Nada por aquí, nada por allá
Se venía hablando hace tiempo del asunto, que ha explotado ahora en la escena política: se investiga la “desaparición” de 81 “cuadros” -qué manía de llamar así a todas las obras de arte- de los fondos artísticos del Gobierno de Cantabria, quince de los cuales -tres pinturas, una escultura y once fotografías- han sido localizados en un almacén propiedad de Sergio Vélez, un publicista que solía colaborar con la Consejería de Cultura. El anterior consejero, Javier López Marcano, asegura que el empresario dará explicaciones con documentos. Es sospechoso que, habiéndose tratado el tema en el parlamento autonómico hace casi un año y habiéndose denunciado a la policía en abril la desaparición, nadie hubiera notificado antes el paradero de esas obras cuando, según Vélez, existía un contrato mediante el que se le confiaba el almacenaje. Pronto sabremos si hubo o no delito; lo que es seguro es que hubo irresponsabilidad. Que el propio gobierno custodia mal su patrimonio lo demuestra que cuando se comenzó a hablar de esto en octubre pasado se decía que faltaban 212 obras... y poco después apareció un centenar en un almacén de propiedad autonómica.
- Primera y fundamental: cualquier poseedor de obras de arte, en los ámbitos público o privado, debe asumir la noción de responsabilidad patrimonial. No sólo el patrimonio histórico debe ser conservado para la posteridad: las obras de los creadores actuales son ya patrimonio artístico, tengan mayor o menor valor.
- Necesidad de que las leyes estatales y autonómicas amplíen el nivel de protección para las obras de arte contemporáneo que no tienen la condición de BIC (proceso complejo en el que, a nivel estatal, suele intervenir la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio Histórico, que pasa por el Consejo de Ministros y toma forma de Real Decreto).
- Exigencia de que se cumpla la normativa vigente. No sirve de nada crear registros o inventarios, con sus procedimientos correspondientes, si no se gestionan con el mayor rigor.
- El cuidado de las obras de arte en colecciones públicas depende en parte del destino para el que se adquirieron: es más fácil que un museo las conserve adecuadamente, mientras que las obras que se compran para decorar dependencias y despachos pueden correr peor suerte. Por ello es importante que el proceso de adquisición -incluyendo la decisión sobre qué comprar-, catalogación y conservación se confíe a los expertos con los que cada administración cuente.
- Cuando el artista vive y conoce el paradero de sus obras -cosa que a menudo no sucede- puede ejercer sus “derechos morales” pero ¿qué ocurre cuando alguno de esos condicionantes no se da?
- También el coleccionista particular adquiere un compromiso con el patrimonio que posee y custodia. Es importante, y así lo promueve 9915, la Asociación de Coleccionistas de Arte Contemporáneo, que se localicen las obras de arte en manos privadas: trabajan en la creación de una base de datos que incluya de los asociados que deseen difundir sus colecciones.
- Cualquier base de datos, y más si recoge patrimonio público, debe estar en Internet y ser accesible para todos los ciudadanos. Incluyendo localización y estado de conservación.