Galería Salvador Díaz. Madrid. Sánchez Bustillo, 7. Hasta el 3 de marzo. De 275.000 a 10.000.000 pesetas
La pintura de Fernando Pagola (San Sebastián, 1961) ha ido decantándose hacia la abstracción y parece buscar una síntesis plástica entre lo arquitectónico y lo escultórico monumental. Sin embargo, y a pesar de que hablamos de la obra de un arquitecto, las constantes de su tarea más reciente siguen apegadas a las cualidades y propiedades de la pintura. Pagola cambia la superficie sobre la que normalmente se pinta (el lienzo, la tabla, el papel) por grandes muros construidos a tal efecto (a base de cajones de madera que hacen de sillares) que delimitan el espacio de la galería, o bien por goznes, dípticos de tamaño considerable que se ajustan en las esquinas. Que ello añada algo a la tela de arpillera no está demasiado claro. Lo que aquí tenemos no es otra cosa que estudios sobre la luz y la superficie, sobre el color y la incisión de éste en la alteración de la textura. Estas grandes (lo mediano en Pagola es bastante grande) superficies continuas pueden servir como tubo de ensayo para mesurar variaciones, pero no parece que iluminen un nuevo camino ni resuelvan ningún problema fundamental de la pintura.