Detalle de la portada del libro 'El adiós de Telémaco. Una rapsodia llamada Venezuela'

Detalle de la portada del libro 'El adiós de Telémaco. Una rapsodia llamada Venezuela'

A la intemperie

Venezuela, literatura y libertad

La antología 'El adiós de Telémaco', coordinada por Juan Carlos Méndez Guédez, reúne lo mejor de las letras venezolanas actuales, el mayor territorio de resistencia.

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Publicada

Amo con pasión a Venezuela y a María Lionza. Es parte del país de mi alma y de mi vida. Siempre me he definido como un español canario, mitad venezolano, mitad cubano, o sea, panameño. Yo me entiendo, bailo y subo cada escalón de mi vida solo y acompañado por mi memoria y mis emociones: Venezuela es principal. Háganme caso: se puede ser todas esas cosas y muchas más si se tiene un corazón grande y una amplia y abierta visión del mundo y su memoria. Ese es felizmente mi caso.

Ayer tarde se presentó en la Casa de América de Madrid una impresionante y rigurosa antología de la literatura venezolana actual, El adiós de Telémaco. Una rapsodia llamada Venezuela, con selección y prólogo de Juan Carlos Méndez Guédez, enorme escritor e intelectual honrado, ciudadano integral venezolano y español. El volumen textual lo ha publicado, con un primor y una excelencia exquisitas, la estética y literaria Editorial Confluencias.

El libro se publicó con motivo y en el marco del Festival Hispanoamericano de Escritores, que me honro en presidir y que tuvo lugar en la ciudad de Los Llanos de Aridane, isla de La Palma, Canarias, España, bajo los centenarios laureles de Indias de la Plaza de España, a la intemperie y al aire abierto de la libertad.

No pude ir al acto de presentación del libro por razones personales muy tristes (hace dos días falleció mi exmujer, madre de mis dos hijos, una personalidad intelectual de primer orden y catedrática de Filosofía durante toda su vida), pero he leído con profundo detalle intelectual y literario, con un gran interés y una emoción contenida y creciente cada texto de El adiós de Telémaco. Mi enhorabuena y mi agradecimiento personal a todos los que han participado en esta odisea.

He podido constatar, una vez más, que incluso en medio de las peores dificultades y los mayores abusos del poder totalitario y dictatorial, incluso en medio de las tormentas de la desesperanza, Venezuela, mi país, es un bravo pueblo y he constatado una vez más que la literatura venezolana de siempre y la actual de ahora mismo es el más grande territorio de libertad y resistencia. Me emociono al escribirlo. Y lo repito una vez más: “¡Resiste, mi amor, resiste!”, como dice la canción del portugués José Afonso.

La categoría intelectual, la exigencia literaria, la paciencia, el cuidado de la palabra, de cada párrafo, de cada texto, de cada autor, de todos los escritores que participan en esta antología, me dice que Venezuela está en pie, en la contumacia feliz de la esperanza, y que su literatura es el primer y último refugio de la libertad de nuestro país.

No exagero si les digo que me siento partícipe de esta antología venezolana. Partícipe y orgulloso de participar en esta epopeya. La mágica isla de La Palma, donde el realismo de la vida es pura magia y la alquimia de la magia es pura realidad, es una pequeña Venezuela en esta parte del Atlántico: un espejo que se mira en el océano hasta llegar al otro lado del mundo y retratarse en Venezuela.

La Palma y, en general, todas mis islas Canarias, son España y son Venezuela, y viceversa. No se deben nada, pero se lo deben todo: los isleños palmeros que recuerdan y los venezolanos que saben son la misma cosa, la misma historia, la misma odisea, la misma memoria. Por eso, yo, que soy palmero aunque no nací en La Palma y soy venezolano aunque no nací en Venezuela, he leído y comprendido El adiós de Telémaco. Una rapsodia llamada Venezuela como mía, porque también es mía.

Me he emocionado hasta las lágrimas de una profunda alegría al leer uno a uno, y lentamente, cada texto de la antología, porque todos, absolutamente todos, son de una belleza y un rigor literario que reivindica la mejor literatura de Venezuela, desde Andrés Bello hasta ahora, hasta el gran escritor José Balza (para quien pedimos desde aquí, y una vez más incansablemente, el Premio Cervantes); el magnífico Juan Carlos Méndez Guédez; el vitalista, riguroso y entusiasta más allá del cansancio Juan Carlos Chirinos; el gran Ednodio Quintero; las inmensas poetas Yolanda Pantin, Blanca Strepponi y Carmen Verde; la cuentista Silda Cordoliani, y todos los escritores que participan en esta antología.

He descubierto que todos son venezolanos herederos directos y dilectos del citado Andrés Bello y de Rómulo Gallegos. ¡Qué cuidado, qué esmero intelectual, qué respeto sacral, qué amor pasional demuestran tener cada uno por la palabra literaria y por la literatura de Venezuela y de toda la lengua española! ¡Qué gran lección estética y, por tanto, ética nos han dado a todos los que ya hemos leído y y leerán El adiós de Teémaco! ¡Qué gran lección de humanidad, de luz!

Y termino emocionado, igual que empecé a escribir este texto, afirmándolo rotundamente de una sola vez: la literatura venezolana actual es el primer territorio libre y resistente de América Latina. Lean El adiós de Telémaco y verán que no exagero nada, que sólo digo la verdad, la escribo y la publico.