Image: Billingham, el peso del aire

Image: Billingham, el peso del aire

Exposiciones

Billingham, el peso del aire

Richard Billingham

10 septiembre, 2010 02:00

Untitled, 2010

Galería La Fábrica. Alameda, 9. Hasta el 23 de octubre. De 4.000 a 16.000 euros.


Es una exposición extraña, integrada por fotografías tanto en color como en blanco y negro, con argumentos aparentemente inconexos, con formatos divergentes y tamaños muy diferentes. La mezcolanza era aún mayor en la galería Anthnoy Reynolds de Londres, donde estas obras se expusieron durante la pasada primavera, al sumarse allí algunos ejemplos recientes de la magistral serie Zoo, que ya pudimos ver en La Fábrica. Humanos, animales y paisajes. Sabiendo del gran interés de Richard Billingham (Cradley Heath, Reino Unido, 1970) por la naturaleza podemos deducir que en estas fotografías, incluso en toda su producción, adopta en cierta manera la perspectiva de la antropología biológica para observar la relación entre el hombre y el medio. La familia es la configuración social en la que el artista ha centrado siempre su atención, y es en ella donde nuestra esencia animal se manifiesta de manera más abierta, en la pulsión reproductiva y la protección mutua. Documentó la vida doméstica de sus padres y de su hermano en Ray's a Laugh, la serie con la que obtuvo una súbita celebridad, y ahora estudia a su propia familia, su mujer y su hijo -y todas estas fotografías están estructuradas en torno a una mirada-. Han transcurrido muchos años entre una y otra serie y el trabajo de Billingham ha ganado entre tanto en serenidad y en cualidades estéticas.

La pintura, su inicial dedicación, nunca ha dejado de ser un referente para él, en composiciones, en luces, en motivos... algo particularmente evidente en los paisajes. Su confesa admiración por John Constable queda reflejada en estas fotografías que parecen inspiradas en las pinturas de nubes y celajes que el pintor realizó, sobre todo, en los años 1821-1822, siendo muchas de ellas estudios más o menos abocetados. Se podría pensar que Billingham remite con sus pequeñas imágenes panorámicas a esa gran tradición inglesa de dibujo de la naturaleza, citando a través de este formato poco habitual en fotografía los cuadernos de acuarela o las tablitas en las que profesionales y aficionados tomaban nota de sus hallazgos visuales. Hay nubes en muchos de sus paisajes, y cuando no las vemos, sentimos su presencia en la atenuación de la luz. El aire tiene en todas estas fotografías un peso y una densidad que se posa sobre el horizonte, sobre la tierra, se condensa en torno a las ramas invernales desprovistas de follaje, sobre la piel. Algunas de las instantáneas están realizadas con cámaras o películas de escasa calidad con la intención de acentuar esa atmósfera cargada que encontramos en algunas fotografías antiguas. El tiempo es, de hecho, un componente de gran importancia en estos trabajos, y en varios sentidos. El crecimiento del bebé y el envejecimiento del abuelo expresan el avance inexorable de la vida, nos hablan de su fragilidad, mientras el tiempo geológico del paisaje o la sucesión de las estaciones se presentan como el soporte y el anclaje de la existencia humana. Y puede establecerse una relación entre interiores y exteriores, una equivalencia emocional que se materializa en la extraordinaria fotografía del pequeño Walther, casi perdido en un enorme jersey de su padre, depositado sobre la arena.