A la intemperie por J.J. Armas Marcelo

El mundo de Sergius

1 agosto, 2018 09:49
Porto Alegre

Porto Alegre

Me refiero a Sergius Antonio Marsicano Gonzaga, director del Festival de Invierno de Porto Alegre, donde acabo de estar. Escribo esta nota de verano, en el avión de regreso de Lima a Madrid, tras la fiesta de la FIL, una feria de libro multitudinaria, con un gran éxito de ventas y de público, notoriamente curioso, joven, atento y respetuoso con los escritores que asistimos al acontecimiento. Por fin, España hizo un papel a su altura cultural, y todo el mundo estuvo de acuerdo con esta afirmación. Por fin.

En un intervalo de la Feria de Lima me di un salto a Brasil para participar en Porto Alegre en el festival del que he hablado antes. Y allí conocí a gente extraordinaria, mujeres y hombres. Los hombres, como siempre, se apuntan el éxito que le procuran a cualquier acto cultural las mujeres, inteligentes, eficientes, llenas de entusiasmo y felicidad. Entre los hombres estaba Sergius Marsicano, una persona excelente, con unas ganas de vivir increíbles, casado por sexta vez con una mujer, Taciane, mucho más joven que él, pero que por eso mismo y otras muchas cosas lo mantienen joven.

Freud y Marx ocuparon ambos un gran espacio en nuestras conversaciones públicas y privadas. Claro, las privadas fueron más interesantes aún que las públicas, y a esas, a las privadas, voy a referirme. Marx, por ejemplo, ese icono histórico que muchos creen que mueve montañas con su utopía de la igualdad. Sergius y yo estuvimos de acuerdo. Desde el punto de vista intelectual, se ha cometido un grave error con Karl Marx: todo el mundo ha creído que es un dios económico, científico único, pensador que ha hecho un gran beneficio a la Humanidad. En realidad, esa es nuestra teoría, la del gran Sergius y la mía, Marx es un gran escritor de ficción, un gran novelista incomprendido y mal analizado. El Capital, por ejemplo, que millones de personas dicen haber leído y hasta estudiado y que es, sin duda, su obra capital (y lo digo sin bromas verbales). Puedo decir que el gran Sergius y yo estuvimos de acuerdo: El Capital es un relato mucho más difícil de leer y comprender que, por ejemplo, el Ulises de Joyce, y no digamos para la traducción al español. Para muchos falsos escritores, que se las dan de verdaderos, el Ulises de Joyce es antiliteratura, y Sergius y yo recordamos, riéndonos a carcajadas en medio de la fiesta de palabras que nos regalábamos, al escritor brasileiro, muy leído y comprado, que no dudó en afirmar que el Ulises y todo el resto de Joyce le habían hecho mucho daño a la literatura y a muchos escritores. Sin transit gloria mundi. Sergius me llamó "canalla" -dice él que cariñosamente- al segundo día de conocerme. Me echó en cara mis dotes supremas para la seducción, cosa en la que yo no me reconozco, y mi capacidad verbal para convencer a nuestro público de que la vida es lo más divertido del mundo, pero que el mundo es lo más aburrido de la vida. Le hablé, en estas lides, de Lezama Lima y su Paradiso, festín principal de literatura cubana, un libro que es literatura por sí mismo, una enciclopedia, un libro insuperable que yo recomiendo a cuanto joven me dice que quiere escribir sin leer, "para no perder mucho tiempo en eso". Se encuentra uno en el mundo, no en la vida, con cada mastuerzo aspirante a escritor que ya no sé ni cómo acertar al quitármelos de encima.

En cuanto a Freud, otro tanto. Creo que todavía es mejor novelista que Marx, y la prueba irreverente e irrefutable es La interpretación de los sueños. En su texto cabe toda la literatura griega clásica, catalogada por el gran hombre como un complejo interminable. Sí, estamos llenos de complejos, sobre todo cuando soñamos, pero yo no quiero saber lo que significan mis sueños, me basta con no saber cuándo empiezan y cuándo acaban. Dijo Novalis, y yo lo repetí delante de Sergius, en plena fiesta de caipirinhas, que cuando uno sueña que está soñando es que está a punto de despertarse. He vivido toda mi vida en su sueño, pero no quiero despertarme leyendo la interpretación de los mismos sino sacar yo, sin Freud, mis propias consecuencias."¡Pero eres un canalla, JJ.!", exclamaba Sergius a cada trago de cachaza y limón.

Todo esto para explicarles a ustedes, en plano verano de calor y vacío de ciudades grandes, que Sergius tiene una novela escondida en su vida, en su mundo, en sus fracasos y en sus glorias, que tiene muchas. Y en el conocimiento de las mujeres, a las que, como se sabe por sus seis matrimonios, tiene en alta estima. Bueno, le he prometido volver a emborracharme con él, siempre con caipirinhas, desde que llegue a Porto Alegre hasta que salga de esa ciudad de gente maravillosa que sigue creyendo en la literatura, en Freud y en Marx como escritores de ficción, y -sobre todo- sigue creyendo en la vida, algo que a veces puede resultar maravilloso.

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