Horacio Coppola, esencial y moderno
Horacio Coppola
17 abril, 2008 02:00Hipódromo, La Plata, 1938
En torno a Horacio Coppola (1906) existen en España pequeñas paradojas que esta excelente exposición ayudará a corregir: todavía es un nombre de culto, cuyo conocimiento es menos extenso de lo que debiera; y a la imagen que se tiene de él le faltan matices.A finales de 1996, el IVAM le organizó su primera retrospectiva en un museo europeo, centrada en los años 20 y 30 y el entorno bonaerense; Guillermo de Osma fijó en los años 30 el grueso de la exposición subtitulada "de la Bauhaus a Buenos Aires", señalando sus dos querencias básicas (su ciudad y el compromiso con la modernidad), y Jorge Mara le dedicó paredes memorables en sus últimos stands de Arco, editando un catálogo con texto de Juan Manuel Bonet, que prepara un libro sobre el fotógrafo, con largas conversaciones en Buenos Aires.
Existe, por tanto, un debate ineludible al plantear una exposición de Coppola: la evidencia del interés que tiene su visión de Buenos Aires, y el peligro de que esa presencia central muestre como localista un proyecto que es radicalmente moderno. Coppoliano confeso, lo explicaré de un modo gráfico: cuando uno conoce a pie Buenos Aires, revive sus recuerdos ante las imágenes de Coppola. Las de sus nocturnos, las de sus paseantes, las de sus arquitecturas. Y esas imágenes terminan de explicar muchas de las razones del amor hacia Buenos Aires. Porque sus fotografías transmiten esos ecos que van más allá de la visión física y porque, afortunadamente, la ciudad conserva muchos momentos de su orgulloso pasado.
Fija la imagen del fotógrafo intérprete de su ciudad; paseante singular y seducido junto a Borges y Le Corbusier, aprendiendo del primero la cercanía de los mitos y del segundo la revisión desde la geometría; viajero que se acercó a la Bauhaus; amante del cine y sus misterios, y, sobre todo, hombre inquieto, curioso, activo, ¿qué añade a esa visión la actual muestra? Un planteamiento acertado y gradual, abundante documentación en el catálogo y, en muchos rincones, motivos para retomar el interés por Coppola.
La exposición se abre con 4 imágenes de ciudades que sugieren cierta ironía interpretativa. Berlín es una mujer de trazos expresionistas -entre el lujo y la decadencia-, Londres la moda a través de la cabeza de un maniquí, Viena unas piernas sobre la arena quizá de un parque: el fotógrafo actúa como visitante y capta detalles que le atraen. La imagen de Buenos Aires es la del fotógrafo a punto de salir a la calle: el suelo, la puerta abierta y un zapato que avanza, vistos desde arriba. Como arranque es excelente y sutil.
En la primera sala se nos transmite qué se entiende por modernidad en la fotografía de la época: formas circulares, encuentros de objetos, puntos de vista no frontales, fragmentos de un motivo que se multiplica, seducción por la máquina… Dos rasgos esenciales de esa modernidad: la presencia de la luz (la interior del prisma, la que traspasa objetos) y la elección de la línea antes que las texturas. En la sala se exponen algunos de los estudios realizados en su época en la Bauhaus, los homenajes a Gris y Picasso, o una imagen muy cinematográfica y elocuente: Reloj del consejo deliberante.
Los argumentos de modernidad reaparecen en la segunda sala, con un diálogo entre sombras, un nuevo modo de ver la arquitectura e imágenes de objetos seriados. Si éstas nos sitúan en una estética próxima a la nueva objetividad, en las sombras reaparece el fotógrafo de a pie, mientras la manera de ver y sentir la arquitectura (incluso la efímera de unos toldos) a través de fragmentos, formas y volúmenes es un momento de verdadera intensidad. Un modo sencillo de evocar las palabras del fotógrafo, en su célebre elogio a Le Corbusier: "El análisis que hizo de Buenos Aires fue decisivo para mi manera de ver la ciudad".
En la tercera sala se reúne una selección de publicaciones y catálogos de Coppola, que arrancan con el mítico volumen Buenos Aires 1936 (Visión fotográfica), junto a 3 imágenes de la seducción por la industria y la arquitectura industrial (chimeneas humeantes) o la confrontación entre la verticalidad de rascacielos y árboles, y 2 fotografías de texturas.
Tras este ejercicio casi pautado, 3 salas bonaerenses, con el Coppola más conocido: los paseantes por la ciudad; la arquitectura que se eleva autónoma, la ciudad de noche, los luminosos, los reflejos en el agua de la lluvia; las imágenes del puerto (menos conocidas), los parques, las reuniones.
Como cierre, se proyectan las 4 películas de Coppola, desde las devociones cinematográficas y vanguardistas de Traum, al sorprendente Así nació el obelisco: la construcción del obelisco le sirve para ofrecer la nueva visión de la ciudad desde la altura, con las sombras que se proyectan, la presencia del viento, los nuevos juegos de escala, las miradas de los habitantes. Del equilibrio de la ciudad y el desafío del obelisco, a la seducción ante un anclaje al hormigón. Simplemente emocionante.