Eva Lootz, la palabra en la lengua
A la izquierda del padre
10 diciembre, 2010 01:00Lengua de tierra, 1983
Una exposición en la madrileña Casa de la Moneda reúne 250 obras de Eva Lootz tras la concesión a la artista del premio Tomás Francisco Prieto de Medallística 2009.
La artista española Eva Lootz -a la sazón Premio Nacional de Bellas Artes en 1994 y recientemente galardonada por los Premios MAV 2010 fallados por la asociación Mujeres en las Artes Visuales- ha realizado una medalla bellísima para servir el encargo de la Fundación Real Casa de la Moneda, que implica este premio. En su cara, muy limpia, privilegia el sentido del oído frente a la vista, desde los griegos los dos sentidos nobles para la experiencia estética; mientras su envés está recubierto por signos que se entrecruzan. Toda una declaración de principios por parte de una artista que siempre ha concebido el arte como una herramienta de conocimiento: como intervalo y diálogo.
Feminismo ecológico
Muy pronto, de niña, gracias a su madre que la matriculó en un curso de etnografía, descubrió la relatividad de los respetables dogmas y roles enseñados, hasta llegar a ser naturalizados en la cultura occidental pero que, en realidad, representan un caso muy particular de creencias y hábitos. Viajera y lectora incansable y adicta a la filosofía, después de navegar entre la materia, lo fluido y lo procesual, -como en Papillas elementales, es decir, a partir de su interés constante por la naturaleza, que hoy le hace posicionarse como artista perteneciente al "feminismo ecológico"-, la coherencia en su trayectoria le llevó ya en la década de los 90 a profundizar en las experiencias de la subjetividad en las mujeres. Hasta convertirse en un latir, paralelo e imprescindible en su reflexión y producción.
Y es la selección de ese hurgar metiendo el dedo en la llaga y a paladas, con más de 250 obras, esculturas, vídeos y, sobre todo, dibujos, lo que conforma el desafiante alegato feminista de esta exposición en un lugar tan vetusto. Y, sin embargo, ahora transformado en un espacio envolvente, teñido de blancos, rosas y rojos-sangre, colores prehistóricos, como los define en su ensayo Lo visible es un metal inestable. Al cabo, los colores de la experiencia de las mujeres con su cuerpo, de su intimidad con la cultura de la tierra (Mandalas de sangre; El diván etrusco) y de su encaje en la naturaleza (Grabados blancos).
Deslenguada
En contra del silencio y de la ausencia, impuestos a las mujeres en la tradición patriarcal, Eva Lootz saca sus grandes Lenguas: deslenguadas. Denunciando la insuficiencia de la reflexión sobre la sexualidad en nuestra tradición, debida en parte al cristianismo, que también sentó al Hijo a la derecha del Padre, ambos constructores de la realidad y la razón sólidas. Reclamando, por tanto, desde el ángulo ciego -a la izquierda del patriarcado- y desde la naturaleza una razón matricial -no matriarcal- afirmativa: una red, un tejido en devenir que se enlaza sobre vacíos.
El agujero siempre ha estado en el trabajo de Lootz: antes por los agujeros se perdía la arena o el carbón. Pero en esta muestra se convierte en protagonista, en los vídeos a modo de conclusión: No es más que un pequeño agujero en mi pecho y Blind Spot (Ángulo ciego). Y en las quince series de dibujos, donde el agujero es icono que se despliega en repertorio (Fort-Da) y el eje de una sensorialidad táctil y manual (Lessons of Touch): porque "las manos están a medio camino del habla" y sus gestos en el aire son "como tener la palabra sobre la lengua". Labios y herida, a veces como extroversión descarada y escatológica (Entremanos), como gemido del resquemor sensorial o bien como cicatriz y dolor -"que cada dolor diga su nombre" (En la muerte de Gerda)-, Lootz invierte el castigo del Padre en juego, risa y afirmación. Los agujeros son también pies (Pie hinchado) y calcetines y zapatos para echarse a caminar (Weddingshoes).
Pensar el cuerpo
Hay jeroglíficos que manifiestan la "imposible congruencia entre palabra e imagen" (Angry Drawings; Dibujos de palabras; Pies pesados, pan duro; Leche negra), como "aquello que no cabe en la voz". Y también homenajes a Bourgeois (La verité est mieux que rien) y Zambrano (Ellas). En el fondo, late la influencia de Julia Kristeva y, en sus palabras, el "disfrute paradójico de la hendidura entre lo animal y lo cultural". Y es por ese reconocimiento de la diferencia de "pensar el cuerpo" como mujer por el que esta obra, que disecciona y zurce socarrona y lúcida el desgarro, se convierte en soma curativo y subversión lúdica.