Stanislavblog por Liz Perales

Mario Gas actualiza 'Incendios' y firma una producción con pasaporte internacional

7 octubre, 2016 12:49

[caption id="attachment_1377" width="560"] Elenco de Incendios. De izda. a dcha., Edu Soto, Lucía Barrado, Álex García, Nuria Espert, Carlota Olcina, Laia Marull, Alberto Iglesias y Ramón Barea[/caption]

Me sumo a todos los que han ensalzado y señalado que Incendios es el espectáculo de la temporada madrileña, esperemos que solo por el momento. El texto, original de Wajdi Mouawad, es la mejor tragedia escrita en nuestros días que he visto representada. Vi la original dirigida por el propio autor y me produjo un gran impacto; la exquisita producción dirigida por Mario Gas actualiza aquella y alcanza una profundidad emocional y estética extraordinaria. Los que quieran verla tendrán que esperar a junio de 2017, cuando se reponga en La Abadía, o viajar a alguna de las 25 ciudades españolas por las que tiene previsto girar.

Mouawad cuenta una historia de amor y de odio, de paz y de violencia, de refugio y de persecuciones. Es la historia de un fatídico destino, de una búsqueda y de un descubrimiento, como en las tragedias griegas. Pero también es una historia de reconciliación y de perdón. Tiene el eco de la guerra del Líbano, aunque este contexto no es explícito, pero lo inferimos los que sabemos que Mouawad nació allí y acabó emigrando con su familia a Canadá tras una breve estancia en Francia.

La obra es la historia de Nawal, cristiana enamorada del musulmán Wahab, y del hijo que le arrebatan. La búsqueda de su niño le lleva a recorrer un país asolado por la guerra, la persecución y la tortura. Pero no solo es la historia de Nawal la que se nos narra, hay otras paralelas, las de sus hijos, las de sus amigos y también enemigos: la memoria como antídoto contra la indignidad, la venganza como respuesta a la violencia…

El lirismo del texto y su estructura formal es un alarde de eficacia y belleza narrativa. Está construido con una concatenación de escenas organizadas con una precisión de relojero suizo. Esta estructura mezcla varias unidades de tiempo y lugar, personajes variados que aparecen en flashbacks y que luego enlazan con el presente de la obra. A pesar de su complejidad dramatúrgica, el espectador puede seguir fácilmente el relato, que te atrapa y te mantiene clavado en la butaca las tres horas que dura. 

Esta estructura cinematográfica me trajo el recuerdo del estilo narrativo forjado por otro gran dramaturgo, el canadiense Robert Lepage. No es casual, porque Mouawad fue alumno suyo. Y curiosamente, en este montaje español la escenografía la firma Carl Fillion, el colaborador habitual de Lepage. Fillion ha diseñado un dispositivo escénico que, aunque ya borroso en mi memoria el original, creo que me gusta más, pues resuelve con eficacia, belleza y sorprendente economía de elementos icónicos la compleja puesta en escena.

Fillion divide el escenario en tres espacios: uno central, que sitúa al espectador en el lugar donde ocurren los acontecimientos, y en el que pinta en un muro-pantalla pictóricas imágenes elegidas con exquisito gusto por el videoartista Álvaro Luna: una ciudad moderna, un paisaje rural, la fachada de una casa de un pueblo árabe, un autobús calcinado... En otras ocasiones, es una iconografía conceptual la que se proyecta, como una grafía árabe, la imagen de un crucifijo, tintura roja expandiéndose, una pantalla de ordenador que refleja los indicadores del cuadro técnico de luces de un teatro… A esta pantalla-muro le saca un gran partido, con escotillones que se abren a modo de puertas, o de ventanas para sugerir distintos escenarios. Y a cada lado de este espacio central hay otros dos, en los que también se representan escenas, solapándose unas con otras. El dispositivo permite a los actores hacer sus mutis y apariciones sin molestarse, con gran naturalidad.

Ya se ha dicho también: Mario Gas muestra aquí uno de sus mejores trabajos como director. Me refiero básicamente a la dirección de actores. Su sabia lectura del texto ha exprimido lo mejor de ellos para ofrecer un fresco increíble de personajes, y para imprimir el tono y el ritmo adecuado. Hasta el sonido y su selección musical me gustó, especialmente el momento John Lennon con Mother. La memoria es traicionera, pero recuerdo que la versión de Mouawad me dejó al final un toquecito melodramático que, en mi opinión, Gas ha eliminado con gran acierto.

El elenco reúne ocho intérpretes que se multiplican en diversos papeles. Nuria Espert, impecable, con su metálica y precisa voz, solemne en su monólogo sobre la dignidad humana; Laia Marull, emotiva y cercana en su doloroso papel de víctima y de Yocasta, con su punto justo de dramatismo en su bajada a los infiernos; y Ramón Barea en el mejor trabajo que le he visto hacer: ¡Chapeau! Su personaje es un terrón de humanismo, dibuja un notario sensible y generoso, pelín derrotado. Su extraordinaria voz, su naturalidad, su caracterización que no lo es... le permiten que se haga con la obra en la primera parte. Luego le tocan en suerte otros personajes que borda con humor y humanidad. Eduardo Soto, Álex García, Carlota Olcina y una desconocida y sorprendente Lucía Barrado se unen a este brillante elenco con buen hacer.

Esta obra está dando muchas satisfacciones a su productora ejecutiva, Pilar de Yzaguirre, que fue la primera en traer a España a Mouawad. Pilar compró los derechos del texto y quería montarla con un equipo de altura. Le ha costado tiempo encontrarlo, pero lo ha conseguido, con Alicia Moreno de productora delegada y Gas, capaces de reunir el elenco señalado. La obra tiene no solo una larga gira por España; por su factura es fácil predecir que se trata de uno de los pocos espectáculos españoles con pasaporte internacional.

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