La columna de aire por Abel Hernández

18+

17 enero, 2014 13:40

Al empezar a teclear sobre el tema de esta semana hay tantos interrogantes suspendidos en el aire como chispas de una casi enfermiza fascinación y cierta sensación de peligro. Por ejemplo, como ya han hecho otros antes, iba a empezar diciendo que estamos ante uno de esos secretos bien guardados de la red cuando me he dado cuenta de que es justo al contrario: en estos momentos 18+ es uno de los secretos a gritos de lo mejor de la última cosecha de música nueva salida de los márgenes digitales de la ciudad sin límites. Lo suyo ni siquiera es una mecha que arde hacia una hipotética detonación final sino más bien una mascletà que ya ha empezado a atronar y en cada singular explosión su humo transporta, como en un videojuego, una sustancia que te adhiere a ellos y te convierte en zombi predicador de su anomalía. Es lo que tiene el misterio: contiene una propuesta de desvelamiento.

Pero, por si tú, amable lector, como sería normal, no sabes sobre qué diablos estás leyendo en estos momentos, empezaremos por el principio. Existe algo llamado 18+, que desde 2011 ha publicado tres mixtapes, a razón de una por año, exclusivamente en redes sociales y sin que medie posibilidad de transacción económica. 50 trozos, cortes o pedazos repartidos en tres conjuntos casi continuos a los que hay que sumar seis canciones más en formato de vídeo de Youtube (que 18+ han considerado un EP), formando un compendio musical singular y especial cuyo atrevimiento y seriedad no ha dejado de crecer al mismo ritmo que la valoración pública por parte de quienes con cuentagotas iban enterándose de su existencia. (No deja de resultar curioso que ello haya sucedido a la vez que el propio formato de mixtape digital se ponía cómodo en su particular época dorada.)

En Internet apenas hay otra información que la que 18+ proporciona personalmente desde su Tumblr, su Twitter, su canal de Youtube o de SoundCloud. Pero sólo puedes contactar con ello, con su música, con su producción de sentido en general, en ese mismo medio de Internet, como si se tratara de una mentira viral, aunque después su rastro pueda conducirte hasta dos personas actuando en directo, donde sí se dejan ver. Porque 18+ están enmascarados en el anonimato que permite la Red pero parece que existen. Todo indica a que se trata de un dúo mixto compuesto por dos jóvenes que se mueven entre Los Ángeles y Nueva York (aunque hay quien los sospecha en Berlín). Ella se hace llamar Sis y él Boy. El nicho digital desde el que emiten sus frecuencias más bien parece una gruta rollo Batman debajo de una casa donde la gente fuma cosas raras y escucha techno roto, pop electrónico de baja fidelidad y, sobre todo, hip hop marciano. Desde allí, tras sus máscaras de anonimato digital, irradian una mezcla de R&B enfermo y estética Rap pasada por pop oscuro y a menudo aéreo y embrujado, una niebla de elementos mínimos y chungos pero espaciados lujosamente como en una partitura MIDI. Bombos-bajo retumbantes y palmas o chasqueos de cajas de ritmos dislocadas y samples caseros, detalles de piano o sonidos de teléfono móvil, de armas cargando munición, de látigos, de frenazos de coche o de monedas cayendo que han sido descargados de cualquier esquina gratuita de la Red. Se trata de bases en ocasiones autoproducidas pero en una proporción importante hechas con bucles de pedazos robados de cualquier tema de su gusto (como All I Need de Clams Casino) y en otra fruto de la colaboración de productores y DJs más bien marginales como C Powers, AIDS3d o Butchy Fuego, algunos de los cuales son también artistas visuales. Sobre ellas suelen flotar las voces de Sis y de Boy cantando y rapeando. Entre un inteligentísimo abuso del Autotune (aquí ya un efecto más para descoyuntar el sonido) y la frescura total y desafinada de un mal doblaje, la voz femenina y la masculina se van turnando en un incesante ronroneo de sensualidad que alcanza la pura expresión sexual, a la vez que parecen afectadas por un desplome entre cierta pasividad erótica y la sedación química, con un punto de abandono nihilista.

