Jaime Vallaure, la energía condensada
Una exposición-homenaje a la no productividad, al derecho a crear a otra velocidad
1 diciembre, 2020 09:15Jaime Vallaure. Cartografías del tiempo. Galería La Caja Negra. Fernando VII, 17. Madrid. De 300 a 3.000 €. Hasta el 5 de diciembre
Varios collages cuelgan de las paredes de la galería La Caja Negra de Madrid. Tiras de papel entrelazadas que generan una urdimbre de cifras y letras. Tienen algo de diagramas, de nubes abstractas de datos que, tachados, se vuelven insignificantes. En algunos de ellos asoman unos cuadrados negros superpuestos a modo de stencils malevichianos. En otros, círculos de formas planetarias. Con una mirada más atenta, se descubre cierta agrupación temática en cada uno de ellos –matemáticas, ejercicios de escritura, dibujos infantiles, planos, quizá de exposiciones–, pero ¿importa esto? El motor de estas nuevas piezas de Jaime Vallaure (Oviedo, 1965) no es otro que el azar, la voluntad de no planificar y dejar que la obra crezca de manera orgánica. Al menos, eso defiende el artista, aunque en el resultado final veamos que hay patrones que se repiten y que las composiciones resultantes son muy atractivas.
Cartografías del tiempo muerto es un canto a la no productividad, al derecho a crear a otra velocidad sin perseguir un resultado mesurable. Tiene algo de esos trazos despistados que esbozamos mientras atendemos una reunión, o de los dibujos de teléfono de Gordillo, y también un poco de síndrome de Diógenes, aunque este sea conceptual, del que guarda durante años los viejos cuadernos de sus hijos, algo así como Ignasi Aballí coleccionando sus viejas agendas.
Vallaure construye aquí un bonito alegato sobre la actividad creativa y la relación de la obra de arte y el espectador
El de Jaime Vallaure es un trabajo inteligente con el que le da una vuelta de tuerca a todo sin grandes aspavientos. Cuenta mucho con poco, acudiendo a contradicciones –en su propia web, por ejemplo, esta frase nos da la bienvenida: “Esta es la web que el artista no quería tener”–, haciéndonos reflexionar con lo más sencillo. Se mueve entre la performance, las artes visuales y la edición (su sello Entreascuas, es un imprescindible para seguir los trabajos de Isidoro Valcárcel Medina), los proyectos individuales y colectivos. Colecciona colaboraciones, de las que quizá la más conocida sea su tándem con Rafael Lamata en Los Torreznos, pero también Circo Interior Bruto (ahora en la exposición de Acción. Una historia provisional de los 90 en el MACBA de Barcelona) o La Comunidad Sanguínea (con sus hijos).
En uno de los frentes de la sala de la galería, hay un encerado que podría pasar por un lienzo negro. Es el atrezzo de la performance que Vallaure lleva realizando de manera disciplinada desde la inauguración de la exposición, la piedra angular del proyecto. Nos hace reflexionar sobre cuál es el papel del arte y del artista y sobre cómo se articulan las relaciones con nosotros, los espectadores. Zarandea nuestro concepto de normalidad (que él rechaza) con gestos simples y construye un bonito alegato sobre la actividad creativa: “Cuando expones estás expuesto”, dice en un momento de la acción, comparándolo con una placa fotográfica que funciona según la exposición a la luz (si hay demasiada, se quema). Y da la definición de arte más bella que recuerdo: La energía del artista queda atrapada en la obra expuesta. Si la obra funciona, es porque esta energía ha quedado bien condensada. Pero si es muy elevada, el que mira no puede soportarla.
Y todo esto con un sonido de fondo que va in crescendo, el del contacto de las tizas con la pizarra, que marca el pulso de este dibujo descontrolado. Un proyecto valiente articulado con pocos elementos –pocos transportes de obra, pocos materiales, pocos colores...–y muchas palabras. Todavía quedan plazas para asistir a la performance. Apúntense, a pesar de este spoiler.