Qué raro es todo! por Álvaro Guibert

Gurrelieder

26 noviembre, 2014 09:44

Han vuelto a Madrid los Gurrelieder de Schönberg, las canciones del castillo danés de Gurre, los amores del rey Waldemar por la bella Tove, la venganza homicida de la reina, la canción de la paloma del bosque, la orquesta elefantiásica. Bien por la Orquesta Nacional, que los ha traído esta vez. La obra ha sonado ya tres o cuatro veces en Madrid y también en diversas plazas de España: otro signo de la normalización de nuestra vida musical. El primero en traer esta música a Madrid fue Odón Alonso, aquel maestro culto, simpático e intrépido que trajo a nuestra vida musical tantas obras importantes del repertorio reciente. Fue en 1977, con la Sinfónica de RTVE y varios coros, en el viejo Teatro Real. No olvidaré aquel día. Por la mañana estuve en el ensayo general y ahí oí por primera vez la furia vocal del rey, la caza infernal, la delicia de la paloma, la increíble riqueza de una orquesta verdaderamente forestal, abrumadora por la variedad de aromas y colores tanto o más que por la potencia. ¡Más de trescientos músicos en escena! Por la noche, en el concierto, me pasó lo nunca visto. Fui sin entrada, como casi siempre, con idea de pedírsela a alguno que viera yo nervioso en la puerta del Teatro, mirando el reloj repetidamente con cara de plantón. La táctica funcionó, una vez más. Obtuve mi entrada y el portero, tras picármela, me mandó seguir a una azafata... ¡hasta el palco real! Inaudito. La orquesta que pedía Schönberg era tan grande que hubo que ampliar el escenario invadiendo las dos o tres primeras filas del patio de butacas. Se ve que a los abonados de esas filas los acomodaron en el palco y que uno de ellos era el señor que me regaló la entrada de la pareja que le falló.

[caption id="attachment_584" width="560"] Eliahu Inbal[/caption]

En fin, que me ilusionó mucho oír de nuevo esa obra en Madrid. Por la radio, esta vez, y bajo la batuta de un gran director, Elihau Inbal. La gente no se acuerda, o no lo sabe, pero Inbal estuvo a punto de ser titular de la Orquesta Nacional, cuando el israelí estaba en la flor de la edad y la Nacional no era precisamente una perita en dulce ni es que se la disputaran los Abbado y Barenboim de este mundo. Tomás Marco, entonces Gerente de la Orquesta, quiso y pudo traer al maestro Inbal, pero el Ministerio prefirió a Aldo Ceccato. Creo que la historia de la ONE habría sido muy distinta si hubiera pasado unos años con don Eliahu. Sus Gurrelieder de este fin de semana han sido fantásticos. Las voces, bien en general, aunque no entiendo el empeño del tenor José Ferrero en abordar empeños que le desbordan. No pudo con el Don José de la Carmen de La Zarzuela y tampoco con este papel. Se juntaron para este trabajo el Coro de RTVE y el Coro Nacional, recién pacificado por la nueva Directora del INAEM, Montserrat Iglesias (que ha empezado su mandato resolviendo problemones a razón de dos o tres a la semana)

Los Gurrelieder, com su autor, giran en el remolino de lo desmesuradamente grande y lo asombrosamente pequeño. Entre los obrones postrománticos y las micropiezas modernas. Es una obra gigantesca, no cabe duda, pero nació en su cabeza como un sencillo ciclo de canciones: dos voces y piano. Los extremos se tocan.

Image: La compañía Chévere, Premio Nacional de Teatro 2014

La compañía Chévere, Premio Nacional de Teatro 2014

Anterior

El encanto vampírico de Guillermo del Toro

Siguiente