'Expeditions Rome': campañas de la Roma republicana
El videojuego imagina una historia alternativa donde la muerte de Julio César provoca un vacío de poder que aprovechan dos figuras con el destino de la ciudad en sus manos
3 mayo, 2022 03:37La inesperada muerte del pater familias de una venerable casa patricia incita la propuesta de matrimonio de un senador de nombre Scaevola a la hija mayor. La madre sospecha de que los dos hechos están relacionados y que todo responde a un complot para hacerse con la hacienda, por lo que saca a escondidas de Roma al hijo menor, cuya vida ve amenazada de manera más directa.
Lucio Lúculo lo pone a su servicio en Asia Menor y le confía el mando de una unidad de speculatores, fuerzas de élite dedicadas al sabotaje tras las líneas enemigas. Tras varios éxitos militares, el joven toma el control de una legión entera para llevar la guerra al propio Mitrídates VI, rey de Ponto, mientras maniobra para sacar a la luz los tejemanejes de Scaevola, recopilar evidencias para denunciarlo ante el Senado y salvar a su familia.
La trama de Expeditions: Rome se toma ciertas licencias para poner a su protagonista, personalizable por el jugador, en el epicentro de los acontecimientos que llevaron a la extinción de la República. La principal es la muerte extemporánea del último dictador para, como buen juego de rol, poner a protagonista y antagonista en el meollo de los acontecimientos. A lo largo de varios años, se mantienen dos frentes abiertos, el enemigo exterior y el interno, alternando grandes asedios con soflamas en el Senado y la oratoria de personajes de la talla de Marco Tulio Cicerón o Catón el Joven. Toda la estructura de la trama sirve para dotar de gravedad el momento decisivo al final del tercer acto: el cruce del río Rubicón.
Farragosa microgestión
Expeditions: Rome se divide en dos facetas bien diferenciadas. En la primera, manejamos a una pequeña unidad de speculatores en combates por turnos con un fuerte componente estratégico. Los escenarios se dividen en baldosas hexagonales para llevar a cabo complejas partidas de ajedrez tetradimensional con todas las habilidades y las matemáticas subyacentes propias de los juegos de rol. En la segunda, gestionamos el campamento de una legión y vamos conquistando territorios con grandes batallas desarrollándose de forma abstracta sobre mapas. Se ponen a prueba nuestras dotes como comandantes al tener que ir desplegando estratagemas y formaciones concretas dependiendo de la situación. La avalancha de información durante las primeras horas es abrumadora. Hay docenas de mecánicas que tener en cuenta (la moral de las tropas, los hospitales de campaña, las facultades de los centuriones…) y los efectos de muchas de ellas no resultan muy claros hasta pasado un tiempo. Sin embargo, el juego es bastante indulgente con los errores y otorga un amplio margen de maniobra para ir aprendiendo con calma.
El principal problema es que estas dos mitades no están cohesionadas. El relato luce una amplia galería de personajes icónicos interpretados con solvencia por el reparto, pero aparece interrumpido por contratiempos que alargan la experiencia de manera artificial y hacen estragos en el ritmo. Cualquier acción incluye demasiados pasos intermedios. Con frecuencia, los personajes sufren heridas que deben ser tratadas en el hospital o acaban con las reservas de agua. Lo que al principio parece una curiosa dosis de realismo acaba en tediosas fases de mantenimiento desprovistas de cualquier interés. A pesar de todo, el juego triunfa en su propuesta de inmersión en la Roma del siglo I antes de Cristo. Se exponen con franqueza los atributos que permitieron su consolidación milenaria: el cursus honorum que reglaba las aspiraciones de sus patricios, la disciplina y superioridad táctica de sus tropas regulares, su concepto de civilización y los rituales que la sostenían…
Al mismo tiempo, el juego sabe cuándo distanciarse de la realidad histórica para apuntalar una narrativa estimulante en la que destaca un antagonista pertinaz que siempre parece estar dos pasos por delante y contar con una explicación razonable para justificar sus tropelías. Es un relato repleto de giros de guion, traiciones, emboscadas, revueltas, asedios dramáticos como el de Alesia o Calcedonia y batallas dialécticas en el Senado. Su naturaleza abierta transige con una cierta perspectiva moderna sobre aspectos como los roles de género o la servidumbre, pero también explora cómo podría haber cambiado el curso de la historia a orillas del Rubicón en un clímax doble, que discurre en paralelo dependiendo de nuestras decisiones, absolutamente genial.