La Hidra de Hamburgo, del Tesauro (1734) de Albertus Seba. Linneo identificó el espécimen de hidra como falso en 1735.

La Hidra de Hamburgo, del Tesauro (1734) de Albertus Seba. Linneo identificó el espécimen de hidra como falso en 1735.

ENTRE DOS AGUAS

El inclasificable viaje de la herencia de Linneo, el hombre que clasificó los seres vivos

Seguimos los pasos del monumental legado del naturalista y botánico, cuyo periplo se parece al de Ramón y Cajal, pero con mejor destino.

21 junio, 2024 02:40

En la Suecia del siglo XVII a los tilos, con sus hojas en forma de corazón y su fragante olor cuando florecen, se los asociaba con Freyja, la diosa nórdica del amor, la belleza y la fertilidad. Las mujeres embarazadas los buscaban para recoger sus hojas e invocar la protección de Freyja cuando dieran a luz, para lo cual dormían con almohadas rellenas de hojas.

Un tilo viejo, situado en el límite sureste de Suecia, en la provincia de Småland, era muy reverenciado, y la familia a la que pertenecía la tierra en la que estaba lo tenía en gran aprecio. Siguiendo la tradición de la Suecia rural, esa familia no tenía apellido. En el siglo XVII no era necesario, bastaba con la presencia ancestral en un terreno para ser identificado.

Si se les requería identificarse, los hombres añadían el sufijo -son al nombre de su padre; es por ello que en Suecia son tan frecuentes los Johannson, Peterson o Svenson. Pero en el otoño de 1690, un miembro de la familia propietaria de aquel tilo, Nils, de dieciséis años, que pronto comenzaría a estudiar en la Universidad de Lund donde el latín era la lengua utilizada, decidió, en lugar de llamarse Nils Ingemarsson, y teniendo en cuenta que en sueco “tilo” es “lind”, conmemorar el tilo familiar adoptando el apellido Linnaeus, que significaba, adaptando el término sueco al latín, “hombre del tilo”.

Su nomenclatura binomial aún perdura: el primer nombre de una especie indica el género y el segundo es específico

De hecho, en aquella época fue frecuente adoptar versiones latinas de apellidos; así, por ejemplo, el francés Michel de Nostredame, se convirtió en Nostradamus, y el polaco Nikolaj Kopernik en Nicolaus Copernicus.

El tilo ejemplifica bien las relaciones que existen entre diferentes lenguas. El sueco, el inglés y el alemán son idiomas relacionados entre sí, y en alemán, “tilo” es “linde” –recuérdese el famoso paseo berlinés, Unter den Linden (“Bajo los tilos”)–, nombre que también se utiliza en inglés, junto con lime-tree”.

En las lenguas romances como el español, “tilo” se dice “tei” en rumano, “tiglio” en italiano, “tilleul” en francés, nombres derivados del latín “tilia”, entroncado a su vez con el término griego “ptilon”.

En 1706, Nils se casó con Christina Brodersonia, que pasó a llamarse Christina Linnea (“mujer del tilo”), y al año siguiente nació quien sería llamado “Princeps Botanicorum”, el “príncipe de la Botánica”, Carl Linnaeus (1707-1778), nombre que cambió por Carl von Linné en 1761 cuando el rey Adolfo Federico le ennobleció.

Da idea del carácter presuntuoso de Linnaeus el que utilizara el prefijo alemán “von” que en Suecia únicamente empleaban quienes tenían algún antepasado alemán, lo que no sucedía en su caso. Y “Linné” sonaba vagamente francés, lo que sugería una conexión con la culta y poderosa Francia.

Página  de catalogación de flora

Página de catalogación de flora

Por cierto, fue él quien describió el género de los tilos en su libro Species Plantarum (1753), asignándole el nombre “Tilia europea”. Semejante nombramiento regio da idea del prestigio que Linneo –el nombre con el que se le conoce en español– alcanzó en Suecia al igual que en el resto del mundo.

La nomenclatura binomial que diseñó aún perdura: el nombre de una especie lo componen dos nombres en latín, el primero indica el género y el segundo es específico. No tuvo igual fortuna la clasificación taxonómica que compuso para todos los seres vivos; ya en su tiempo fue criticada, y el desarrollo de la paleontología y genética mostró sus limitaciones, difícilmente evitables en el siglo XVIII.

A lo largo de su vida Linnaeus reunió, además de honores, una extensa colección de entidades naturales y de libros. Teniendo en cuenta que la mayor parte de su existencia transcurrió en Suecia, era de esperar que su herencia se conservase en su patria. Sin embargo, no fue así. Merece la pena recordar qué sucedió.

A la muerte de Linnaeus sus colecciones científicas pasaron a su hijo Carl, que murió pronto, retornando entonces a poder de la viuda de Linnaeus, Sara Elisabeth, quien por dificultades económicas estaba más interesada en el dinero que pudiera obtener vendiendo lo que había ido acumulando su esposo.

El 23 de diciembre de 1783, Sir Joseph Banks, presidente de la Royal Society, naturalista él mismo, recibió mientras desayunaba una carta que firmaba un discípulo de Linnaeus, Johan Gustav Acrel, quien por encargo de Sara Elisabeth le ofrecía venderle la colección de su difunto marido. Pero Banks no estaba interesado ya que él poseía una extensa colección obtenida en dos viajes que había realizado.

El primero en 1766, a bordo de la fragata de su majestad británica, Niger, visitando Terranova y Labrador (recogió cientos de plantas y treinta y cuatro nuevas especies de pájaros). El segundo, que fue el que más fama le dio, en el Endeavour, comandado por James Cook, un viaje que comenzó en 1769 y que pasaría a los anales de la historia: en 1770, por ejemplo, fueron los primeros europeos en desembarcar en la que entonces se denominaba Terra Australis (“Tierra del Sur desconocida”), luego Australia.

Se dio la casualidad de que Banks compartía desayuno con James Edward Smith, un caballero de medios, que no necesitaba trabajar para vivir y que era muy aficionado a la botánica.

Banks le comentó la oferta que acababa de recibir de Suecia y entonces Smith se apresuró a ofrecer mil guineas –aproximadamente unos 250.000 dólares actuales– por la colección, pero sólo si incluía también los libros raros, minerales valiosos y otros objetos de Linnaeus.

Sara Elisabeth aceptó, y en octubre de 1784 el bergantín Appearance llegó a Inglaterra procedente de Estocolmo, trayendo consigo 26 cajas que contenían 14.000 especímenes de plantas, 158 de peces, 3.198 de insectos, 1.564 de conchas, una biblioteca de 1.600 volúmenes, más algo inesperado, los papeles personales de Linnaeus, que incluían miles de cartas y docenas de manuscritos originales. Hoy este increíble legado se encuentra depositado en la Linnean Society, que el propio Smith fundó el 26 de febrero de 1788, con sede en Londres.

Personalmente, encuentro en este caso algunas similitudes con lo que sucedió hace algunos años con las pertenencias de Santiago Ramón y Cajal que permanecían en la casa de Alfonso XII en la que vivió, muchas de las cuales terminaron en el Rastro madrileño. Al menos en el caso de Linnaeus su destino fue más seguro.

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