Elogio sin desmesura del señor de Celama
Luis Mateo Díez es un novelista que se tomó siempre en serio la aventura literaria sospechando que su vida iba a ser entregada al destino del Quijote.
El pasado mes de noviembre se le otorgó el Premio Cervantes al Señor de Celama. Mi enhorabuena a Luis Mateo Díez y al jurado, que no siempre da en el clavo. Tenía pendiente un repaso por las novelas y los relatos de Luis Mateo Díez y durante estos días últimos me he sumergido en su literatura.
No he perdido el trabajo ni el tiempo: somera relectura para confirmar una vez más la alta clase literaria del Señor de Celama y su poderoso imaginario territorio que inventa además su propio tiempo y su personajes. Toda una vida en esa cartografía de linaje cervantino.
Esta relectura me ha servido para reconocer la narrativa de un novelista clásico, sin fisuras ni alardes fuera de su propia literaria; un escultor que trabaja la piedra dura de cada palabra hasta conseguir una prosa lúcida y limpia, clásica, seria literariamente hablando, con el humor preciso en el instante exacto.
[Luis Mateo Díez, ganador del Premio Cervantes 2023]
Celama es una excursión por un territorio que no es ni cercano ni resulta lejano para un lector avisado, y que necesita, de todos modos, de un bagaje de lecturas narrativas lo suficientemente interesantes para saber por donde nos movemos.
Dije antes que Luis Mateo Díez es un novelista serio. Me explico. Es un novelista que, desde el principio de sus escrituras, se tomó en serio la aventura literaria sospechando tal vez que su vida iba a ser entregada al destino entreverado del Quijote: la búsqueda imposible de un mundo inasible con palabras, un universo que siempre se le escapa al escritor y que a muy pocos de ellos se les concede encontrar el tesoro; un esfuerzo descomunal de la voluntad que se empeña tercamente en crear de nuevo el mundo y contenerlo palabra a palabra dentro siempre de unas pocas páginas; una vocación de locura y fracaso, y por eso cito al Quijote, además de que a Luis Mateo Díez se le nota de verdad haber leído la novela de Cervantes, que todo el mundo dice haber leído (y yo me alegro de que así sea y a veces hasta me río para mis adentros…).
Hace muchísimos años publiqué un artículo en el Diario de León exaltando a lo que llamé entonces la “Cultural Leonesa”, como el gran equipo de fútbol de esa región y capital; un grupo de jóvenes señores que se habían dedicado a escribir cada uno su obra narrativa y que llamaban la atención por su extraordinaria fuerza intelectual y narrativa. Hablé de ese grupo y cité a Juan Pedro Aparicio, José María Merino, Luis Mateo Díez y algunos que ahora ya no recuerdo.
[Los libros fundamentales de Luis Mateo Díez, ganador del Premio Cervantes 2023]
Todos comenzaron a ver sus obras publicadas en la Alfaguara que dirigía Jaime Salinas, pero quien más destacaba era precisamente Luis Mario Díez. Tengo la impresión de que, entre las muchas dudas crecientes que un novelista encuentra en su camino para conseguir escribir su obra, sobre todo cuando está escribiendo alguna novela o algún relato, puede debilitarse la fe en sí mismo y en el trabajo que está llevando a cabo. En estos tres escritores, pero sobre todo en Luis Mateo, una insobornable voluntad de escritor era lo primero que se traslucía de su prosa.
Esa voluntad no era otra cosa que la traducción de una pasión radical por tocar la luna con la mano: conseguir escribir por su cuenta, riesgo, ambición y locura, la sombra de esa Mancha que Cervantes convirtió en su mundo para transformarlo en otro mundo universal, intemporal y sin geografía palpable; un imaginario país que se inventa con palabras y se consolida por encima del tiempo en un mundo real dentro de la novela, tan real como si realmente existiera. Y eso, los novelistas lo sabemos mejor que nadie, no sólo no es fácil, sino que además es tan difícil que casi siempre resulta imposible.
Después de años, y todavía en una pletórica madurez creadora llena de buenas sorpresas por parte de Luis Mateo, ahí está Celama, puesto al sol y a los elementos, y a disposición de los lectores que saben todavía por donde de verdad van los tiros del género literario de la novela.
[Entre candilejas]
Entren en Celama y descubran los tesoros que el escritor literario ha puesto a disposición de ustedes, lectores. Y, después, que cada uno sea libre de marcar sus posiciones y las diferencias con tantos escritores que no son exactamente literarios.
Hace un par de semanas hablaba en esta misma “intemperie” del mundo cinematográfico de Víctor Erice. No se si conseguí llegar a ustedes con mis palabras de ese miércoles de El Cultural. No sé si conseguí hacerme entender con la suficiente claridad. Dije y quiero repetir que Erice es un director de cine universal, serio, contundente y creador de un mundo cinematográfico inolvidable.
Quiero decir hoy lo mismo sobre Luis Mateo Díez, pero desde el punto de vista literario. Díez crea un mundo literario exactamente igual, con la misma seriedad intelectual que Erice creó su mundo cinematográfico: al margen de alharacas, de grupúsculos de apoyo, de regalos y premios, de lisonjas y aplausos cotidianos.
Y ahí está el Reino de Celama en pie, el triunfo de una escritura fina, seria, rocosa y al misma tiempo con piel suave de fruta sensual y apetitosa, porque Celama es el triunfo de muchos años de trabajo en soledad, con la conciencia puesta sólo en la creación literaria que hoy tenemos en las novelas de Luis Mateo Díez. Y, además, en su vida real, un caballero y ciudadano integral. Como diría Hemingway, “y encima, buen tiempo”.