La composición y de producción de su pop electrónico o 'rap agua' como lo han llamado sus protagonistas en una de las pocas entrevistas a las que han contestado, ha ido mejorando desde una primera mixtape (M1Xtape) a la última. Es en ésta, MIXTAP3, que publicaron hace unos meses, donde la compenetración entre Sis y Boy en muchas de las canciones, el diálogo entre sus dos voces y las interpretaciones envueltas en un halo de improvisación así como la capacidad de tensión dramática de la música (que no deja de crecer en el transcurso de sus 46 minutos) alcanza un nivel de obra musical indiscutible.

Sin descubrir ningún continente sonoro perdido, 18+ se montan una mixtura de géneros fascinante y pegadiza pese a su rareza. Un balance dentro del alcance de lo familiar que reutiliza muchos elementos de la música norteamericana comercial de origen negro (raperos, divas, baladas soul) cuando no recuerda a cosas lo bastante distintas como para hacernos creer que comprendemos (como el Andy Stott más escueto, el primer disco de The XX, los Portishead más cercanos al hip hop alucinado, las soledades bajo lluvia ácida de Burial, la cantadita sampledélica lo-fi de Hype Williams, e incluso a ratos a aquella esplendorosa sordidez de los Arab Strap de Philophobia y Elefant Shoe). Pero al mismo tiempo no se va de la cabeza esa sensación de extrañeza, de inquietud, de impenetrabilidad, de que forme parte de una banda sonora de un mundo paralelo.

Sea como sea, pese a todas esas fuerzas, su hechizo no reside exclusivamente en su sonido o composiciones. 18+ es algo más que un proyecto musical.

Están las letras: en sus canciones pesa significativamente la desesperación por resultar propias de humanos vivos encerrados en una cápsula ilusoria, donde las palabras hablan con sensual brutalidad sobre el intercambio sexual, versos que de tan guarros y directos resultan absurdos e irreales y al mismo tiempo, y no sé cómo explicarlo, puros, con algo infantil y desvaído. El oyente se convierte en espectador voyeur de algo que cree ver pero no ve.

Y está la parte visual. Además del cuidado por transmitir una imagen de invisibilidad, su canal de Youtube ofrece unos veinticinco clips. Son piezas que aparentemente sirven de fondo a las canciones y en ellas abundan las imágenes generadas por ordenador, vistas a una realidad alternativa de videojuegos o de metaversos online que toman prestadas acogiéndose en su anonimato. Imágenes que en buena parte se extraen de las zonas para mayores de 18 (o sea 18+) de dichas virtualidades, esas zonas donde supuestos adultos construyen identidades mediante avatares, rompiendo sus (o Los) tabúes, disfrazándose para perseguir sus pulsiones y fantasías confesables o no.

Por último, está la infinidad de detalles con que 18+, bajo su apariencia despreocupada, se presentan a sí mismos y presentan su discurso, con que se relacionan con aspectos esenciales del pop como la industria y el mercado. Es su anonimato, la manera en que Boy y Sis (o las criaturas que sean 18+) se enfrentan con la tecnología digital, la virtualidad y la Red y con la propia manera que tenemos de relacionarnos con los otros mediante esa misma tecnología. Son los formatos que eligen y las ataduras con la representación visual y con la manipulación que sostiene. En definitiva, su hechizo está en la manera tan autoconsciente en que comunican lo que comunican, lo que los convierte en algo completamente distinto, en una ventana que da a otro lugar.

Debo subir este texto ya pero no parece que acabe aquí. Si le interesa el tema, amable lector, haga clic en los enlaces que hemos dejado esparcidos por el post y escuche y vea. Es muy posible que la semana que viene sigamos hablando de 18+ e intentaremos explicar cómo sus emisiones digitales sin ánimo de lucro, salidas de los infinitos arrabales despoblados de los overgrounds, pueden haber sido compradas por marcas de alta costura, y sobre su relación con la idea de Freud de lo inquietante, con Second Life, lo cyborg, el tabú, las máscaras y el anonimato, The Residents y las teorías de N.Senada, con el fingimiento de género o racial, con la sinceridad, fisicidad y autenticidad en lo artificial, con el papel del cuerpo frente a la mediación tecnológica y la irrealidad emocional.

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