Los Max discutidos
Posiblemente los XVI Premios Max que vivimos el pasado lunes sean los últimos que se organizan como hasta ahora. Algunos se alegrarán. Desde luego todos aquellos con los que he comentado el resultado del palmarés y que me han revelado su descontento. Y no porque no reconozcan la calidad de muchos de los premiados, sino por el castigo infligido a La vida es sueño, una de las producciones más extraordinarias que se han visto en esta temporada y que únicamente se llevó el galardón a la mejor versión, firmada por Juan Mayorga. ¿No debería la Fundación Autor, organizadora de estos galardones, hacer público los resultados de las votaciones para eliminar cualquier sombra de sospecha?
Desde la primera edición de estos galardones, allá por 1998, cuando la SGAE los instituyó para premiar a los profesionales de las artes escénicas, el complejo sistema de votación ha estado en entredicho. Pero a los profesionales, y mucho menos a los galardonados con la manzanita, no parece importarles este asunto. Aquí no es un jurado quien decide el nombre de los ganadores, sino un censo de casi 10.000 personas en el que figuran socios de la SGAE y artistas cuya especialidad esté contemplada en las categorías a concurso.
Hay un apartado de premios especiales que los concede un comité (Espectáculo Revelación, Nuevas Tendencias, Honor, Crítica e Iberoamericano...), pero las 19 categorías restantes se eligen, como dice el Reglamento, en dos rondas de votaciones que se hacen a través de internet (antes se hacía por correo postal) validada por notario. Hay que señalar que a estos Premios solo pueden competir producciones que cuenten con artistas (autores y músicos) que gestionen sus derechos a través de la SGAE.
Igualmente, hay otros elementos contradictorios en estos Premios. Se presentan obras de toda España, por lo que ni el elector más ubicuo podría verlas si se lo propusiera. O sea, que los más vistos tienen más posibilidades de ganar. Qué decir de las categorías de mejor autor en catalán, vasco y gallego, ¿quiénes las conocen, quiénes las votan?
Lo que muchos se barruntan, aunque solo el notario lo sabe, es que la participación en la votaciones es poco significativa y que los resultados dependen de la movilización y complicidad que cada producción candidata despierta entre sus colaboradores y simpatizantes para animarles a votar. Nadie lo prohíbe.
Ahora que he sabido que la Fundación Autor quiere cambiar el funcionamiento de los Premios apunto estas cuestiones. En realidad, la Fundación lo que quiere es pasarle el testigo de su organización a la futura Academia del Teatro, una institución todavía en estado embrionario que emularía a la Academia de Cine y que tendría otras competencia además de los Premios.
La impulsa un grupo de artistas y hombres de teatro, entre los que figuran Antonio Onetti (presidente de la Fundación), Alonso de Santos, José Luis Gómez, José María Pou, Rodolf Sirera, Lola Herrera, Jesús Cimarro, Ana Diosdado y muchos otros; lo último que he sabido es que dos miembros, Daniel Martínez (Focus) y Cesc Gelabert, han optado por montárselo a la catalana.
En unos meses, cuando hayan aprobado los estatutos, seguro que sabremos más de todo esto. Sé que quieren “dignificar” estos premios con el apoyo de otras instituciones. Doy por hecho que preservarán la estatuilla de Brossa, pues ya es difícil encontrar un premio con trofeo bonito. Este es una excepción: una pequeña escultura de una manzana con antifaz que es una preciosidad. Es lo que Max vale.