Image: En el país de los Coen

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Cine

En el país de los Coen

Colección hermanos Coen en Dvd: Las películas

23 marzo, 2006 01:00
1. El gran salto (1994). Recreando el universo de la screwball comedy de los años treinta (aunque los Coen, juguetones, sitúan la historia en los cincuenta), es visualmente una de las películas más fascinantes de los últimos tiempos, homenajeando el surrealismo, a Lewis Caroll o al vangaurdismo de Mata Deren, entre muchas otras referencias. Un mundo sintético y delirante formado por ejecutivos corruptos (Paul Newman), jóvenes ambiciosos (Tim Robbins), periodistas de lengua afilada (Jennifer Jason Leigh), que parecen más dibujos animados que personas reales. Los Coen, una vez más, demostraron en El gran salto que prefieren las películas inspiradas en películas que inspiradas en la vida.

2. O Brother! (2000). Bizarra, surrealista, hecha de polvo y humor y música, la Odisea homérica según los Coen sucedió en la América de la Depresión, cuando tres presos escapan de un campo de trabajos forzados y recorren un país casi virgen de vuelta a un hogar que acaso no existe. Obra de madurez de los hermanos de Minessotta, ya desde su propio título, Los viajes de Sullivan de Preston Sturges está en el origen de esta odisea americana, en la que el blues y el folk, los vendedores de biblias, los políticos charlatanes, las emisoras de radio, el ferrocarril, el Ku Klux Klan y un trío de sirenas forman el paisaje americano. El humor corrosivo se cuela inevitablemte en los fotogramas.

3. Fargo (1995). En los blancos horizontes de Fargo, la codicia humana no tiene límites. Un vendedor de coches ha contratado a dos mercenarios para secuestrar a su mujer y quedarse con el rescate, que pagará su adinerado y odiado suegro. Pero los planes, al menos en las películas de los Coen, nunca salen como estaban previstos. La incompetencia de unos y otros siempre acaba complicando las cosas. Aunque bien pudiera estar basado en un caso real, como rezan los créditos del principio, los Coen jugaron una vez más con las expectativas del público para imaginar esta intrincada y sórdida historia, tan compleja como sencilla, bella y escalofriante.

4. Barton Fink (1991). El bloqueo creativo da alas a la creatividad. El corazón de esta paradoja es lo que late en Barton Fink, la película en torno a los infiernos que atraviesa un guionista y que Ethan y Joel escribieron para exorcizar los fantasmas de la sequía narrativa que se apoderó de ellos durante la escritura de Muerte entre las flores. Tan estilizada como acostumbran sus creadores, es su apuesta más surrealista y marciana, un viaje a las profundidades de la creación, con la industria del cine como telón de fondo (el retrato del productor no tiene desperdicio), protagonizada por dos de sus actores fetiches, John Turturro y John Goodman.

5. Muerte entre las flores (1990). Gabriel Byrne, en el mejor papel de su vida, es el esbirro de un gángster en los años de prohibición que, tratando de mantener la paz, verá su lealtad dividad entre dos bandos. El resultado es una laberíntico trama de raigambre chandleriana en las que sus creadores debieron sentirse tan perdidos como el Hawks de El sueño eterno, que mientras rodaba la película telegrafió a Chandler preguntándole quién era realmente el culpable. La respuesta: "¿Cómo voy a saberlo? Averígualo tú mismo". Eso deberán hacer los espectadores si quieren encontrar respuestas a la fascinante y sórdida red de sangre y mujeres fatales que conforman esta fresca, oscura, estilizada revisión de las novelas pulp.

6. El gran Lebowski (1997). Un cowboy narra la historia de un hippy trasnochado convertido en una especie de Pillip Marlowe, un veterano de Vietnam adicto a los bolos, un multillonario filántropo cuya mujer florero ha desaparecido, una artista avant-garde que quiere un hijo pero no un padre, un grupo de nihilistas alemanes, un productor de películas pornográficas... y en el centro de la enrevesada trama, un falso secuestro. El país de los Coen en estado puro, la primera (y última) comedia psicodélica film noir de la historia del cine. Trasunto posmoderno de la literatura chandleriana llevada al paroxismo, en esta película de culto lo que menos importa es lo que nos cuenta, pues como Rio Bravo o Un, dos, tres, es de esos films en los se nos invita a convivir con los personajes.

7. El hombre que nunca estuvo allí (2001). Un peluquero de rostro imperturbable (inolvidable Billy Bob Thorton), taciturno, lacónico y de emociones secas, con un pitillo siempre colgando de la boca, mata al amante de su mujer por accidente y en su lugar culpabilizan a su esposa (Frances McDormand). En un blanco y negro sublime, trasladándonos a la América de los años cincuenta y bajo el melancólico piano de Beethoven, el tono de esta película nos da el alma de su protagonista, alguien que siempre persigue el sueño equivocado y para quien no parece haber mucha diferencia entre estar vivo o muerto. Lo más hermoso del filme (aparte de Scarlett Johansson en un papel de ‘lolita’), el agridulce sentimiento que provoca.

8. Arizona Baby (1987). Dos fugitivos (John Goodman y William Forsythe) secuestran a un niño que a su vez ha sido robado por un matrimonio formado por un ex-convicto y una ex-policía (Nicolas Cage y Holly Hunter), tan deseosos de tener un hijo que se lo han quitado a una acaudalada familia que acaba de tener quintillizos. Con esta premisa argumental, los hermanos de Minnessota construyen en el paisaje desértico de Arizona una tierna y delirante comedia que rompe todas las convenciones de las películas de enredos. Junto a Fargo, la más taquillera de sus películas.

9. Crueldad intolerable (2002). Primer paso de los Coen al cine más comercial, pero sin renunciar a la marca de fábrica, el humor de esta comedia romántica no es un humor al uso. Un seductor y simpático Goerge Clooney emulando a Cary Grant es un exitoso abogado matrimonial, experto en divorcios, que se encontrará con la horma de su zapato: la atractiva y seductora cazamultimillonarios Catherine Zeta-Jones. La guerra de sexos que libran entre ellos oculta sus verdaderos sentimientos en una película que definitivamente no cree en el matrimonio y que trata el amor con tanto cinismo como agudeza. A la manera de Ernst Lubitsch o Howard Hawks, una comedia con el sabor del buen champán.