De Cervantes a Brecht
[caption id="attachment_1215" width="560"] Un momento de la representación de la Numancia de Pérez de la Fuente[/caption]
A Juan Carlos Pérez de la Fuente le ha salido una Numancia brechtiana, un relato épico que aborda el asedio a los numantinos con distancia y alejado de mistificaciones heroicas. Al salir del teatro no pude dejar de reflexionar sobre lo que llevó a toda la comunidad numantina al suicidio. No acabar convertida en botín de guerra, sometida, esclavizada, violada, privada de libertad. Todo ello pudo más entre sus habitantes que cualquier noción religiosa o trascendente de la vida humana. ¿No es una prueba más de la sorprendente anticipación de Cervantes?
Se nota que el director ha trabajado muy de cerca con los autores de la versión, Luis Alberto de Cuenca y Alicia Mariño, por la claridad expositiva del drama. La ecuación argumental hunde raíces en el Derecho natural: El hombre no es libre sin dignidad y no tiene dignidad sin libertad; se entiende pues la defensa de la patria como el ámbito donde los hombres son libres. Y esta idea que está contenida en todo el texto de Cervantes ha sido subrayada por De Cuenca y Mariño que culminan su versión con ella. Los autores han recortado y pulido el texto original y han añadido estrofas de su propia cosecha (sin que se note) en los que dos personajes, a modo de narradores que irán transformándose en personajes alegóricos, nos informan desde el principio que estamos ante una tragedia secular.
¿Qué quiere decir exactamente una tragedia secular? El término pertenece al cervantista Jesús García Maestro. Al contrario de lo que ocurre en la tragedia griega, que se inspira en mitos y dioses que prescriben el destino de los hombres, en esta de Cervantes no los hay. La magia y los augurios que se hacen en un momento de la obra tienen una finalidad puramente política y pragmática, pues los numantinos los utilizan para conocer su futuro, y no a modo de protección; e incluso hay algunas escenas en las que algunos personajes (Leonelo) dudan de ellos. Como dice García Maestro, “el verbo cervantino silencia la religión, que habla sólo por boca de la fábula, esto es, de la composición de la acción o trama de sus obras. Y cuando la fábula se expresa, tal como sucede en La Numancia, los númenes (o voluntad de los dioses) resultan desmitificados y la religión desintegrada. Cervantes no es soluble en agua bendita”.
Pérez de la Fuente opta por este enfoque de la gesta numantina y lo arropa con los elementos de gran espectáculo. El dispositivo escenográfico es complejo (Alessio Meloni), de paredes que suben y bajan y en las que se proyectan vídeos creando junto con la iluminación las atmósferas adecuadas para cada escena. Nos lleva de la Numancia cercada al campamento de Escipión, de las murallas a las asambleas de los sitiados… mientras un pasillo abierto en el patio de butacas permite que entren los mensajeros. Atender este dispositivo exige a los actores esfuerzo físico y estar alerta para que el engranaje funcione sin errores, pues vemos cómo algunos son izados al aire con arneses o cómo descienden desde las alturas al vacío.
[caption id="attachment_1216" width="560"] Un momento de la representación de la Numancia de Pérez de la Fuente[/caption]
Como ya he dicho, el director echa mano de las técnicas del distanciamiento (brechtiano) para algunas escenas y establece varios niveles narrativos que enlazan la historia con el origen romano del conflicto, con la época de Cervantes y con nuestros días.
De un lado, hay dos personajes que actúan a modo de narradores-puente con el público, pero también de alegorías que permiten que ideas como el hambre, la guerra, la enfermedad, España… tomen presencia escénica. El momento Madre Coraje llega con un tono esperpéntico cuando entra en escena un carro cuya dueña da a luz dos monstruos, uno es el hambre y el otro la enfermedad. Todos los personajes de este nivel, que actúan en un código físico singular, recaen en Alberto Velasco y Beatriz Argüello, una de las actrices con la mejor dicción en materia de verso que tenemos y que está extraordinaria.
El segundo nivel es el desarrollo de la fábula. Acostumbrados a los espectáculos de pequeños repartos, da gusto ver cómo se multiplican los personajes. Hay escenas impactantes (la violación de una numantina, la muerte de Leonelo) y otras de gran belleza (la asamblea de mujeres, el final). Hay que señalar el equilibrio interpretativo del conjunto, pero destaco a Alberto Jiménez, como líder de los numantinos, a Markos Marín, como Leonelo, y a Críspulo Cabezas, como su amigo Leonicio. En el franco femenino, Maru Valdivieso, Mélida Molina, Miriam Gallego y Julia Piera. Sin olvidar a los generales de Escipión (Chema Ruíz), con Raúl Sanz y Carlos Lorenzo.
Quizá esta Numancia contenga una idea menos idealizada y más realista de la resistencia numantina, pues huye de ensalzar el heroísmo, la valentía, el patriotismo con el que en otras ocasiones nos ha sido transmitida. Y, sin embargo, tiene la virtud de hablarnos con sinceridad del significado de la libertad y, sobre todo, de lo que cuesta ganarla.