenas con picadores y, según comenta Montañez, "era con el personaje que más identificado se sentía, ya que era el que de forma más directa se enfrentaba al toro". Llamativa es Planta con toritos, de 1959-60, donde los animales aparecen posados como pájaros en las ramas. "Este dibujo es un flash back de la obra de su padre, José Ruiz y Blasco. Un pintor mediocre pero un gran profesor, que estaba obsesionado con pintar palomas". Una pieza de unión entre su infancia y su vida.

Detalle de Toro, 1945 ©Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2017

La segunda sala, muestra la vinculación del cuerpo y la obra de Picasso. La fuerte influencia del arte griego se refleja en Luchador con lanza y escudo, un homenaje al equilibrio del cuerpo de los kuros griegos. Una pequeña pieza de cerámica nos traslada a la costa de La Garuope en Antibes. Escena de playa es un plato en el que, con la esquematización más picassiana, vemos a los personajes en un trampolín y a los bañistas reunidos en la sombra.

El tercer espacio es una explosión de mitología grecorromana con faunos, minotauros o amorcillos, una temática clave en el pintor. Según el comisario, "Picasso se veía reflejado en el minotauro, tanto por su afición taurina como por su avidez sexual. Combina sus obsesiones en estas figuras". Las figuras son la razón y el instinto, el hombre y el animal, y representan una "confesión de su propia naturaleza", incluso en una de las piezas se ve un fauno que actúa como un picador, siendo la representación más clara del propio artista. Una litografía presenta la escena mitológica de Venus y el amor, un homenaje a la obra de Lucas Cranach. En ella, Picasso presenta su propia versión de la diosa asediada por Amor cuando este le lanza sus flechas.

La primeras civilizaciones del Mediterráneo ponen punto y final al recorrido. Aquí vemos las obras más antiguas de la exposición: dos litografías en relación con el Antiguo Testamento realizadas en 1905. Salomé y La danza macabra presenta figuras claramente ligadas a la tradición del desnudo griego influenciadas por la visión simbolista de Gustave Moureau. Tres desnudos de pie con esbozos de rostros, de 1927-28, son parte de las ilustraciones que realizó para La obra maestra desconocida de Balzac y "presenta el mejor Picasso clásico con figuras de belleza apolínea" comenta Montañez. Como punto y final, Las mujeres de Argel de 1955, nos traslada al Picasso más conocido, donde cuatro figuras femeninas se presentan en cuatro estados diferentes, desde lo más clásico hasta lo más cubista. Es la representación del mundo árabe que realiza a través de la pieza del mismo nombre de Delacroix, como un testimonio de su admiración por el gran pintor del Romanticismo francés.

Esta exposición está vinculada al proyecto internacional Picasso-Mediterráneo, donde 60 museos del sur de Europa y del norte de África participan en un ciclo conjunto de exposiciones que aspira a releer la obra del pintor malagueño y que finalizará en 2019. Mediante este proyecto, impulsado por Museo Picasso de París, se busca descubrir nuevos ángulos y facetas en la obra del artista en los lugares que le sirvieron de inspiración.