Federico J. Silva. Foto: Editorial Averso

Federico J. Silva. Foto: Editorial Averso

A la intemperie

'Puerco cuerpo': el festín carnal de la palabra poética

Federico J. Silva publica un poemario erótico donde llega al fondo de cada palabra para hacerla suya en cada verso y cada poema.

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Por regla general, y salvo excepciones geniales, un verdadero poeta es un ser extraordinario cuyo cimiento fundamental en la vida es el respeto por la palabra poética. Una cosa es escribir versos, que puede hacerlo cualquiera, y otra cosa muy distinta es la poesía. Vocación pasional, oficio, lectura profunda de la poesía universal, vicio favorable por escribir literatura, gusto total por el torneo intelectual con la palabra, tratando de encontrar el oro en las profundidades de las minas más oscuras.

Un poeta es, en el fondo, un explorador de los secretos de la palabra poética, un brujo lleno de talento y osadía, Sísifo metido a fondo en su incesante trabajo, verso tras verso, para dar con el secreto de la palabra poética y su lugar en cada verso y cada poema. Cierto: un buen y verdadero poeta no se permite el truco barato de dar gato por liebre, sino que trabaja la dificultad verbal buscando la música exacta y el nombre exacto de las cosas. “Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas”, acuñó el gran poeta Juan Ramón Jiménez. Esa frase, ese verso exacto, es una plegaria que merece la devoción del poeta verdadero.

Federico J. Silva es un enorme poeta sin tiempo y sin lugar geográfico: es un poeta capaz de crear al escribir su propio espacio y tiempo. Y eso es fundamento esencial en la poesía. Acaba de publicarse su libro de poemas Puerco cuerpo, cuya escritura lo sitúa entre los poetas eróticos más serios y rigurosos que he leído en los últimos veinte años. Es fácil de leer, por luminoso e hipnótico, pero cada verso de Puerco cuerpo es un universo que colabora activamente al efecto final de una textura tan extraordinaria como toda su poesía.

La aliteración, en la que el poeta Silva es un maestro, está presente en el libro de poemas desde el título hasta el verso final. Pero no se conforma con eso, con prestidigitaciones y profundos juegos verbales, sino que recorre una gran gama de figuras poéticas y referencias a la mitología grecolatina. Así ha compuesto gran parte de su creación poética. Así compone Puerco cuerpo, como el festín vivo y carnal de su expresión poética. Incluso en la verbalización más gruesa y primaria, donde quienes no son poetas pero escriben “versos de amor” patinan y se estrellan en la bisutería chabacana de la vulgaridad.

El poeta Silva ni siquiera siente esa cercanía del gato por liebre: su vocación es dibujar su propio mundo con la exactitud de un sabio alquimista que estudia sin pausa la gloria escondida de la poesía. Y ese es uno de los grandes secretos de Puerco cuerpo: la consagración del placer de la carne en su más exquisita contemplación.

"La aliteración, en la que el poeta Silva es un maestro, está presente en el libro de poemas desde el título hasta el verso final"

“Ella conoce que existe un lugar, / en el origen de su pierna, que / denomino ese lugar, mi lugar. / Yo coloco allí mi mano. / Tal como se entra en un embarcadero / o se descubre un pie en el calcetín.” (XXIV). “Nunca ha habido regalo inocente. / Animal inmundo de porquería / y erecciones, de húmedos lametazos / de sórdida impureza. Cuatro patas de chorreaduras y cochambres” (XXVI). Dos muestras: dos extremos, pero hay muchas más en todo verso y poema de Puerco cuerpo: una realidad verbal que el poeta Silva construye arropado en la tradición poética de Occidente, esa que va a caballo de la prohibición legal, la heterodoxia continua y el filo de la navaja.

¿Cuál es el lugar de Federico J. Silva en la poesía actual de la literatura en lengua española? Cierto: no es un poeta que busca luces en medio del escenario y focos de atención temporal: no tiene nada que ver con los poetas del aplauso fácil de hipotéticas multitudes de admiradores. Silva es un poeta que ama la soledad. Un poeta que sabe bien que la soledad y el silencio son elementos sustanciales de la poesía de verdad, convencimiento al que se llega luego de leer toda la poesía del mundo, esa poesía que se ve en los versos de Silva porque es un poeta del mundo que crea cada uno de sus poemas sin detenerse al escuchar el halago pasajero o el ladrido de los perros enemigos.

Todo eso le es clara y completamente indiferente: Silva va al fondo y llega al fondo de cada palabra para hacerla suya en cada verso y cada poema. Esa es su función, sin esperar nada más, al fin y al cabo Sísifo en pleno ejercicio de su destino. Es ahí, en el sentimiento más escondido de su visión del mundo donde encuentra el oro de la palabra, con sus semánticas, su ritmo poético, su música callada, su poesía. Y eso es un poeta. Y Puerco cuerpo es uno de sus mejores libros. Me he agradecido la lectura de este libro que les recomiendo a todos ustedes de viva voz. No se arrepentirán de ese placer, del festín carnal de la palabra poética de Federico J. Silva.