Anna Maria Maiolino y la cuadratura del círculo
Anna Maria Maiolino
17 diciembre, 2010 01:00Vista de la exposición de Anna Maria Maiolino en la Fundación Tàpies
Una muestra en la Fundación Antoni Tàpies nos acerca la figura de Anna Maria Maiolino. La artista brasileña, situáda por una parte de la crítica al mismo nivel que Louise Bourgeois, protagoniza por primera vez en España una gran exposición en la que se recogen desde sus primeros objetos, esculturas y performances, hasta su última serie elaborada para la ocasión.
Ahora, con la exposición de Anna Maria Maiolino, la Fundación Tàpies vuelve a intentar ofrecer una lectura contemporánea de la obra de Tàpies en una nueva cuadratura del círculo, en la que convergen los intereses del artista catalán por lo matérico y la sexualidad con el feminismo, la inauguración de estrategias conceptuales periféricas (Brasil) y hasta el código abierto presentes en la obra de Maiolino.
Es la primera gran exposición de la artista brasileña en España. Una artista reclamada por la crítica de arte feminista Griselda Pollock, que en una conferencia impartida en el contexto de la exposición, situaba a la artista en el mismo nivel que Louis Bourgueois. Nacida en Calabria en 1942, a los ocho años Anna Maria Maiolino se instala en Brasil. En los años sesenta inicia su producción artística ligada al movimiento Neoconcreto brasileño y participa en la exposición Nova Objetividade Brasileira en 1967 con artistas como Hélio Oiticica o Lygia Clark. Como ellos, el viaje de Anna Maria Maiolino va desde el abandono de la abstracción geométrica a poner en primer plano cuestiones sociales, la adopción de nuevas formas de expresión como la performance o, en su caso específico, centrarse en la construcción de la propia subjetividad. Un tema, este último, que Griselda Pollock destacaba como una necesidad de las mujeres artistas: la necesidad de construirse como cuerpo, como individuo, como ser independiente -una necesidad que a Louis Bourgueois le llevó toda la vida-, y no como apéndice o construcción de otros. De ahí la referencia al cuerpo constante en su obra, desde los dibujos y pequeñas esculturas de agujeros, manifestando la relación entre interior y exterior; los vídeos de bocas, o los churros de barro sin cocer que parecen excrementos y que con el tiempo, al no estar cocidos, se desharán.
La serie de churros de barro que puede verse en Barcelona es una nueva producción de la artista para la exposición. Una exposición que, por otra parte, hace un repaso desde los primeros objetos, esculturas, dibujos, vídeos y performances hasta esas nuevas piezas que la muestran como una artista viva. Una artista que aún intenta definirse como individuo, como un cuerpo que se construye a través de lo que expulsa (excrementos), que es inestable (se deshacen), que marca su identidad como mujer en Brasil.
Y, volviendo al principio, ahí aparece lo curioso, con una dimensión matérica y sexual que remiten directamente a Tàpies, pero que, en su carácter repetitivo, secuencial (las leves variaciones de un motivo en una serie de dibujos) y efímero, remiten también a la idea de código abierto, de una autoría que, finalmente, se diluye.