Image: Lo último de Gordillo

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Exposiciones

Lo último de Gordillo

17 abril, 2002 02:00

Alunizando, 2002

Marlborough. Orfila, 5. Madrid. Hasta el 18 de mayo. De 300 a 9.360 euros

Es admirable el rigor y la exigencia interior con los que Luis Gordillo sigue conduciendo su trayectoria artística. Sus nuevas obras, producidas entre 2000 y este mismo año, muestran a un creador capaz de volcar en sus piezas el desconcierto del hombre de hoy ante un mundo cada vez más opaco. Gordillo sedimenta en la pintura el proceso de una búsqueda interior, de una meditación plástica que trasciende lo inmediato y lo convierte en intenso signo de interrogación. Siendo la pintura un arte mental, Gordillo lleva esa dimensión a un punto radical, pero sin olvidar nunca la tensión moderadora de los afectos, el valor expresivo del gesto. Sus cuadros se construyen como mapas del deseo en su confrontación con lo que llamamos "realidad", ese vínculo envolvente en que habitamos, aparentemente tan obvio y sin embargo tan inaprehensible. De modo que las piezas se construyen con grandes células de color, de forma imprecisamente orgánica, pero en las que nunca hay continuidad. Al contrario, las formas y planos de color y las células plásticas parecen flotar en un vacío, todo se llena de agujeros, de puntos de caída, que actúan a la vez como focos de atracción y de distracción de la mirada.

Una novedad importante a reseñar en la muestra es la presentación de una serie de fotografías intervenidas pictóricamente, literalmente tachadas, y luego tratadas y ampliadas digitalmente. La fotografía, que está presente en la obra de Gordillo al menos desde los años setenta con muy diversas modulaciones, se ve así convertida en una vía de expresión de lo íntimo en lo pretendidamente objetivo. O también, desde un punto de vista inverso, en estas piezas vemos actuar a la pintura como agente corrosivo de la pretensión de verdad de lo fotográfico.

En todas estas últimas obras se puede advertir con nitidez la densidad poética que Gordillo alcanza en el contraste entre mundo interior y mundo exterior. Una exterioridad cada vez más configurada por la tecnología, ante la que el ser humano oscila entre los sentimientos de omnipotencia y de quebradiza fragilidad. Las formas y colores fríos del universo tecnológico, producto humano al fin y al cabo, se someten al coeficiente irónico destilado en la pintura. El humor quiebra así la pretenciosidad que inevitablemente produce la tecnología como efecto derivado. Observen ese aspecto en los títulos que Gordillo pone a sus obras, espléndidos y llenos de múltiples sentidos. Algunas de las piezas de esta exposición: Grabando cantos de ranas, Las brújulas inapetentes, Manual de centrifugado, Biodegradable, o Darwin en el ascensor... Lo tecnológico se ve filtrado por el afecto: nada es para tanto. Seguimos siendo seres humanos, solos ante las grandes cuestiones de la existencia.

Lo más interesante, en cualquier caso, es que todo el proceso se va conduciendo con una minuciosidad plástica extrema. En Grabando cantos de ranas, por ejemplo, aparece por vez primera el contraste de dos células de color, verde y granate, cuya contraposición y contraste va creciendo y transformándose en las obras siguientes. Al final, en lugar de la hipnótica nitidez de la imagen audiovisual envolvente, Gordillo nos lleva al espacio interior de la duda, allí donde las formas y las células de color se revelan tan fragmentarias como el itinerario de la vida.