La muerte del cine 3: Soderbergh
A finales de abril, Steven Soderbergh dio una conferencia en la San Francisco Film Society que ha tenido una amplia repercusión. En la misma, el director teoriza sobre el "estado del cine y el video", un título muy genérico que da lugar a una serie de reflexiones muy variadas también y de enorme interés. Empieza el cineasta hablando sobre un encuentro en un avión con un vecino de butaca que se pasa cinco horas de vuelo mirando el Ipad. Al parecer, el viajero, de unos treinta y tantos, miró durante todo ese rato imágenes de películas de acción una detrás de la otra. No le interesaba la historia o los personajes, le interesaba ir a la parte más llamativa de la película sin entretenerse con esos detalles superfluos que hasta ahora llamábamos cine.
Soderbergh pone el grito en el cielo y se pregunta si no será que le parece mal porque se está haciendo simplemente mayor. La respuesta la encuentra en un libro de Douglas Rushkoff y llega a la conclusión de que sufre algún tipo de "shock del presente", nombre también del libro. Dice el director, citando a Rushkoff: "¿Si no existe el tiempo lineal, cómo puede alguien entender lo que está sucediendo? No hay historia, no hay narrativa que explique porque las cosas son como son. No hay tiempo entre hacer algo y ver los resultados, al contrario, los resultados se acumulan y nos influyen antes de que hayamos concluido nuestra acción. Hay tanta información surgiendo de tantos sitios que simplemente no hay manera de entender cuál es verdadero argumento".
A partir de aquí, Soderbergh llega a la conclusión que esta cultura del "shock del presente" está influyendo de forma profundamente negativa en el cine hasta el punto, si no de estar poniendo en peligro su mera existencia (que estaría asegurada porque los artistas incluso en las peores condiciones no pueden dejar de crear), sí de tener como consecuencia un estado devastador del mundo del cine. El cine, para Soderbergh, "no depende de la pantalla en que se vea, si es en tu habitación o en un Ipad, tampoco tiene por qué ser una película, puede ser un anuncio o un vídeo de YouTube", lo que le define es "una especificidad en el punto de vista (la "visión"), es un arte en el que todo importa. No lo hace un comité ni el público, lo hace un cineasta".
Y ese cine verdadero según Soderbergh, que ha anunciado su retiro varias veces sin que parezca que se atreva a dar el paso, es el que está en algo más que en peligro. Tras realizar un elogio de las bondades de la tecnología digital (citando a Welles dice que "no es la herramienta la que lo crea sino mi instrumento") le echa la culpa a los grandes estudios de cine y en correlación, al público que los sustenta. "Las razones son más económicas que filosóficas. Cuando añades a un montón de miedo una falta total de visión unida a una ausencia de liderazgo, tienes una situación muy difícil de revertir". Después, se despacha a gusto contra los ejecutivos: "Tienes a gente a la que no le gustan las películas, que no va a verlas, decidiendo qué película vas a poder hacer".
Acto seguido, el cineasta señala más causas para la debacle. Una también sucede en la producción en España, al ser cada día más importante el mercado internacional se tiende a hacer cada día películas más universales con menos personalidad por temor a no ser comprendidas y aceptadas en culturas muy distintas. Otra, es que los estudios viven en una vorágine en la que cada día hacen menos películas por más dinero, ya que han descubierto que cuanto mayor es la inversión más difícil es fracasar. De esta manera, en 2003 se estrenaron 455 filmes en Estados Unidos, 275 de ellos independientes, 180 de estudio. El año pasado, hubo 677 películas pero solo 128 de los grandes estudios. Sin embargo, las corporaciones ahora controlan un 76% del mercado mientras hace una década controlaban el 69%.
En su letanía, Soderbergh añade la piratería como causa final de la debacle y cita a san Steve Jobs para defender la propiedad intelectual. Según el ex capo de Apple: "Desde los primeros días me di cuenta de que los derechos de autor son la base de nuestra prosperidad. Si nuestro software no estuviera protegido, no habría ningún incentivo para nosotros de seguir creando". El cineasta quiere terminar con una nota de optimismo diciendo que habrá esperanza mientras haya gente dispuesta a buscar nuevos lenguajes y formas de hacer arte. Pero no puede evitar con un consejo lacónico a más no poder: "Jóvenes cineastas, no olvidéis que en una de esas reuniones con productores siempre habrá un momento en el que podréis parar en medio de vuestro discurso y como si fuera una epifanía decir: 'Al final, esta es una película sobre la esperanza'".