Tengo una cita por Manuel Hidalgo

El otro mundo de Luis Racionero

2 junio, 2017 12:44

“¿No les dan ganas de morirse?”. Luis Racionero espeta esta pregunta a sus lectores en la última línea de Espiritualidad para el siglo XXI (Libros de Vanguardia), inmediatamente después de haber exaltado con San Juan de la Cruz el sosiego, la luz y las propiedades de conocimiento de la experiencia mística, alejado ya -o eso se propone- el miedo a la muerte.

Racionero, un “liberal psicodélico” -según se autodefinió en sus divertidas y provocadoras memorias-, entró en contacto firme con las filosofías orientales y con el LSD a fines de los años 60, cuando estudió urbanismo en Berkeley. De aquellas experiencias, que lo alejaron de los caminos vitales e ideológicos que frecuentaban los intelectuales españoles de entonces -y de ahora- dejó cumplida cuenta en su libro Filosofías del underground (1977), todo un hito, en cuya estela vuelve a inscribirse Espiritualidad para el siglo XXI, donde Patanjali, Lao-Tsé y Krishnamurti vuelven a campar a sus anchas en demérito de los caducos, equivocados y encorsetados -piensa Racionero- pensadores occidentales y de las religiones monoteístas.

Luis Racionero propone con entusiasmo abrazar una vida espiritual liberadora y luminosa y, por supuesto, recomienda la práctica de la meditación y del yoga. Con ello no se apunta a ninguna moda del momento, sino que reitera las convicciones y usos que él mismo ha sostenido y experimentado desde mucho tiempo atrás, cuando casi nadie hablaba aquí de tal cosa.

El libro de Racionero, escrito con notable humor y desparpajo -intemperantes y jocosos bofetones a Sócrates y Wittgenstein-, es, pese a reconocer la fluidez y complejidad cambiantes de la realidad, ordenado y cartesiano. Metódico. Y de prosa excelente, por cierto.

Para su demostración, Racionero va por partes. Y lo primero que hace falta, a su criterio, para estar en condiciones de vivir una vida espiritual plena, es olvidarse del yo o, lo que viene a ser lo mismo, entender que formamos parte de un todo mutante. Así perderemos el miedo a la muerte. Ese yo aterido y, al tiempo, arrogante teme por su extinción y no percibe la posibilidad de estar fundido o fundirse con una conciencia y una energía sin materia que eliminan el temor a la desaparición física.

La segunda parte de la argumentación es una recusación de la razón instaurada por los griegos como único paradigma de herramienta de conocimiento. La razón es como un programa de ordenador -del ordenador cerebral-, pero no sólo no es el único posible, sino que es limitado. Sus armas son las que son y dejan fuera de su campo de análisis muchas realidades, entre ellas las sustanciales fenomenologías de la vida espiritual.

Despojados del yo (y del miedo a la muerte) y despojados del radicalismo racional (que constriñe y no abarca todo) será cuando estaremos en condiciones de abordar nuestro desenvolvimiento en el más gratificante espacio de lo irracional donde florece el jardín de la espiritualidad. Con la mente limpia y con el aprovechamiento máximo de sus propiedades energéticas.

Los filósofos occidentales siguen atrapados en la noria de los conceptos y las palabras, de la lógica racional, y se muestran impotentes, repetitivos y pelmazos a base de dar vueltas y vueltas a lo mismo. El libro de Racionero tiene algo de guía, pero también de ensayo combativo que cuestiona el oscuro callejón sin salida de Occidente frente a la claridad reveladora de Oriente.

Escribe Racionero: “El agua tiene tres formas: sólida (hielo), líquida (agua) y gaseosa (vapor). Si queremos captarla con el tacto, sentiremos el sólido hielo y la líquida agua, pero no el vapor. De la misma manera para captar el espíritu hay que tener un sentido espiritual”.

La descripción de ese sentido espiritual y la formulación de los mecanismos que lo ejercitan y potencian es el objeto de este libro, paradójicamente escrito con muchos razonamientos y desde la subjetividad experiencial del vivido yo de su autor, siempre en pugna por desenvolverse en el benefactor vapor del espíritu.

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