Tengo una cita por Manuel Hidalgo

Bogdanovich, ardillas y nueces

30 julio, 2015 09:22

[caption id="attachment_813" width="510"] Imogen Poots y Owen Wilson en Lio en Broadway[/caption]

¡Qué ruina de función! (1992) es una de mis comedias favoritas de todos los tiempos. Ya sé que eso es mucho decir, pero es bien cierto. Como conté en una ocasión en Metrópoli, la veo cada año, por Navidad, pues esas alocadas aventuras y desventuras de una compañía teatral me producen una alegría, un regocijo y una risa que llena de optimismo mi mochila vital de cara a los próximos meses. Está en DVD.

Incomprensiblemente, Lío en Broadway (2014), también ha ido directa a DVD en Estados Unidos, sin pasar por las salas, y aquí, sin embargo, estamos teniendo la suerte de poder verla en los cines.

Es la otra hoja, con ¡Qué ruina de función!, de un divertidísimo díptico sobre el mundo del teatro, sobre los avatares de una representación acechada por las turbulencias amorosas de los miembros de una compañía: el director se lía con una de sus actrices cuando resulta que está casado con otra de las protagonistas de la obra, y mucho más…Frenesí, disparate, histeria, virtuoso enredo, con gran trajín de puertas y habitaciones, de disimulos y ocultaciones, y con diálogos, entre tanto movimiento, chispeantes, tiernos y malintencionados.

Lío en Broadway no es tan buena, tan perfecta como ¡Qué ruina de función! Eso es verdad. Y conste que no sé muy bien lo que falla entre tanto ingenio. Es difícil de captar el problema, es difícil, a mi juicio, comprender por qué una pieza tan brillante y tan movida se ralentiza, no alcanza el punto de ignición, de ebullición, de estallido constante al que aspira y para el que tiene, en teoría, las mejores bazas.

Peter Bogdanovich, sin embargo, se hace querer. O eso creo. O eso quiero. Recomiendo vivamente ver Lío en Broadway, a sabiendas de que no está redondeada, a cuantos admiran la buena comedia y, desde luego, a los seguidores del gran director que consiguió anudar cuatro películas seguidas del calibre de El héroe anda suelto (1968), The Last Picture Show (1971), ¿Qué me pasa, doctor? (1972) y Luna de papel (1973).  Su caída, dentro de la industria de Hollywood, en parte motivada por crueles y turbias circunstancias personales –el asesinato de su amante a manos del marido-, es para muchos uno de los episodios más desazonantes de la historia del cine de los últimos cuarenta años.

[caption id="attachment_812" width="510"] Charles Boyer y Jennifer Jones en El pecado de Cluny Brown[/caption]

En Lío en Broadway Bogdanovich homenajea a Audrey Hepburn, de quien dio una maravillosa versión crepuscular en Todos rieron (1981), película que me gusta muchísimo, como también la anterior, Saint Jack (1979).

Bogdanovich tira aquí del estilo de Ernst Lubitsch hasta fundirlo, queriendo o sin querer, con las atmósferas y procedimientos de Woody Allen. El director de la función seduce a su actriz recién descubierta con una cháchara tomada de El pecado de Cluny Brown (1946), la última película acabada de Lubitsch.

En ella, un experto Charles Boyer guiaba a una joven, fresca y original Jennifer Jones animándola a subvertir la lógica, lo previsible, lo habitual. En los parques, hay gente que echa nueces a las ardillas. ¿Por qué no echar ardillas a las nueces?: “Si no se siente feliz, que cierre los ojos y diga: ardillas a las nueces”, decía Boyer.

Y ése es el mensaje que retoma Bogdanovich en Lío en Broadway. Echemos ardillas a las nueces, hagamos algo distinto, libre, transgresor, inesperado, absurdo. Vivir es muy difícil, la felicidad no está al alcance de la mano. ¿Por qué no probar con algo diferente?

 

Image: Pedro Casablanc, Premio Ceres al Mejor Actor

Pedro Casablanc, Premio Ceres al Mejor Actor

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