'Sherlock Holmes: Chapter One', deduciendo los orígenes
Los ucranianos de Frogwares imaginan a un joven Sherlock en una isla italiana tratando de descubrir los pormenores de su pasado familiar mientras resuelve casos de lo más truculentos
El estudio ucraniano Frogwares lleva veinte años haciendo juegos de Sherlock Holmes en la que ha sido una progresión desesperadamente lenta con mejoras puntuales. Sin embargo, en 2019 optaron por dejar de lado al personaje durante un tiempo para centrarse en The Sinking City, una historia inspirada en la mitología cthulhiana de H. P. Lovecraft que adoptaba el modelo de mundo abierto. Con la experiencia adquirida en ese desarrollo, han abordado un reinicio de su serie sobre el famoso detective imaginado por Arthur Conan Doyle con el mismo planteamiento. El juego se desarrolla en la isla de Cordona, un enclave cercano a las costas italianas que ejerce de crisol de culturas con una fuerte presencia de la población otomana a pesar de ser un protectorado británico. Las tensiones entre la población y una pléyade de personajes siniestros hacen que se le amontone el trabajo a un Sherlock inexperto pero ya seguro de su intelecto. ¿Ha conseguido el estudio hacer un juego que haga justicia al historiado personaje?
Chapter One no adapta ninguno de los muchos casos que Conan Doyle escribió durante décadas. En vez de ello, se adentra en la juventud y en los orígenes familiares de Sherlock, un lienzo casi en blanco donde poder narrar con bastante libertad aunque, por lo general, respetando los pilares básicos de su identidad. El factor más arriesgado es la inclusión de un amigo imaginario, Jon (no Watson). En ningún momento el joven Sherlock se llama a engaño. Sabe perfectamente que es un producto de su imaginación pero tampoco incurre en muchos detalles sobre su existencia ni parece preocuparle que solo él lo pueda ver. Los dos juntos vuelven a Cordona, donde pasaron la infancia, después de muchos años para desentrañar el misterio en torno a la muerte de su madre. La mansión donde vivían va desbloqueando estancias conforme recuerdan ciertos episodios, lo que les lleva a verse involucrados en una serie de casos que no tienen mucho que ver entre sí más allá del hilo conductor general de conseguir pistas al final. Una narrativa marco que acoge diferentes episodios siguiendo el modelo de los cuentos literarios, aunque con una dosis extra de mugre que combina los excesos de las novelas hardboiled con un ocultismo más siniestro.
Cordona es una ciudad repleta de cadáveres. Los cuatro casos principales pueden presentar robos al principio, pero en el desarrollo siempre terminan sucediéndose diferentes asesinatos a los que Sherlock suele responder con un sarcasmo desapegado. Uno de los grandes aciertos de los desarrolladores es la caracterización del joven detective. A pesar de su socarronería y su evidente narcisismo, resulta siempre entretenido con sus observaciones y sus filigranas verbales. Su incompetencia en aspectos de inteligencia emocional, que en algunos momentos se celebra en sus intercambios con las instituciones, también se llega a criticar, sobre todo en su interacción con las víctimas. Quien no termina de encajar es Jon. Su presencia es necesaria, ante la ausencia de Watson, para dar a Sherlock un adlátere con el que contrastar sus deducciones y explicar sus razonamientos, pero su personalidad nunca termina de congeniar con la del propio detective. Sus apreciaciones y comentarios van de lo superfluo a lo irritante, sobre todo cuando le reprende por no dar con la solución a la primera. Termina haciéndose odioso y sus momentos de sensibilidad se antojan extraños. No llega a arruinar la experiencia, ni mucho menos, pero en un juego repleto de personajes coloridos y magistralmente escritos e interpretados, Jon parece fuera de lugar y nos hace echar de menos al veterano de la guerra de Afganistán como verdadero compañero de fatigas.
Donde Frogwares demuestra que domina el material literario es en la traslación de los extraordinarios atributos de Holmes a las mecánicas del juego: sus dotes para la observación de los sospechosos, para imaginar correctamente una secuencia de eventos en una estancia, para el disfraz y la infiltración, para sonsacar información a los testigos; su experiencia en el análisis químico y, sobre todo, para establecer correlaciones entre las pistas y llegar a deducciones lógicas. Es en estas instancias cuando el juego presenta su mejor cara en unos casos que pueden ser algo rocambolescos (como un accidente fatal con un elefante tratado como mascota que puede esconder algo más), pero que mantienen el interés en todo momento a pesar de introducirse en aguas turbulentas. Chapter One no es un juego melindroso, más bien al contrario. Asume riesgos y las resoluciones de los casos, que ofrecen un abanico de posibilidades a la hora de denunciar a un sospechoso, conllevan verdaderos dilemas morales de difícil justificación. El juego tampoco se arruga a la hora de abordar temas escabrosos, como el maltrato infantil o la violación ritual de una refugiada, o situaciones enfermizas, como una orgía al más puro estilo Eyes Wide Shut con un asesinato de por medio. Ejerce una debida prudencia a la hora de mostrar estos horrores y aunque la violencia implícita es considerable, por lo general, las situaciones están bien tratadas, aprovechando la situación para examinar más de cerca las motivaciones del joven Sherlock a la hora de resolver los casos y el lugar que ocupan las víctimas en ellos.
Sherlock Holmes: Chapter One es un gran juego lastrado por unas fases de combate totalmente prescindibles (aunque hasta cierto punto opcionales), un mundo abierto demasiado grande (hay varios distritos por los que la historia principal ni siquiera transcurre) y, por encima de todo, un aspecto técnico áspero. Es puro eurojank, término que hace referencia a una escuela de títulos europeos de grandes ambiciones y presupuestos limitados con un gran tolerancia al detritus tecnológico. A pesar de llevar dos décadas haciendo juegos y de contar con el poderío técnico de una PlayStation 5, el estudio sigue siendo incapaz de lanzar un título con el nivel de pulido que podría esperarse. Las caídas de framerate son constantes, las animaciones muy mejorables y, por lo general, se le ven las costuras por todas partes. El juego es perfectamente jugable y no tiene bugs, que sería lo verdaderamente gravoso, por lo que si se es capaz de pasar por alto esta rugosidad aguarda una experiencia intelectual de alto nivel, con una narrativa valiente y un misterio competente en su núcleo que explica los orígenes del detective más famoso de todos los tiempos.