Felicidad Moreno, evidencia y augurio
Distrito cuatro
23 marzo, 2006 01:00Ventosa roja, 2005
A la célebre lista de verbos que redactó Richard Serra en 1967 y que de algún modo ha definido la práctica de la escultura del último tercio del siglo XX, "enrollar, doblar, plegar, acumular, curvar, acortar, torcer, salpicar, arrugar, limar, rasgar, burilar, etc., etc.", cabría emparejarle otra con infinitivos tanto similares como heterogéneos, y no sé si suficientes, para precisar lo que han sido capaces de hacer los pintores con su práctica específica en ese mismo lapso de tiempo.Esta reflexión es la primera idea que me provocó la obra última que muestra Felicidad Moreno en Madrid. No porque se sirva de técnicas extrañas, sino porque me parece ejemplo de la extrema libertad alcanzada por la pintura y porque la considero protagonista de esa enunciación en la categoría que reúne a las figuras de talla internacional en la última década. En su transcurso ha conjugado tantos verbos distintos de los comprendidos en esa posible relación, como lo ha hecho, valga la analogía, sin salirse de la estricta gramática que la mejor pintura exige.
La muestra consta de un grupo de obras, fechadas en 2005, pertenecientes a una misma serie -Coral bucle, Coral violaceus, Coral blanco, Coral blando- en las que se evidencian algunos de los rasgos más definidos de su trabajo, así la que me he atrevido a calificar de textura feroz de la superficie pintada, a la que en este caso contribuyen además los esmaltes, arrojados o vertidos, espesos y volumétricos; la turbulencia y agitación de las formas, que aquí se hermanan mediante una repetida y globulosa, como inmensa gota derramada o lengua que divide verticalmente el lienzo y que, de algún modo, exige el protagonismo de primera acción plástica; y cómo no el color, profundo y penetrante, potente y suculento, vivo y lúcido. De no existir ninguna de las cualidades de contextura y forma, el color por sí mismo sostendría la labor de Felicidad Moreno, capaz de extraer de cada uno toda su capacidad instrumental y toda su fuerza para dar estructura a la visión.
La pieza de mayores dimensiones de las expuestas, aislada para apuntar que pertenece a un ámbito distinto, Filamento blanco y negro, un díptico de cuatro metros de ancho por dos y medio de alto, de 2006, me permite augurar que los cuadros iniciados este año son todavía más trabados, densos y poderosos que los vistos hasta ahora. De apariencia más sosegada que los precedentes, semivela la subterránea agitación que electriza su hacer. Economiza los contrastes cromáticos para de ese modo multiplicar el ímpetu con el que se precipita hacia la mirada y amortigua las que fueron vagas analogías figurativas hasta abrirse como enigmático paisaje por el que se despliega lo visible y nos reclama a su laberinto. Para decirlo de modo absolutamente transparente, si Filamento blanco y negro es un aperitivo de lo que prepara para sus próximas exposiciones en el CAB de Burgos y el MUSAC de León, prepárense los que gustan aquí de la pintura para viajar allí donde Felicidad nos lleve.